Ya en la calle, que está muy oscura, busca la moto. Llega hasta donde la dejó, preparándose para partir, pero se detiene de golpe: la moto tiene las ruedas en llanta. Se acerca, intrigado, y descubre que hay un papel sobre el manubrio. 

Lo agarra, con preocupación. Como está muy oscuro, camina hasta la esquina donde hay un farol con una luz tenue pero que permite ver un poco mejor. Despliega el papel debajo de la luz, y lee: el que jode con la mafia pierde.

¡La puta madre!…, se dice, comprendiendo que le pincharon las ruedas como advertencia. Se da cuenta de inmediato que la amenaza viene del lado del Mencho. Lo que no logra discernir, de todos modos, es el alcance que pueda tener: si se limita a una intimidación o si puede pasar a mayores.

Hace un bollo con el papel y lo tira a un costado. Intranquilo, comienza a caminar hasta que llega a la avenida. Después dobla hacia el sur y sigue caminando rápidamente. A esa hora no hay nadie en la calle, lo cual le produce una sensación contradictoria en la que se mezclan el alivio con la preocupación. Lo único que pasa es un colectivo vacío que va sin pasajeros, o bien porque no quedó nadie en la calle o bien porque está fuera de servicio. Como sea, la impresión que le provoca verlo es francamente desalentadora.

Finalmente llega hasta una esquina donde hay una gomería abierta, y vacía. Entra y se dirige a una casilla que está en el fondo, en la que un hombre cabecea sentado en una silla.

Buenas, exclama con fuerza. El hombre se despabila y lo mira, esperando que hable.

Tengo las ruedas de la moto en llanta, le explica, y necesito que la vayan a buscar.

Mirándolo de arriba a abajo, como si lo estuviese midiendo, el hombre le responde: esta noche imposible. Mañana temprano en todo caso. Si querés anotame acá la dirección, le indica, extendiéndole un papel.   

Bueno, dale, dice él. En todo caso vengo al mediodía. 

Escribe la dirección sobre el papel y se lo da al hombre, que lo dobla en trozos cada vez más pequeños hasta que, cuando alcanza el tamaño del bolsillo de la camisa, lo guarda allí.

Justo en ese momento suena un trueno, y se produce un refucilo. Sale corriendo, bajo una lluvia intensa. A los pocos metros está totalmente empapado, pero corre igual.

Capítulo anterior

¡Sumate y ampliá el arco informativo! Por 700 pesos por mes recibí todos los días info destacada de Redacción Rosario por correo electrónico, y los sábados, en tu casa, el semanario El Eslabón. Para suscribirte, contactanos por Whatsapp.

Más notas relacionadas
Más por Roberto Retamoso
  • Revisitando a Sábato

    Hace más de 50 años leí Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato. Recuerdo que me impresio
  • De lo macro a la acción

    La Justicia condenó a Cristina Fernández, asistimos a un show mediático con consecuencias
  • Mirala que linda viene

    En andas cuando se puede, y otro poco a la rastra, un grupo de hinchas de Rosario Central
Más en Columnistas

Dejá un comentario

Sugerencia

Rosario Salvaje tendrá su cuarta edición en el Galpón 11

Este sábado 23 de noviembre, desde las 20, el festival volverá al espacio de Sargento Cabr