La energía en el centro de la disputa. Los datos de la realidad. La desterritorialización. China y Rusia. El profundo malestar de Europa con la OTAN y los EE.UU. El fútbol y la guerra. Pasados emocionantes y futuros valiosos.
El viejo frío y el nuevo riego
Ucrania sigue sin electricidad después de los más recientes bombardeos rusos contra infraestructuras energéticas; la temperatura ya descendió hasta los cero grados. La Organización Mundial de la Salud (OMS) anticipó que el próximo invierno puede ser “una amenaza para la vida” de los ucranianos. Según el Ministerio ucraniano de Energía, los bombardeos dejaron sin electricidad a “la gran mayoría de los usuarios” del país, que tenía unos 40 millones de habitantes antes de que comenzara la actual contienda, el 24 de febrero. La región occidental de Jmelnitsky es las más afectada, con la red a un 35% de su capacidad, mientras que en la oriental región de Járkov hay unos 300.000 residentes sin energía. La Unión Europea observa con detenimiento y sin atisbar soluciones, esta realidad que se despliega como un tráiler que preludia el devenir.
En tanto, China pretende obtener toda la energía que necesitan sus millones de fábricas. Y Rusia, relevar a un cliente –Europa– que insiste en auto sancionarse mientras la sanciona. La información conocida en las semanas recientes da cuenta de un entendimiento sin dificultad entre los dos grandes amigos, que han dado otro paso en su asociación comercial. Un poco debido a la determinación de ahondar en el poder estratégico multipolar, otro tanto a impulso de las bravatas occidentales siempre precedidas por el ilusorio concepto de “aislamiento”. En verdad, ni China ni Rusia se sienten aisladas; más bien se perciben acompañadas por un bloque creciente y con necesidades imperiosas de materias primas, apoyo tecnológico, inversiones y razonabilidad financiera.
El espacio más beneficiado, coinciden los analistas sabios, pero también los torpes, será la Federación de Rusia, que logrará colocar en rublos parte de la producción de gas que ya no envía al progresivamente frío Viejo Continente. Los gobiernos europeos han exprimido su materia gris durante los últimos meses buscando reducir su dependencia energética del Kremlin, que hasta ahora suministraba más del 40% del gas que empleaban. Sus funcionarios económicos lamentan, por lo bajo, la insistencia de quienes regentean la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN): les complicaron la vida restringiendo el vínculo con el principal socio comercial –China– y con el mayor proveedor de combustible –Rusia-. Quienes se ocupan de los números y dejan la política en otras manos, reniegan a diario con una orientación que evalúan inexplicable y ruinosa. Ya lo veremos, en este artículo.
La mirada de mediano y largo plazo del eje euroasiático se observa en el volumen de las construcciones destinadas a afirmar la infraestructura energética. El ejemplo más claro de esta relación estratégica es el gasoducto Power of Siberia 1 que las empresas energéticas estatales, Gazprom de Rusia y China National Petroleum Corp., vienen construyendo desde hace ocho años. El tubo que puede enviar gas desde Siberia a Shanghái a lo largo de 3.000 kilómetros se encuentra en el tramo final; para colmo, en su camino va regando combustible sobre diversos puntos del norte de China. Aunque comenzó bombeando una fracción de su capacidad, los datos evidencian que la guerra ha impulsado su uso.
Es que la nación que lidera Vladimir Putin envía más gas a China desde febrero, cuando arrancó la nueva etapa del litigio ucraniano. “El gasoducto puede suministrar hasta un total de 38.000 millones de metros cúbicos al año, pero antes del conflicto, Rusia enviaba unos 4.000 o 5.000 millones. Las entregas han aumentado ahora en un 63,4% y la idea es que para 2023 aproveche la capacidad completa”, indicó el ministro de Energía ruso hace 24 horas. Nikolai Shulginov hizo otras reflexiones sensatas: “Sin duda, no venderemos a pérdidas o por debajo de coste”, porque “no permitiremos ese tipo de comportamiento hacia nosotros”. Al filo de la temporada invernal, “el destino de la industria europea y el bienestar de los ciudadanos de la Unión Europea dependen completamente de la racionalidad de las decisiones de sus líderes”.
Si la ausencia de electricidad no perjudicara la visualización de la Copa del Mundo Qatar 2022, uno podría imaginar a las familias en derredor del samovar, listas para tomar unos mates de zavarka antes de ver los partidos. De pava eléctrica o cosas así, ni hablemos. Aunque en realidad sólo los sirios que retornan con su Piporé bajo el brazo disfrutan la infusión. Entre la rus de Kiev y la rus de Moscú, lo que manda es el té.
