Más allá de lo imprevisible de esta nueva y taquillera serie estadounidense, parece indudable que Donald Trump utiliza el circo como campaña electoral. Y todo indica que los tiempos de la Justicia le darán la posibilidad de volver a ser candidato.

“Si se aplicaran las leyes de Núremberg, todos los presidentes estadounidenses de la posguerra habrían sido ahorcados”. Es una de las frases más conocidas del lingüista y activista estadounidense Noam Chomsky. (En su idioma original: “If the Nuremberg laws were applied, then every post-war American president would have been hanged”).

Chomsky se refiere al conjunto de procesos judiciales que tuvieron lugar tras la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Tuvieron el objetivo de determinar las responsabilidades de dirigentes, funcionarios y colaboradores del régimen nacionalsocialista de Adolf Hitler por crímenes y abusos contra la humanidad entre el 1 de septiembre de 1939 hasta mayo de 1945. En realidad, más allá de la versión oficial, fue un proceso de selección de nazis. A algunos los mandaron a la horca. Pero a muchos otros (miles) los sumaron como colaboradores en el marco de la Guerra Fría, para luchar contra el comunismo. Estos últimos no pasaron por el banquillo de los acusados. Pasaron a engrosar las filas de la CIA y otras agencias en el marco de un plan sistemático que se denominó “Operación Paperclip” (“paperclip” se puede traducir por “sujetapapeles”, en nuestra lengua se utiliza la expresión “clip” para hacer referencia a ese artículo de oficina que, en la versión de Estados Unidos, no enganchaba papeles sino genocidas nazis).

Y hoy, tan lejos de aquellos días, los diarios del mundo repiten una frase rimbombante con relación a las imputaciones contra el ex presidente Donald Trump: “Es un hecho inédito en la historia de los Estados Unidos”; “por primera vez en la historia de Estados Unidos un ex presidente es imputado por la Justicia”.

Si tendemos un puente entre los titulares de hoy y la frase (y las obras de Chomsky) se abre un panorama amplio de preguntas sobre el grado de impunidad que ha detentado ese país: El único que tiene 900 bases y entre 300 mil y 500 mil soldados en todos los continentes (“la invasión permanente” podría llamarse la serie). El único que arrojó una bomba atómica sobre población civil. El que arrasó Irak a partir de una de las noticias falsas sobre la presencia de armas de destrucción masiva: una falacia que duró poco, y cuando la verdad salió a la luz, no pasó nada. El engaño produjo un millón de muertos en 20 años. Y todo quedó impune. La lista de atrocidades cometidas por Estados Unidos es un universo en expansión. Ni esta nota ni lugar alguno es capaz de contender esa historia de prepotencia, genocidio e impunidad. 

Acaso este sea uno de los contextos posibles para encuadrar la noticia que viene recorriendo el mundo. Si Trump es el primero, cuánta impunidad hubo hasta ahora. Y cuánto hay de circo, show mediático y campaña electoral en este procedimiento judicial contra el magnate. Esto va más allá de cuál sea el final de esta futura serie de Netflix, Amazon, Disney u otras plataformas que emiten series. 

No es impensable que Trump pueda resultar condenado por alguno de los 34 graves crímenes que se le imputan. Hablamos de un magnate que logró lo que pocos: estafar a los bancos neoyorquinos, esquilmar con burdas mentiras a la crema de Wall Street. Les robó a los más grandes ladrones. Así se convirtió en magnate.

Luego devino estrella de televisión en un programa que consistía en la puesta en escena de la explotación, el abuso laboral, el acoso, y un ejercicio despótico del poder. Humillaba trabajadoras y trabajadores y eso concitó el embeleso de millones de televidentes.

Ya convertido en presidente, gobernó al servicio de las corporaciones, a las que les bajó la carga impositiva en forma escandalosa. Y siempre se mostró, en forma desembozada (para ganar votos) racista, mitómano, misógino, matón, homofóbico y abusador de mujeres (entre otras muchas miserias que para su electorado son “virtudes”). 

Los que lo apoyan están pidiendo “sangre” para reparar la injusticia que está sufriendo su líder. Los que lo detestan quieren verlo entre rejas. Incluso aquellos que apoyaron a otros presidentes genocidas pero con buenos modales y un discurso más modosito. 

Cuando ganó la elección presidencial, se podía escuchar en las calles a muchos ciudadanos estadounidenses, heridos en su orgullo imperial, diciendo “Nos gobierna un estafador de Queens”. Y la mención de ese distrito de Nueva York no está exenta de connotaciones. (Queens no es Manhattan). Lo cierto es que, durante su gobierno, se malquistó con una parte (apenas un sector, pero muy poderoso, de algunos de los tantos grupos que conforman lo que suele denominarse establishment).

Una de suspenso

Por eso no es impensable que sea condenado. Tampoco que sea sobreseído. O que reciba la típica condena que se aplica a los ladrones y asesinos de guante blanco. Una multa, “una palmadita en la espalda” (la expresión es una traducción de la que se utiliza en Estados Unidos para denunciar la inequidad del sistema judicial) y la promesa del acusado que, cual niña o niño travieso, promete a sus papis “no lo hago más”. 

Más allá de lo imprevisible de esta nueva serie estadounidense, parece indudable que Trump utiliza este circo como campaña electoral. Y todo indica que los tiempos de la Justicia le darán la posibilidad de volver a ser candidato.

