La organización se fundó en 2008 pero luego, con la emergencia de gobiernos de derecha, perdió siete de sus doce miembros y se debilitó. Ex presidentes, legisladores y funcionarios trabajan para su reactivación en momentos en que urge integrarse para hacer frente a grandes desafíos globales.

El triunfo de Lula en Brasil y Gustavo Petro en Colombia, que se suman a la presencia de otros gobiernos soberanos, progresistas y nacionales y populares, dibujan un panorama esperanzador para la región. Desde distintos sectores se viene trabajando para impulsar una nueva integración regional de la mano de organismos que hace años cumplieron un papel importante y luego, por la acción de los gobiernos de derecha, perdieron influencia. No se trata, aclaran, de un rescate emotivo o melancólico, sino de la necesidad de hacer frente a los nuevos desafíos globales desde una mirada regional e integrada.

La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) nació en 2008, impulsada por Hugo Chávez y apuntalada por Lula y otros líderes. Apenas fundada debió intervenir en favor de la democracia en Bolivia, que estaba siendo amenazada por sectores golpistas de Santa Cruz de la Sierra que protagonizaron acciones violentas y racistas dejando un saldo de 30 muertos. 

También tuvo una actuación decisiva para intentar frenar el golpe de Estado contra el presidente hondureño Manuel Zelaya en 2009, el amotinamiento policial contra el gobierno de Rafael Correa en Ecuador en 2010, el golpe parlamentario contra el presidente paraguayo Fernando Lugo, en 2012, y el ilegítimo juicio político que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff en Brasil en 2016.

Hoy Unasur conserva cinco de sus doce miembros originales: Bolivia, Perú, Venezuela, Guyana y Surinam. Según señalan los estatutos, mientras al menos dos Estados sigan perteneciendo, la organización seguirá existiendo jurídicamente a nivel internacional. Pero para muchos dirigentes llegó el momento del relanzamiento.

Siete ex presidentes y ex funcionarios de la región, además de legisladores en ejercicio, docentes y directivos de organismos internacionales hicieron llegar este lunes 22 una carta a doce presidentes de la región para alentarlos a reactivar la Unasur. El organismo nació en 2008 pero luego, entre 2010 y 2020, sufrió un proceso de debilitamiento porque siete de sus doce miembros se retiraron. “La región es hoy más necesaria que nunca”, señala el texto.

La misiva fue recibida por Alberto Fernández (Argentina), Luis Arce (Bolivia), Lula da Silva (presidente electo de Brasil), Guillermo Lasso (Ecuador), Gabriel Boric (Chile), Gustavo Petro (Colombia), Irfaan Ali (Guyana), Mario Abdo Benítez (Paraguay), Pedro Castillo (Perú), Luis Lacalle Pou (Uruguay), Chan Santokhi (Surinam) y Nicolás Maduro (Venezuela).

“Un esfuerzo significativo en esa dirección permitiría alimentar un círculo virtuoso que fortalecería las instancias multilaterales y aportaría a un bien superior hoy día en peligro: la paz”, señala la carta que lleva las firmas de Michelle Bachelet (Chile), Rafael Correa (Ecuador), Eduardo Duhalde (Argentina), Ricardo Lagos (Chile), José Mujica (Uruguay), Dilma Rousseff (Brasil) y Ernesto Samper (Colombia).

“La hegemonía norteamericana está desafiada por la emergencia de China, nación milenaria gobernada de manera centralizada. Por su parte, la Unión Europea (UE) busca defender su modelo de cohesión social y abrir, sin por ahora conseguirlo, espacios que le permitan conquistar su autonomía estratégica. Paralelamente, el llamado Sur Global con nuevas potencias emergentes, busca abrirse paso e influir en el diseño de una nueva gobernanza del planeta”, asegura el texto, que incluye una descripción de la situación mundial.

La misiva asegura que en la actualidad son fundamentales la soberanía sanitaria, alimentaria y energética. En cuanto a la situación geopolítica regional, considera que “en este mundo de bloques regionales, nuestra América Latina aparece como una región marginal e irrelevante”. Además, “es por lejos la más golpeada por la pandemia y la crisis económica y social que la siguió” y “experimentó una recesión doblemente más profunda que la de la economía mundial y vio aumentar en cerca de 50 millones el número de personas que viven en condiciones de pobreza”.