Europa, Asia profunda, Brics
Eso no es todo. Las importaciones de petróleo crudo a China desde Rusia han mostrado un aumento notable del 54,8% interanual, lo que la llevó a superar temporalmente a Arabia Saudita como el mayor proveedor de oro negro al gigante asiático. ¿Quiere Rusia sustituir a Europa por China como principal cliente de combustible? En realidad ambos protagonistas de la nueva era no se resignan al proyecto de incorporar a la Unión Europea (UE) como otro polo del nuevo diseño universal. Así que al tiempo que muestran su capacidad para abastecerse y lograr las conexiones con otros productores, este periodista piensa que no cortarán las vías de diálogo económico ni dejarán de lado las importantes instalaciones que, como Nord Stream, vinculan las regiones. Vale recordar que el ataque sobre este gasoducto fue realizado por el bloque anglosajón que comanda la OTAN.
Conectar Asia profunda demandará paciencia zen. Es un gran rompecabezas sobre el cual operan los acuerdos parciales y, en el plano general, la Organización de Cooperación de Shangai (OCS). Hace poco se añadió una pieza clave en Uzbekistán, mediante el aumento de su participación en la Iniciativa de la Franja y la Ruta y el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC). El re fortalecido gobierno uzbeko se ha comprometido, además, a impulsar otro corredor de transporte de Asia Central: un ferrocarril China-Kirguistán-Uzbekistán-Afganistán. La semana que concluye se concretó un acuerdo al respecto entre las autoridades de los países citados y la compañía de logística china Wakhan Corridor. Vale apuntar que de ese modo se podrá respaldar la recuperación de Afganistán, sin invasiones y sin propaganda sobre derechos humanos al uso norteamericano. El nuevo gobierno de Kabul ya expresó que no necesita asesores militares sino petróleo, gas y trigo en precios adecuados.
La cuestión aquí planteada es de importancia. Hace rato, al menos desde la eclosión de la crisis financiera 2008-2010, China, Rusia y aliados notables como los que integran la OCS y los BRICS, fueron planteando vínculos comerciales de gran poder cautivante a naciones y empresas productivas occidentales. Conscientes de que un decurso relativamente normal de los acontecimientos podía llevar a los gobiernos políticos de Europa a adentrarse en una lógica pacífica alimentada por alzas de PBI, de la recaudación y por tanto de una contención ligada a la historia del bienestar social, ofrecieron apertura de mercados profundos y multitudinarios. La sobreimpresión atlantista con sus rasgos financieros está forzando el desmonte del proceso y sometiendo a esos países con brutales transferencias de recursos hacia el hueco. En ese punto es preciso situar la descripción china sobre el rol “anti histórico” de los Estados Unidos.
La desterritorialización en modo dual
El bloque anglosajón –integralmente cooptado por las corporaciones- está haciendo uso dual de la desterritorialización. Por un lado absorbe los recursos de las naciones políticas mediante programas económicos comparables a los que impone desde hace un siglo sobre un mundo ya poco periférico, y por otro agrede el territorio de las naciones emergentes –naturalmente políticas- para las cuales el asentamiento sobre una zona forma parte de su razón de ser. En ese punto es preciso, entonces, situar la descripción rusa sobre lo que considera un intento de destrucción de su Estado. En todos los casos, si se limpia de artilugios propagandísticos la emisión de los jefes globalizadores, es posible hallar la verdad en el interior de las enunciaciones.
Al seguir el rastro de las actividades económicas desarrolladas en las últimas tres décadas, cabe brindar razón a quienes interpretan la provocación fronteriza de la OTAN como una agresión a tres bandas. Sobre Rusia, claro, sobre China, de modo indirecto –en el tema semiconductores el dragón se encontró sancionado sin haberse insertado en conflicto bélico alguno- y sobre Europa, a la cual se priva del más voluminoso socio comercial externo y del principal proveedor de combustible. En este último caso vale incluir el congelamiento del avance del euro, imaginado por Rusia, China e Irán (antes por Irak, Libia, Siria, qué coincidencia) como valor asentado en bienes de producción y consumo y materias primas. En la alocada -aunque no exenta de táctica- contra ofensiva atlantista se percibe la irracionalidad de un comportamiento que barrena las cuentas sencillas de los seres humanos y exige al planeta que le provea sostenimiento concreto a cambio de nada.
