La ONG Mujeres tras las rejas, que desde hace años trabaja en territorio con personas privadas de la libertad o que acaban de recuperarla, dicta talleres para profundizar el ejercicio de derechos: Huerta, Bici, Cerámica, Gestión Menstrual y Textil.

“El objetivo primordial de esta organización, que hace diecisiete años que trabaja en territorio con mujeres presas, es profundizar el ejercicio de derechos, que los tomen como propios porque están. Lo que pasa es que hay que poder ejercerlos. Ahí está el eje”. Sobre el final del recorrido por Casa “Cristina Vázquez”, en calle Tucumán 2647, sede de la ONG Mujeres tras las rejas, su referente Graciela Rojas nos ayuda comprender el trabajo tanto en los penales como fuera de ellos, tanto con las internas y con las que han recuperado la libertad; y nos dan la real dimensión de la primera bicicleta armada en el lugar, de los plantines y sus macetas, de la sublimadora que espera, de las toallitas femeninas o de los kits de bebés que allí se realizan. 

Siempre con esperanza

Es lunes por la tarde y en Casa “Cristina Vázquez” –nombre que evoca a una mujer inocente, víctima del Poder Judicial, que terminó quitándose la vida– se trabaja en Huerta y Bici, dos de los talleres que se dictan en el lugar. 

Luego de recorrer la planta baja con Graciela y ver la salita de juegos infantiles, los espacios de trabajo, de lectura en la que sobresalen las producciones propias y de conversaciones, subimos por la escalera, atravesamos una sala en la que se está dictando Huerta y continuamos hasta la terraza, donde las plantas resisten a los implacables soles de diciembre.

Foto: Cande Robles

“Siempre con esperanza”, dice Etelvina y agrega: “Trasplantar; si se secó, vamos de nuevo; con amor y cariño, vamos de nuevo; y, a medida que va creciendo, está la esperanza, sobre todo, de que va a seguir creciendo”. Ella, que habla de las plantas, es una de las asistentes al taller de Huerta. No puede disimular su orgullo por su creación: unas macetas biodegradables elaboradas con algo de harina, yerba usada, esos pocos elementos que tiene a mano en la Unidad 5, donde se encuentra alojada. Comparte con sus otras compañeras otros logros no menores: un repelente para mosquitos hecho en base a tintura madre de citronela; y un champú, mediante el mismo proceso, pero en este caso de siuku, una planta cordobesa, que para su suerte la naturaleza hizo crecer en el penal, en forma de yuyo. Ambos productos son imprescindibles en los lugares en que se alojan las mujeres, sobre todo aquellas que están con sus hijas e hijos. “Hace seis meses, que vengo a hacer huerta y cultivar plantas me genera una paz, que es impresionante. Está bueno trabajar con las manos, con la tierra, ensuciarse”, cuenta Sabrina.

Mujeres tras las rejas nació en 2006 con el propósito de trabajar “por los derechos de las personas privadas de libertad”. Y, como parte de ese cometido, en la casa “Cristina Vázquez”, inaugurada en 2021, tienen la posibilidad de ampliar su vasta tarea desplegada en los lugares de encierro. En esta sede, entre otras actividades, se desarrollan los siguientes talleres: Huerta, Bici, Cerámica, Gestión Menstrual y Textil. Si bien están focalizados en el pre-egreso –la instancia que antecede a la excarcelación– también asisten internas que no están en esa situación e incluso algunas chicas, que ya han recuperado la libertad.

Foto: Cande Robles

El taller de Huerta está a cargo de Rodrigo, quien inició esta tarea a principios de año. “Arrancamos haciendo cajones, juntando macetitas y consiguiendo tierra para poder hacer algo; y seguimos con la siembra: plantas de flores, plantas para consumo, producción de plantines”, enumera, y aclara que no hay preferencias, sino que “es un poco lo que se puede, con los límites de espacio y también las inclemencias climáticas”.

Luego, resalta que “el fin de este espacio, no es sólo dar contención, sino también contribuir con las que van a salir en libertad”; a lo que Carmen, que es coordinadora general de los talleres, agrega: “Esto tiene un sentido de salida laboral o de producción para tener un ingreso. Por supuesto nadie se llena de guita, pero por lo menos se da un sentido económico a lo que se hace. Todos los talleres lo han logrado”.

Así, Huerta se fusionó con Cerámica y se han empezado a comercializar las plantas en sus macetas sumando valor agregado. Además, comienzan a pensar en el cultivo de plantas aromáticas y también ornamentales, siempre en ese marco de paciencia y esperanza que se trasunta en cada rincón de la casa. 

“Metimos una cuña”

En la planta baja, Patricia, que ese día asiste por primera vez ya en libertad, repara una bicicleta infantil. Sigue las indicaciones de Arely, la coordinadora, quien se fue formando en el oficio por una conjunción de voluntad y necesidad. Como ciclista y jugadora de bicipolo, no le cerraba eso de requerir los servicios de otros, fundamentalmente varones, y comenzó a formarse hasta que abrió su propio taller y, al mismo tiempo, comenzó su tarea solidaria transmitiendo sus saberes en la ONG. “Es un rubro tomado por los varones desde hace muchos años pero ahora, de a poco, nos estamos pasando conocimiento. Queremos enseñarles a las chicas y que lo vean como una posibilidad de trabajo, que es aprender un oficio, que está listo para ser tomado por mujeres”. A su lado, Graciela Rojas completa: “Ahí, metimos una cuña”.

Foto: Cande Robles

El taller de Bici funciona desde hace un año y medio, y días atrás logró armar un rodado nuevo, completo, que se rifó para recaudar fondos y que ganó una vecina. “Ya la probamos y está para usarla. Aparte, hicimos un chequeo y los últimos ajustes”, cuenta Arely, y sigue con las instrucciones. “Ahora, ponemos grasa”, dice, y Patricia lo hace. Una pequeña bicicleta rosa, usada, que llegó como donación, busca su mejor forma para ser sorteada. Así, “las chicas pueden aprender, hacen una rifa y el espacio se va alimentando”. 

Ensamblar, hilvanar, sembrar

En un espacio que alberga libros publicados por Mujeres tras las rejas y que recopilan la tarea de talleres, Graciela Rojas amplía detalles sobre las producciones: el kit de bebés y las toallas ecológicas, de Textil y su articulación con Gestión Menstrual, lo que “tiene mucho bagaje de feminismo y ecología”. Se ilusiona con la posibilidad concreta de proveer de cortinas y sábanas a un hostel. Destaca, además, las visitas culturales con idas al cine y al Tríptico de la Infancia, y también las valiosas charlas que se dan en la sede. 

Foto: Cande Robles

Y vuelve a enfatizar en el ejercicio de derechos, y en la invisibilidad y vulnerabilidad de las mujeres alojadas en penales: “No es que la cárcel resuelve o aminora; al contrario, la cárcel profundiza todo ese desamparo que tuvieron hasta llegar ahí”. 

Contra ese desamparo, allí se siembra, se hilvana y se ensambla para ejercer derechos.

Casa “Cristina Vázquez”

“En el nombre y el cuerpo de ella, todas las que están detrás”, dice Graciela Rojas sobre Cristina Vázquez, una joven formoseña, condenada por un crimen que no cometió y que pasó once años detenida hasta que se pudo demostrar su inocencia. Poco después, ya en libertad, sin ayuda ni contención, se quitó la vida. 

La sede de Mujeres tras las rejas, en Tucumán 2647, lleva su nombre. La ONG tiene cuenta en Instagram; en Facebook; y el correo electrónico casacristinavazquez@gmail.com

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