El capitán de la Selección jugará en el Inter de Estados Unidos, sede de las próximas ediciones de la Copa América y el Mundial. Franquicias por clubes, negocios por fútbol es lo que ofrece la rara Major League Soccer.

Mientras el mundo del fútbol ponía sus ojos en Estados Unidos, los espectadores anfitriones del Mundial 94 ponían los suyos en un folleto que explicaba las reglas básicas de ese juego al que ellos llamaban (y llaman) “soccer”. Ese año la Copa del Mundo llegó por primera vez a un país no futbolero. Un periodista europeo lo comparó con “la celebración de una gran competición de esquí en un país africano”. Sin embargo, EEUU es hasta la actualidad dueño del récord de asistencia en los estadios. En 2026 volverá a ser sede (apenas compartida con México y Canadá), pero ya no necesitará imprimir guías para explicar de qué va ese deporte de 11 contra 11 en canchas más grandes que las de básquet y con menos líneas que las de fútbol americano. Ahora tendrá a Lionel Messi, que acaba de anunciar su arribo a la Major League Soccer (MLS), un certamen joven y poco convencional creado tras el impulso de aquel primer Mundial en el país del norte.

No trates de entenderla

Nuestra Liga Profesional tiene lo suyo, para qué negarlo. En los últimos tiempos fue torneo Clausura cuando arrancaba el año y Apertura cuando terminaba. Fue Superliga y ahora Liga Profesional. Hubo torneos cortos y medianos, de todos contra todos o de algunos contra otros, de 20, 30 o 28 equipos, como ahora.

La Major League Soccer, presentada en sociedad en diciembre del 93 mientras se sorteaban los grupos del Mundial del año siguiente, tiene de buena organización lo que tiene de rara. Es un caso atípico en el mundo, tanto para los países que conciben a los clubes como sociedades civiles o como sociedades anónimas. 

La liga fue parte de una exigencia de la Fifa (¡cómo el anfitrión de un Mundial no va a tener un torneo profesional!) y comenzó a disputarse en 1995. Atrás quedó la North American Soccer League (NASL), que llevó a Pelé y a otras grandes figuras, y que bajó la persiana en 1984.

El certamen naciente nada quiso saber de méritos deportivos. Decidía en qué equipo jugaba cada jugador y cuánto cobraría. Los clubes que venían jugando una liga de menor valía se transformaron en la segunda división, sin tener el derecho a competir por arrancar en Primera. En la máxima división sólo había lugar para los inversionistas que adquirían una franquicia de la MLS. La billetera mató al mérito deportivo.

En el libro Ligas exóticas, el español Manuel Vaquero explica que la MLS “estableció una estructura corporativa única de una sola entidad con equipos gestionados por inversores, que existían como franquicias separadas. A diferencia de lo que ocurre en el resto del fútbol, los fichajes y los salarios de los jugadores son gestionados por la propia MLS”.

Nos resulta familiar dividir la NBA en conferencia Este y Oeste. En la liga de fútbol pasa lo mismo. Hay una temporada regular, los mejores se enfrentan en playoff ¡al mejor de tres! y la gran final es con los ganadores de cada conferencia. “La MLS prefirió «americanizar» este deporte, dándole una mayor similitud a como se jugaban otras disciplinas en el país y así atraer a nuevos aficionados”, escribió el analista madrileño. Así fue que desaparecieron los empates: las igualdades se definían por shootout, una suerte de paneles más parecido a un mano a mano entre el ejecutante y el arquero que a un tiro desde los doce pasos.

En el 2000, la crisis no fue sólo argentina. El entusiasmo que el público arrastraba desde el Mundial 94 se fue apagando y la MLS caminó al borde del abismo.

En el Oeste, está el agite

A la MLS se la conoció como Cementerio de los Elefantes, aunque no en el mismo sentido que al estadio de Colón de Santa Fe. Hacia allí iban grandes figuras a terminar su carrera para engrosar sus bolsillos. “Expresión muy dura e injusta”, dice Vaquero, que en diálogo con El Eslabón pide “no comparar una competición que tiene 30 años con competiciones que son centenarias”.

