Macri se siente más cómodo en el partido judicial que en el de las urnas. Riquelme resiste con el pueblo bostero en las calles. Milei pone a disposición su motosierra. Polak, ex interventor de Boca, no descarta una interferencia aunque no estén las condiciones para hacerla.

En 1994 Mauricio Macri está de campaña electoral en Boca y en la previa a un partido le convidan un choripán. Lo mira extrañado. No sabe lo que es y no sabe cómo se come. Un aliado suyo –que pide reservar su nombre– mira la escena con preocupación: “Con un tipo que no sabe comer un choripán no podemos ganar”. La historia se la contaron al abogado Federico Polak, interventor de Boca entre 1984-85, para el libro Armando a Macri. “Me lo contó un tipo que es re macrista boquense. Se ve que no le echaba el diente como debía”, se ríe ahora, en diálogo con El Eslabón, este hincha de Racing, que además fue vocero de Raúl Alfonsín. “Recién los veía a Macri e Ibarra y parecía que estaban hablando de una elección en el Jockey Club y no de Boca. Ellos a estas cosas no las entienden”, agrega tras escuchar la conferencia de prensa de la fórmula opositora. El oficialismo, en cambio, se hizo oír con una multitudinaria convocatoria en las cercanías de La Bombonera. Juan Román Riquelme, actual vice y candidato a presidente, alertó sobre quienes pretenden intervenir el club.

¿Qué cobrás, jueza?

Mauricio Macri recibió por adelantado los regalitos de navidad. “Hermosa mañana, verdad”, habrá dicho el martes 28 de noviembre después de meter un pleno en la Justicia: fue sobreseído en la causa por espionaje a familiares de los tripulantes del ARA San Juan, a la vez que se revocó el sobreseimiento de Cristina Fernández de Kirchner en la causa conocida como “ruta del dinero K”. Y lo más urgente: a menos de una semana de la fecha estipulada para los comicios en Boca, la jueza Alejandra Abrevaya los suspendió por supuestas irregularidades en el padrón. Tan cooptada de macrismo está la Justicia que tras su recusación salió sorteada en segunda instancia la jueza Adriana Romero, que accedió a su cargo por un decreto de Macri en 2018 y quien fue privilegiada por la gestión de Daniel Angelici: ingresó directamente al club como Socia Activa en 2013, sin pasar antes como Adherente. ¡Y ahora tenía que decidir sobre anomalías en los registros societarios! No aceptó tomar la causa, que tras un breve derrotero, volvió a Abrevaya. En la oposición hay socios que molestan (“Sacá a los 13 mil y votamos”) y otros, como los honorarios Alejandro Agustín Lanusse y Eduardo Massera, que no, que permanecieron en los padrones boquenses durante las gestiones macristas.

Los vínculos de Mauricio Macri con la Justicia no son nuevos. En su presidencia en Boca, Carlos Stornelli todavía no era el fiscal que luego se dedicó exclusivamente a perseguir a CFK, sino que era titular del Comité de Seguridad, una especie de intermediario entre la barrabrava de Rafael Di Zeo y la dirigencia. En un programa de la televisión española, el histórico jefe del paravalancha exhibe su celular cuando le entra una llamada de Stornelli. “Lo bueno no es tener poder, sino tener el teléfono de quien lo tiene”, dirá en otra entrevista.

Cuando era José Barrita, alías El Abuelo, quien manejaba la popular, se creó la Fundación Jugador N°12. Y entre los contribuyentes –cuenta Martín Caparrós en su libro Boquita– estaban, entre otros, el antes oficialista y ahora ultraopositor Mario Pergolini, y Macri, quien en los últimos días se quejó de que “a Riquelme lo custodiaba la barra brava” en la movida de las y los hinchas, en la que el ex jugador e ídolo denunció la intención opositora de intervenir el club.

El campo de la Justicia le resulta a Mauricio más cómodo que el de las urnas. La intervención significa “en el caso de Boca, el desplazamiento de todos los órganos: el de fiscalización, el de gobierno y de administración”, le explica a este medio Federico Polak, y advierte que para que eso suceda “tiene que haber una causa fundada” como “que haya riesgo de desaparición, que se haya cometido fraude y que además haya un juicio de fondo en el que se diluciden este tipo de cuestiones. Pero acá hay una lucha electoral y una discusión sobre el padrón. La administración de Boca no está en juego porque es incluso superavitaria. La verdad que es medio inimaginable, pero yo no la descartaría”.

Es que el abogado advierte sobre el ingreso, desde este 10 de diciembre, de un nuevo jugador.

La mitad menos uno

El nuevo presidente Javier Milei dijo que era hincha de Boca hasta que Angelici trajo a Fernando Gago y a Juan Román Riquelme, dos actos “populistas”. Y no sólo eso: después fue antiboca, a tal punto que en la final de la Libertadores en Madrid gritó los goles de River. Ahora que el libertario quiere volver a su primer “amor” sólo si se impone la oposición, la cuenta oficial de X  que apoya esa fórmula, La Macrineta, le pide que pase la motosierra en el club. “Cuente con la herramienta, sin dudas…” le devolvió el mandatario. “Tiene una llave muy fuerte, es el Presidente de la Nación, tiene la Justicia, tiene una IGJ. Yo no descartaría que si no hay solución judicial, esa solución aparezca por otro lado”, advierte Polak.