Retomemos el sendero unos minutos antes de la guerra. Ya hemos hablado del acuerdo comercial e inversor que Europa había suscripto con China en diciembre de 2001 y del desesperado bloqueo atlantista que se concretó casi de inmediato. Pero ¿Y Rusia? Apenas un día atrás Putin trazó una línea interpretativa que fundamenta lo aseverado en estas líneas acerca de la voluntad euroasiática de integrar regiones en tono multipolar. Tras el golpe de Estado del 2014, las regiones del este de Ucrania desconocieron el poder del gobierno ucraniano y expresaron el deseo de unirse a Rusia. No obstante, en Moscú se intentó llegar a un acuerdo con Kiev, declaró el presidente ruso. Y añadió que una adhesión en aquel entonces podía haber evitado pérdidas humanas.
“Partíamos de la base de que tal vez se podría llegar a un acuerdo y que Lugansk y Donetsk podrían reintegrarse de alguna manera a Ucrania en el marco de los Acuerdos de Minsk (…) Nos encaminamos sinceramente a eso, pero no sentimos el ánimo de la gente hasta el final”, expresó Putin en una reunión con las madres de los reservistas movilizados de la operación especial militar dedicada al Día de las Madres. Agregó que “era imposible entender del todo lo que estaba pasando allí [en Donbás], pero ahora es evidente que esta reunificación debería haber ocurrido antes. Tal vez no habría habido tantas víctimas civiles, tantos niños muertos”.
Aunque las intenciones de base, con sentido estratégico, de Rusia (este narrador incluye, de China, como lo reveló recientemente el estratega norteño Henry Kissinger) estaban a disposición de quien quisiera escuchar, el ruido de medios controlados por el capital financiero lo impidió: “Está claro que la vida es más complicada y diversa de lo que se muestra en la televisión o incluso en Internet –precisó Putin en esa charla-. No te puedes fiar absolutamente de nada, hay muchas falsificaciones, engaños y mentiras. Hay muchos ataques informativos porque siempre fue así en el mundo moderno, pero con la tecnología moderna se volvió especialmente relevante y eficaz. La información también es un arma de lucha”, aseveró, sabedor de la demonización impuesta sobre las potencias emergentes en cada ocasión que intentaron pactos hilvanados con la Carta de las Naciones Unidas. Esto es, con los intereses de los todavía en brega por existir Estados continentales industriales con afincamiento regional y por tanto productivo.
Los cruces internos en occidente
Las políticas impuestas por los Estados Unidos y la conducción atlantista vienen damnificando el vínculo con los aliados de la UE y los exponen a que la opinión pública del bloque comunitario se vuelva contra el apoyo militar a Ucrania y la alianza atlántica, según indicó la semana en fuga el medio digital Político. Este interesante espacio periodístico dialogó con funcionarios de varios países de la UE que se mostraron “furiosos” con la Administración Biden. Su indignación se fundamenta, básicamente, en el hecho de que EE.UU. es “el país que más se está beneficiando” del conflicto armado, “porque vende más gas y a precios más altos y porque vende más armas”, dijo uno de los funcionarios consultados.
Por un lado, la interrupción del comercio normal en Europa lleva a las economías de la región a la recesión, mientras que el mayor punto de tensión en las últimas semanas han sido los subsidios y aranceles aprobados por Biden, medidas que, según Bruselas, alejan a la UE del comercio con EE.UU. al tiempo que amenazan con destruir a la industria europea. El bloque comunitario fue conminado a reducir su dependencia de la energía rusa y para ello intenta recurrir al gas estadounidense, pero el precio que paga por este es casi cuatro veces más alto del que afrontan los consumidores en la potencia del Norte. Asimismo, es probable que se produzca un aumento en los pedidos de equipos militares de fabricación estadounidense después de que los ejércitos europeos hayan visto mermados sus arsenales tras sus masivos envíos de armas a Ucrania, señala Político.
Por todas estas razones, ministros y diplomáticos de los países de la UE se sienten frustrados y expresaron su desaprobación ante la Administración Biden, la cual “simplemente ignora el impacto que tienen sus acciones sobre los aliados europeos”. Así, recoge el medio, el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, pidió a Washington responder a las preocupaciones y tomar conciencia del “impacto económico” que causan en los Estados comunitarios las decisiones que toman al otro lado del Atlántico. En esa dirección, el ministro de economía de Alemania, Robert Habeck, pidió más “solidaridad” por parte de EEUU y la reducción de los costos de la energía, “pero todo fue en vano”.