En la nota de Atilio Borón titulada “Trump en el laberinto judicial”, publicada en Página 12, el autor describe el itinerario judicial por delante. Hubo una acusación concreta en su contra. Luego debió comparecer ante un tribunal público para oír las acusaciones en su contra. En esa instancia, se declaró inocente y regresó a su residencia en Florida. El juez deberá determinar ahora si existen razones para arrestarlo, o bastará con que deposite una fianza o quede sujeto a alguna otra restricción hasta que comience el juicio, lo que puede demorar varios meses. Habrá luego una serie de audiencias previas en las cuales los abogados de Trump tendrán derecho a examinar las evidencias del caso, valorar la pertinencia o no de los testigos y desestimar algunos o todos los cargos. Superada esta instancia, el juez tendrá que decidir si hay elementos suficientes para iniciar un juicio. 

Suponiendo que el juicio tenga lugar y Trump sea encontrado culpable, aclara Borón, esa sentencia puede ser apelada por el acusado, iniciando otra larga batalla judicial. Si su apelación no prosperase y el jurado lo condenara, el juez emitirá la sentencia, que también puede ser apelada por el acusado. “En todo caso, lo crucial de todo este proceso es que aún con una condena en su contra Trump podrá ser candidato a presidente en las elecciones de noviembre del año próximo. Por eso hay quienes consideran a este proceso judicial como el lanzamiento de la campaña presidencial del magnate neoyorquino”, señala el politólogo.

Las acusaciones

Aunque los detalles de los cargos específicos todavía permanecen en secreto, el caso presentado por el fiscal del distrito de Manhattan, Alvin Bragg, gira en torno a la investigación de los 130 mil dólares pagados a la estrella porno Stormy Daniels antes de las elecciones de 2016. El ex abogado de Trump, Michael Cohen, testificó ante el Congreso que organizó el pago a Daniels a cambio de su silencio sobre un encuentro que dice haber mantenido con el multimillonario en 2006. Trump, que ya estaba casado con su esposa Melania en ese momento, niega el hecho. 

El caso Daniels es el más vendedor en términos cinematográficos, porque contiene una de las palabras más buscadas en Internet: “porno”. Pero no es el único ni el más grave.

Un fiscal independiente está investigando el posible papel que desempeñó Trump en la insurrección del seis de enero de 2021 en el Capitolio estadounidense, así como su manejo y custodia de documentos clasificados después de abandonar la Casa Blanca.

En el estado de Georgia es objeto de una investigación por presionar a funcionarios para anular la victoria de Joe Biden allí en 2020, con una llamada telefónica grabada en la que pedía al secretario de Estado que “encontrara” suficientes votos para revertir el resultado. 

El fiscal Bragg resumió las acusaciones en una rueda de prensa posterior a la comparecencia. Allí se advirtió al ex mandatario sobre su retórica incendiaria en redes sociales. Trump, junto a la editora American Media Incorporated y su ex abogado personal Michael Cohen, “acordaron en 2015 ejecutar una trama de «catch and kill» (cazar y matar), que es una estratagema basada en aprietes y sobornos con el fin de comprar y suprimir información negativa, para mejorar las posibilidades de que Trump ganara las elecciones”, explicó Bragg. 

Esa trama, denunció el fiscal, incluyó actividades delictivas como el establecimiento de empresas fantasma y la producción de documentos falsos, y la comparó con una “conspiración para promocionar una candidatura (electoral) por medios ilegales”. Los 34 cargos contra Trump consisten en distintos tipos de “falsificación de registros mercantiles en primer grado”, y son considerados “violaciones del artículo 175.10 del Código Penal”.

Las encuestas

Según informó el sitio estadounidense Vice News, Trump predijo que una acusación “mejoraría mis números” en las encuestas, y hasta ahora se quedó demostrado que tiene razón, al menos en las primarias republicanas.

Una encuesta del canal de televisión de tendencia republicana Fox News (publicada después de que Trump declarara que sería acusado de manera inminente), lo encontró ganando el apoyo del 54 por ciento de los posibles votantes de las primarias republicanas en todo el país frente al 24 por ciento de Ron DeSantis, una ventaja de 30 puntos que se había duplicado desde la última encuesta de Fox. 

Otra encuesta de la Universidad de Quinnipiac (anterior a la comparecencia del ex mandatario) encontró que el 93 por ciento de los republicanos pensaba que el enjuiciamiento del fiscal Bragg estuvo motivado principalmente por la política, no por la ley, y sólo una cuarta parte dijo que debería descalificarlo para volver a la Casa Blanca.

La base del Partido Republicano ha acudido en masa en apoyo de Trump cada vez que se enfrenta a un riesgo legal grave (sus números en las encuestas en realidad aumentaron entre los republicanos durante sus dos juicios políticos) y parece que eso no cambió desde que dejó el cargo. Como resultado, las personas que quieren bloquearlo de la nominación republicana se sienten obligadas, una vez más, a defender a su oponente o enfrentar la ira de sus partidarios, dejándolos en una situación en la que todos pierden y que sólo fortalece el control de Trump sobre la base del partido, informó el medio estadounidense Vice News.

Pero otros números surgidos de sondeos que no se circunscriben a los que apoyan al partido Republicano dejan claro que el caso ahondó la ya profunda grieta estadounidense: según una encuesta realizada por el canal de tendencia demócrata CNN, el 60 por ciento de los estadounidenses aprueba la imputación. Los números suben al 94 por ciento en el campo demócrata y el 62 por ciento entre los independientes, mientras el 79 por ciento de los republicanos están en contra.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 08/04/23

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