Aunque poco frecuente, las intervenciones en los clubes del país no son inéditas. A Racing le ocurrió en dos oportunidades, por quiebra. En 1984 le pasó al mismo Boca, que en julio de ese año salió a jugar contra Atlanta con camisetas blancas y los números pintados con fibrón, que se borraban con la transpiración. Ese era un equipo de juveniles, porque los profesionales estaban de huelga y el personal tomó el club y sus predios. La Bombonera se venía abajo, pero por falta de mantenimiento, y tenía fecha fijada para el remate. “¿Ves algo de estos casos en el Boca de hoy?”, me pregunta el abogado e interventor de entonces. “Acá es una lucha política, parece más bien una lucha de clases”, sostiene.

Mauricio Macri conoce del tema. Como Presidente de la Nación orquestó la intervención de la AFA post Grondona, norma estrictamente prohibida por la Fifa, que amenaza con la desafiliación a las asociaciones en las que los gobiernos nacionales meten el hocico. Pero en 2016 Giani Infantino ya era el mandamás. Para algo están los amigos.

Recuerdos que mienten un poco

Que Mauricio Macri fue el presidente de Boca más ganador de la historia es tan cierto como que usó al club para hacer negocios y política de la grande. Fue el primero que entendió que para cortar camino hacia la presidencia de la Nación (y antes como Jefe porteño) ganar elecciones en Boca era una oportunidad inmejorable. Que en el trono de La Bombonera tendría más alcance mediático y de popularidad a nivel nacional como no lo tienen, por ejemplo, los gobernadores de la mayoría de las provincias. Y para eso basta conseguir un número ínfimo de votos (en 1995 ganó con 7058) en comparación a los que se necesitan para gobernar cualquier distrito o ciudad.

Foto: Télam

Macri ataca a Riquelme por la gestión actual sin hacer la comparación con sus primeros cuatro años, en los que casi no consiguió títulos. Y lo que ganó fue a pesar de él, porque quería como entrenador al por entonces ídolo de River Daniel Passarella, a quien hoy compara con Román. El Kaiser había dejado la Selección tras Francia 98 y tenía todo encaminado para ir a Boca, hasta que un llamado de Julio Grondona torció la suerte. El hombre de la AFA le pidió que contratara a Carlos Bianchi, para sacárselo de encima como candidato a dirigir la Albiceleste. El arribo del ex Vélez marcó un quiebre en su gestión, pero luego aparecerían las diferencias, el famoso desplante en conferencia de prensa y el portazo. “No se puede maltratar a los ídolos del club”, dice ahora Macri, quien suele jactarse de echar a Diego Maradona de Boca. “Justo vos venís a hablar de maltratar ídolos”, le respondió el nieto del Virrey, Paul Bianchi.

Este dirigente defensor de la meritocracia que quiso poner en Boca al 9 de Qatar “aunque sea en un partido de Copa Argentina” para darle el gusto a un empresario qatarí amigo, tuvo una experiencia similar con el “casi ídolo” delantero japonés Naohiro Takahara, que apenas hizo un gol en un 6 a 1 a Lanús. Y tildó de “caprichoso” a Bianchi cuando no lo llevó “ni siquiera al banco” en la Intercontinental ante el Bayern Munich. “No le costaba nada incluirlo”.

Hace bien en enojarse Riquelme con los periodistas que no repreguntan y que naturalizan ciertas prácticas. Como cuando en la última conferencia, el ex presidente contó, jocoso, que “tuve la locura juvenil de que sin permiso municipal ni de la Asamblea, tiré abajo los palcos (del estadio, para luego hacerlos Vip) con la topadora. Antes de que otros inventaran lo de la motosierra…”. Aquella decisión tampoco pasó por su comisión directiva. En la sala de prensa, el pasado miércoles, sólo hubo risas y festejos de la “anécdota”.

Antes como jugador y hoy como dirigente, Riquelme es la piedra en el zapato para Macri. Nacido y criado en una familia muy humilde en Don Torcuato, hijo de la María y el Cacho, JR “se está enfrentando a un tipo con mucho poder real, y ahora se le suma el poder político porque asume Milei”, dice Polak.

“Me quedé a esperarlo a Riquelme. Eran las 3 de la madrugada y yo seguía ahí”, me contó un hincha fanático y socio de River, que fue parte de los casi 130.000 usuarios que observaron la entrevista en El loco y el cuerdo en la madrugada. “Grité el gol de Boca en la final de la Libertadores”, me dijo antes un hincha de San Lorenzo. “Sólo por Riquelme y para que le gane a Macri”. Quien no gritó el gol de Luis Advíncula ante Fluminense fue Macri: “El dirigente de fútbol que pierde una elección en su club quiere que su equipo pierda hasta tanto él no vuelva a ser dirigente”, confesó en una oportunidad. 

El “vamos por todo” de la ultraderecha en el país, también llega a la Ribera. Pero Boca es Boca, y algo más.

Foto: Télam

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 09/12/23 

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