Algunas campañas presidenciales se basan en la violencia como instrumento electoral y de comunicación. De los subversivos a los piqueteros, el mecanismo para la construcción de un otro eliminable. Dinamitas y explosiones.

Dinamitar todo, “semi dinamitar” todo, un país “sin Cristina”, implosionar el edificio del Ministerio de Desarrollo Social con la figura de Eva Perón son algunas de las propuestas y declaraciones que se hicieron públicas en los últimos meses en la campaña electoral para la Presidencia de la Nación. Si bien en un país en el que un sector de las fuerzas armadas bombardeó la Plaza de Mayo y asesinó a más de 300 personas inocentes, entre ellas niños de una escuela, los dislates del proselitismo pueden parecer de menor gravedad, a 40 años de la recuperación de la democracia los diferentes sectores políticos de derecha –que aquí se autoperciben “republicanos”– hacen uso de una campaña de la violencia que hasta hace algunos años era impensada. En otros procesos electorales podían advertirse detrás de sus propuestas un trasfondo violento y de desprecio al adversario, pero el sistema político aún no transgredía el pacto social alcanzado en las últimas décadas acerca de la violencia como instrumento proselitista, que evidentemente se ha roto.

En el epílogo de la tercera edición de Operación Masacre, el periodista y militante Rodolfo Walsh publicó un “Retrato de la oligarquía dominante”, en el que escribió: “Que esa clase esté temperamentalmente inclinada al asesinato es una connotación importante, que deberá tenerse en cuenta cada vez que se encare la lucha contra ella. No para duplicar sus hazañas, sino para no dejarse conmover por las sagradas ideas, los sagrados principios y, en general, las bellas almas de los verdugos”.

Escrito en otro contexto, en una edición de 1969 durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, el texto adquiere una lamentable vigencia cuando una precandidata presidencial se niega repudiar el intento de magnicidio de una vicepresidenta en ejercicio –lo que revela que algo de aquel “temperamento” aún perdura como espantosa continuidad– y sus militantes cantan que desean construir “una Argentina en la que estemos todos, menos Cristina”.

Militante de Montoneros en los 70, la precandidata presidencial de Juntos por el Cambio (JxC), Patricia Bullrich, realiza un empleo utilitario de la violencia como elemento de campaña electoral.

Es decir que mostrarse violenta, plantear en un eslogan que “si no es todo, es nada” –lo que evoca el muy buen retrato de otra figura de los 70, el líder del PRT-ERP Mario Roberto Santucho, plasmado en el libro Todo o nada de la periodista María Seoane– le genera “rédito electoral”.

No es algo de lo que tenga que retractarse, sino de lo que puede jactarse para sumar potenciales voluntades. Que un/a candidato/a apele a la violencia verbal y simbólica como instrumento electoral muestra un corrimiento del escenario político hacia la derecha y la ruptura de acuerdos tácitos sobre lo que se puede y lo que no en el sistema democrático local, recuperado hace 40 años tras la sangrienta dictadura cívico-militar, cuyas consecuencias todavía se juzgan en tribunales de todo el país.

El fenómeno, del que participan muchos más que Bullrich y que tiene en la figura del “libertario” Javier Milei a otro estridente expositor, no es exclusivo de la Argentina y se replica en otros países de Latinoamérica y Europa. 

Lo preocupante no sólo es que precandidatos a la presidencia de un país democrático expongan como propuesta de campaña colocar dinamita en cuanto proyecto de “orden” –la idea de la paz de los cementerios proviene, al menos, de la última dictadura– sino que tengan chances de ser elegidos por la ciudadanía, en función de un enojo y un hartazgo que justificaría la extinción de otro, previamente construido como “culpable” de todos los males de la Nación.

Ese mecanismo narrativo ya lo empleó el último proceso dictatorial con la figura del “subversivo” o el “terrorista”, ante cuyo temor era justificable su aniquilación.

Ahora no es la “banda de delincuentes terroristas” sino “los piqueteros”, “los mapuches”, “los planeros” y varias construcciones simbólicas más las que aparecen –en esas tramas discursivas– como el “enemigo” que impide el progreso y la felicidad. Con eliminarlos, el imperio de la alegría derramará sobre el país. Peligrosísimo.

Presa o muerta

En esta última semana fue Patricia Bullrich quien hizo un nuevo uso de ese mecanismo. Fue a través de un video, luego subido a la red Tik Tok y también replicado en Twitter, en el que un grupo de militantes corea durante un acto con la precandidata de JxC “para que construyamos una Argentina en la que estemos todos, menos Cristina”.

La frase cosechó repudios, pero no del conjunto del arco político porque entendió que se trataba de cruzar un límite peligroso, sino de sus contendientes en las próximas elecciones.

El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, señaló en relación al homicidio en grado de tentativa que sufrió la vicepresidenta que “el partido judicial no investiga, encubre. Y la candidata Patricia Bullrich lo celebra de esta manera. Predican el odio y la violencia”.