Cuando los líderes europeos plantearon ante Biden el tema de los altos precios de la gasolina en la cumbre del G20 en Bali la semana pasada, el presidente estadounidense simplemente parecía no estar al tanto del problema, según el alto funcionario citado anteriormente. En opinión de un diplomático que habló con la publicación bajo condición de anonimato, es la ley estadounidense de Reducción de la Inflación la que lo “cambia todo”. Para Biden, se trata de un logro histórico, mientras que en la UE se la ve de otra manera, como un conjunto de “subsidios discriminatorios que distorsionarán la competencia”, según aseveró otro diplomático francés.
“La Ley de Reducción de la Inflación es muy preocupante”, valoró la ministra de Comercio neerlandesa, Liesje Schreinemacher. “El impacto potencial en la economía europea es muy grande”, criticó. “EE.UU. está siguiendo una agenda interna que discrimina a los aliados de EE.UU.”, denunció por su parte el eurodiputado croata Tonino Picula. Otro de los consultados señaló que tras la concesión de subsidios a las industrias ‘verdes’ por valor total de 369.000 millones de dólares, es legítimo plantear la cuestión de si el país norteamericano sigue siendo un aliado de la UE o no.
“Si la economía europea no va bien, es beneficioso para EE.UU.”, país que “ve en la Unión Europea un rival económico”, afirmó el subdirector y responsable del área de Geopolítica de la revista española La Comuna, Pablo García Varela. “No ve un aliado, no ve unos amigos” a los que vaya a ayudar “mientras están pasando mal y hay que frenar a Rusia”, continuó Varela. “A través de aumentar el coste de la energía y hacer que sus industrias [rivales europeas] sean menos competitivas, EE.UU. puede posicionarse mejor en el comercio internacional”, concluyó.
El fútbol y la guerra
Es evidente que el fútbol no tapa nada. Los pueblos disfrutan gambetas y goles pero no pueden desconocer sus propias condiciones de vida. El panorama que se viene describiendo en estas Fuentes se agudiza con el transcurso del tiempo porque esos conglomerados humanos perciben que los combates desplegados en Ucrania son presentados cual gran campaña en favor de una etérea democracia, despojada de soluciones prácticas en la cotidianeidad. Para colmo, los “autócratas” siguen ganando elecciones, como en Uzbekistán, y aunque nadie lo informó, la oposición taiwanesa acaba de vencer en los comicios locales, forzando la renuncia de la pro occidental Tsai Ing-wen como presidenta del partido gobernante.
Vale correrse un tanto de la enredada aceleración local y observar el planeta desde el Sur. Hay un mensaje implícito lanzado por varios pueblos; entre otros, India, Siria, Palestina: en cada Mundial –y en este también– se marcha con la bandera argentina como relevo de la propia, que no llegó a flamear en la contienda deportiva. ¿Por qué hacen eso? Bueno, en el ámbito del fútbol Diego Armando Maradona dejó la huella imborrable del talento de los humildes atravesado por una rebeldía feroz. Pero hay algo más. Hace pocos días lo apuntó nuestro amigo, el pensador nacional Julio Fernández Baraibar: “País extraño el nuestro. Despreciado por un sector convencido de que no vale la pena, ha elevado, en los siglos XX y XXI, a nivel de figuras universales a cinco de sus hijos: Eva Perón, Ernesto Guevara, Diego Maradona, Jorge Bergoglio y Hebe de Bonafini”.
Mientras este periodista se prepara unos mates, concibe otro añadido. Son muchos los países humildes con guerras a sus espaldas. Por lo común, conflictos fronterizos con vecinos en equivalencia relativa de condiciones. De todos ellos son bien escasos los que, como la Argentina, se dan el lujo de evocar un explosivo enfrentamiento con un Reino Unido respaldado por los Estados Unidos. El Atlántico Sur es, también, parte de la memoria colectiva global de quienes necesitan alzar la cabeza y construir el propio destino. Como si eso fuera poco, en el 2001 fueron los muchachos de este país los que empezaron a derruir, ladrillo a ladrillo, la hegemonía del neoliberalismo.
Mientras todo lo narrado sucede en la política internacional profunda, la celeste y blanca representa futuros valiosos a partir de pasados emocionantes.
*Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
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