Cuando la liga moría, ocurrió el fichaje de David Beckham en 2007 y revivió. No en plenitud pero aún activo, el volante inglés arribó a Los Ángeles Galaxy con 31 años. “Es muy lindo para ser futbolista”, lo definió alguna vez Diego Maradona. La cara del ex Real Madrid y Manchester United pesó más que su exquisita derecha. Jugó poco, pero con su llegada se creó en el estatuto el Jugador Franquicia, o “Ley Beckham”, que habilitaba a superar el límite salarial que pone la liga. Además, firmó una cláusula que le permitía a tener una franquicia. Años después del retiro, fundó el Inter de Miami, equipo de camiseta rosada que hoy está último en la Conferencia Oeste, aunque sin peligro de descenso (porque no los hay) y flamante club de Lionel Messi.

Algo me late y no es mi corazón

El futuro de Messi llegó. Tras los silbidos parisinos, el rosarino no tuvo en Francia una estadía como la esperaba. Cómo no sentirse así después de tamaño maltrato. Cuando aún no tenía donde ir, el retorno al club de sus amores aparecía en el horizonte. Pero fracasadas las negociaciones con Barcelona, dejó de lado lo que le dictaba su corazón y anunció su llegada al Inter de Miami, por algo más que un palo.

El que se va a jugar a la MLS, dice el periodista Ezequiel Fernández Moores en El Destape Radio, es “el Messi empresario más que el futbolista”. Y escribe en el diario La Gaceta de Tucumán: “A diferencia de Qatar, Estados Unidos no precisa «mejorar imagen». No importa si impone penas de muerte, censura libros, prohíbe abortos, castiga inmigrantes, promueve invasiones o guerras por el mundo. Es la superpotencia. Pero sí precisa alimentar siempre su carrera para obtener el mejor negocio”.

Lionel Messi parece seguir el camino de Beckham. “Yo creo que le darán la posibilidad de ser dueño de una franquicia. A la MLS le interesa que Messi sea la cara de la liga, como hoy lo es Beckam”, le dice Vaquero –también autor de The American Soccer Dream– a este medio. Es que el acuerdo va más allá de lo salarial. Las cifras millonarias que se manejan en el fútbol por las grandes figuras, está claro, no conocen de límites como los que impone el certamen de EEUU. Por eso, la atracción es empresarial, con ingresos por ventas de Adidas y demás. “Extrapolado a España –compara Juan Cudeiro en el diario El País–, y en un hipotético escenario similar, sería complicado imaginar que hace unos años cualquier aficionado del Real Madrid que comprase una camiseta de su equipo le estuviese dando dinero a la estrella del Barcelona. Pero eso es América”.

Otro tema no menor que padece la MLS es que el crecimiento del interés por el fútbol en EEUU no se traduce en la liga local. “Aunque ha pasado toda su carrera profesional en Europa, Messi vive en televisores, computadoras portátiles, teléfonos inteligentes y consolas de juegos estadounidenses”, señala el periodista Steven Goff en The Washington Post, y agrega: “Lo que la MLS necesita de Messi es convertir a los fanáticos del fútbol en fanáticos de la MLS. Si te gusta el baloncesto, verás la NBA, las universidades o ambas. Es lo mismo con el fútbol”.

En los últimos años y ante el crecimiento del negocio, entre los duros requisitos que impone la MLS para hacerse de una franquicia está la del estadio propio, exclusivo para el fútbol. Esto es: campos sin las líneas de las yardas del fútbol americano que no alcanzan a borrarse del todo y tribunas con menos capacidad para evitar huecos sin aficionados. Con la llegada de Beckham las audiencias televisivas crecieron, aunque no a la escala de la asistencia a los estadios. Con el tiempo sí mejoró la presencia de público, pero una vez retirado el jugador, en 2013, cayó un 40 por ciento, con números parecidos a los anteriores a su fichaje. Es una obviedad que con la llegada de Messi habrá más pantallas encendidas en el canal o plataforma de la MLS. Así las cosas, todo es color de rosa.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 17/06/23

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