“La globalización tal cual se organizó hasta hoy está en cuestión”, asegura la carta, que además advierte que “el mundo nuevo que emerge conlleva amenazas”. 

El texto hace referencia asimismo a la crisis climática que se va agravando y a un estado de anomia en cuanto al respeto al derecho internacional que genera una suerte de caos global en el que asoma la tragedia producida por el armamento nuclear. “Se requiere una intervención urgente de los organismos multilaterales, que hoy día están desgraciadamente debilitados y son a menudo impotentes”, recomiendan los autores.

La carta señala que los procesos electorales recientes permitieron el triunfo de gobernantes y coaliciones políticas favorables al reimpulso de la integración regional, por lo que “hay una oportunidad que no se puede dejar pasar”. 

El texto asegura que mientras en la UE el comercio interregional representa más del setenta por ciento del total, en América Latina, luego de sucesivas caídas, no alcanza en la actualidad a más del 13 por ciento. “Urge, en consecuencia, la reconstrucción de un espacio eficaz de concertación suramericana. Unasur todavía existe y es la mejor plataforma para reconstituir un espacio de integración en América del Sur”, indica la misiva.

“No se trata de una reconstitución puramente nostálgica de un pasado que ya no existe, sino que una nueva Unasur debe hacerse cargo autocríticamente de las deficiencias del proceso anterior”, con el objetivo de “garantizar el pluralismo y su proyección más allá de las afinidades ideológicas y políticas de los gobiernos de turno”, agrega.

Entre los desafíos se mencionan un plan de autosuficiencia sanitaria; acuerdos para facilitar una migración ordenada; un programa integrado de ataque al cambio climático en cumplimiento de los Acuerdos de París; obras prioritarias de conectividad vial, ferroviaria y energética; la recuperación para la región del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el potenciamiento del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF); medidas que favorezcan la cooperación entre empresas de la región y políticas conjuntas para regular la acción de los grandes monopolios tecnológicos, entre otros.

Un mundo marcado por el conflicto

El ex ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador, Guillaume Long, y la asesora legal de la Asamblea Nacional ecuatoriana, Natasha Suñé, escribieron el informe titulado “Hacia una nueva Unasur: Vías de reactivación para una integración suramericana permanente”, que plantea la necesidad de reactivar el organismo regional en el contexto de un mundo cada vez más dividido en bloques y, además, marcado por el conflicto entre Rusia y Ucrania. 

“El retorno de gobiernos comprometidos con la causa de la integración en América Latina vuelve a poner el tema en el centro del debate político en la región. Se habla, en particular, de la posibilidad de relanzar la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) después de que, entre 2018 y 2020, siete de sus doce miembros denunciaron el Tratado Constitutivo de la organización. En especial, la perspectiva de una victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones presidenciales en Brasil el 30 de octubre de 2022 aviva las especulaciones sobre las posibilidades de retomar la Unasur. Con la notable excepción del gobierno de Jair Bolsonaro, Brasil lleva décadas buscando construir un espacio regional suramericano. Este estudio analiza el legado de la Unasur, sus aciertos, errores y vulnerabilidades, la situación jurídica actual de la Unasur y el status de sus miembros fundadores en relación con el Tratado Constitutivo de la organización, y las reformas que se deberían llevar a cabo para garantizar la sostenibilidad en el largo plazo de este proyecto de integración”, señala el “Resumen ejecutivo” del texto de 167 páginas accesible en la red.

“El propósito esencial de la Unasur era dotar al subcontinente suramericano de mayor integración y lograr la convergencia entre sus dos ejes principales: los subsistemas atlántico-conosureño y andino-pacífico, históricamente poco interconectados. La Unasur buscaba construir una gobernanza regional propia en todos los ámbitos de la gestión pública, impulsar la conectividad y la articulación de capacidades nacionales para el desarrollo de la región, y consolidar un bloque regional más cohesionado, capaz de proyectarse con eficacia a nivel internacional”, señala el informe de Suñé y Long, que ofrece además una breve historia de las distintas etapas del bloque, su auge y su decadencia.