Para el jefe de Gabinete y precandidato a la vicepresidencia por el oficialismo, Agustín Rossi, “la derecha está a cara descubierta. No hay más eufemismos. Esto cantan Bullrich y su militancia, porque es lo que quiere la oposición. El exterminio”.

También recordó que Bullrich “no condenó el atentado” y “ahora promete una Argentina sin Cristina”.

Foto: Télam

El bloque de diputados del Frente de Todos llamó “a que todo el arco político condene sinceramente estas acciones y discursos violentos que invitan a eliminar al adversario político, rememorando las páginas más oscuras de nuestra historia”.

La agrupación La Cámpora señaló en un comunicado: “Volver atrás. Ese es el único objetivo de Patricia Bullrich”.

La presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, sostuvo que “a pocos días de cumplirse un año del intento de magnicidio, la misma persona que no lo repudió, hoy continúa apuntando horror y odio, como en las épocas más oscuras”. Y llamó a los organismos de derechos humanos a pronunciarse en el contexto de los 40 años de la democracia donde estas expresiones festejan “el aniquilamiento de quien piensa distinto”.

Los repudios fueron varios y variados. Pero lo que revela que no se trata de exabruptos dichos en momentos de tensión, sino la planificación comunicacional de la violencia como herramienta de campaña, fue la respuesta a la precandidata a un tuit del ministro de Interior, Eduardo Wado De Pedro.

“En la Argentina que tenemos que construir tiene que haber lugar para todos y todas”, escribió De Pedro. “También para vos, Pato Bullrich”.

La ex ministra de Trabajo de la Alianza retrucó: “Ministro del Interior: el único lugar en donde debería estar Cristina Kirchner es presa, cumpliendo su condena”. La misma CFK lo dijo en su oportunidad: “Me quieren presa o muerta”.

El jefe del bloque de Diputados del FdT y precandidato a renovar su banca, el rosarino Germán Martínez, recordó que “hace menos de un mes, Patricia Bullrich firmó un compromiso ético digital ante la Cámara Nacional Electoral, apostando por un debate plural, democrático y respetuoso”.

“La misma Bullrich que no condenó el intento de magnicidio de CFK, entonó con su militancia una canción que arenga a un país «sin Cristina». Dejen de degradar la democracia. No es todo o nada. Es con todos y es por la Patria”, planteó.

Demoliendo hoteles

Uno de los impulsores de la idea de la destrucción total, Javier Milei, que no es el candidato antisistema sino el que propone profundizarlo hasta sus límites más inhumanos, utilizó la metáfora de la dinamita como solución a los problemas que –según cree él– debería encarar el sistema político.

Corrido por derecha, y temeroso en ese momento de una sangría de votos hacia el postulante “libertario”, el ex presidente Mauricio Macri sostuvo en abril pasado, nada menos que en la simbólica Sociedad Rural Argentina –fundada en 1866, entre otros, por José Toribio Martínez de Hoz, ascendiente del temperamentalmente inclinado ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo– que “día a día hay más gente que se enoja y más gente que cree que hay que romper todo”, pero mostró su matiz con Milei al afirmar que “hay que semidinamitar todo”. Lo que se dice, un tibio.

Dijo entonces que “el desafío del candidato nuestro que gane la interna es demostrar esa experiencia adicional, ese valor de conocimiento y que hay que cambiar el sistema, enfrentar el statu quo, un statu quo que ha sido una fábrica de pobres en la Argentina y en el que hay muchos aliados”.

Añadió en la misma línea que el plus de Juntos por el Cambio radica en la experiencia en el manejo de explosivos, frente al novel Milei.

“Enfrentarlo será complicado, hace falta mucha energía, mucha convicción, y nuestro candidato tendrá que demostrar que más allá de las intenciones rupturistas y de cambio que tiene Milei, nosotros tenemos las mismas, pero con experiencia, y eso debería inclinar la balanza a favor nuestro”, dijo.

Roberto García Moritán, desdeñado como “el marido de Pampita” y precandidato a jefe de Gobierno porteño por Republicanos Unidos, emitió un video de campaña también explosivo.

La pieza comunicacional consiste en imágenes de piquetes en la avenida 9 de Julio de la Ciudad de Buenos Aires, frente al edificio del Ministerio de Desarrollo Social, que ocupara hace 70 años la Fundación Eva Perón. Y que, por esa razón, tiene grabada una imagen en uno de sus laterales de la emblemática Abanderada de los Humildes.

García Moritán, un empresario gastronómico hijo de un diplomático y nacido en Estados Unidos, dice en el video que “este año tenemos la posibilidad de recuperar el orden y la libertad”, mientras se muestra, primero, cómo se borra la imagen de Evita del edificio, para luego simular su demolición por vía de una implosión.

“Los porteños merecemos vivir mejor”, dice García Moritán en la pieza audiovisual, mientras cae dinamitado “un edificio que concentra todos los piquetes”.

Más elocuente no puede ser: a los piqueteros, dinamita. Porque, de ese modo, los porteños que no protestan vivirán mejor, como lo merecen.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 29/07/23

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