Los autores señalan que los primeros años de vida de la Unasur fueron marcados por los importantes posicionamientos colectivos de una diplomacia de corte presidencial, sobre todo en defensa de la democracia y del Estado de derecho. “La Unasur también jugó un papel importante para bajar tensiones entre varios de sus miembros. Progresivamente, la Unasur empezó a desplegar una actividad sectorial más importante. Se establecieron doce consejos ministeriales para facilitar la cooperación y la articulación de políticas en la región. Varios consejos, por ejemplo el Consejo de Defensa Suramericano y el Consejo de Salud Suramericano, entre otros, empezaban a desarrollar una agenda importante, con la concreción de planes y proyectos de largo plazo”, agregan.

“Pero la Unasur no pudo trascender esta etapa incipiente de consolidación. Con aún escasos años de vida e insuficiente construcción de institucionalidad, recibió golpes que se saldaron en el abandono y la parálisis de la organización”, aseguran Suñé y Long.

El anhelo de una moneda común

Los autores del informe “Hacia una nueva Unasur: Vías de reactivación para una integración suramericana permanente” vuelven a analizar un tema que constituye un viejo anhelo para la integración regional. “Otro incentivo importante para que los Estados se comprometan con la integración suramericana podría ser el establecimiento de una moneda común –el sur– y un sistema de pagos común para el comercio intrarregional. Se trataría de una moneda adicional a las monedas nacionales, comparable a lo que fue la Unidad Monetaria Europea, más conocida como el ECU (por sus siglas en inglés), antes del advenimiento del euro. El emisor del sur sería por ende el Banco Central del Sur”, señala el estudio.

Suñé y Long consideran que una moneda regional “sería sin duda una gran herramienta para que América del Sur pueda relacionarse con el resto del mundo como bloque”. Los autores señalan que América del Sur necesita escalar en la jerarquía monetaria internacional que actualmente encabeza el dólar americano, seguido por las monedas que constan en la canasta de los Derechos Especiales de Giro (euro, libra, yuan, yen) y por las monedas que cuentan con líneas swap con la Reserva Federal de EEUU. 

El informe indaga asimismo sobre las posibles alternativas a la Unasur. “Frecuentemente se hace referencia a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). La CELAC es sin ningún lugar a dudas, una apuesta de vital importancia; quizás incluso, el horizonte último de cualquier proceso de convergencia regional en materia de integración. La gran riqueza de la CELAC es su membresía diversa que permite un diálogo entre actores latinoamericanos y caribeños fuera del celoso resguardo de la OEA con sede en Washington. Es también una expresión fundamental del Sur global en el hemisferio occidental, llamada a elevar la voz y las demandas de los pueblos latinoamericanos y caribeños a nivel multilateral y global en materia de desarrollo, paz, justicia global y de lucha contra la pobreza, la desigualdad, el cambio climático, entre otros”, señala el informe, en el que, al mismo tiempo, se hace hincapié en una salvedad: La CELAC carece de un tratado constitutivo y de institucionalidad propia, a diferencia de la que fue creada por el Tratado Constitutivo de la Unasur. 

Además, la amplitud conferida por los treinta y tres miembros de la CELAC impide acuerdos más concretos y vinculantes en materia de gobernanza regional con normativas comunes, confluencia y homogeneización de políticas y un verdadero programa de desarrollo regional.

“La Unasur, a diferencia de la CELAC, puede avanzar más rápidamente hacia la integración física y normativa, es decir, hacia una verdadera gobernanza regional, con menos Estados miembros, mayores niveles de autonomía y de homogeneidad estructural productiva incluso, a pesar de las grandes asimetrías que perduran en América del Sur y que la integración suramericana debe afrontar mediante políticas comunes”, consideran Suñé y Long, que además marcan la necesidad de diversificar las economías regionales.

“En términos económicos, la integración debe acompañar un proceso de transformación productiva y contribuir a un proceso de diversificación de la tradicional ultra especialización productiva que caracteriza una región dedicada aún desmedidamente a la producción y exportación extrarregional de materias primas”, señala el informe, que considera que esa integración y diversificación productivas son fundamentales para lograr una paulatina industrialización de la región, mayores niveles de innovación, mayores componentes tecnológicos y cognitivos en las cadenas productivas, y, por ende, una mayor autonomía estratégica y mayor generación de riqueza para las economías suramericanas.

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