Yo no sé, no. Ese jueves de diciembre, al mediodía, veníamos de barrio Triángulo caminando en fila india y aprovechando la sombra, y cuando llegamos al primer puente de la Vía Honda, de Riva y Avellaneda, unas nubes aparecieron. Con las primeras gotas, Pií nos dijo: “Mejor crucemos haciéndonos anchos”. Una vez, de este lado, ya en el barrio, Raúl dijo: “Vayamos a ver la cancha de Yapeyú”, que estaba en lo que hoy es la manzana formada por Riva, Quintana, Constitución y Castellano. Cuando vimos la dimensión de la cancha nos dimos cuenta que para que ahí pudiéramos tener un buen resultado, entre otras cosas había que armar un equipo lo más ancho posible. A la tarde decidimos ir por el sendero de las montañitas de la vía, que estaba resbaladiza por la mojada tierra colorada, en fila india. Cuando llegamos a Uriburu, encaramos para Provincias Unidas haciéndonos anchos. En ese momento, un grupo de quinteros avanzaba en todo su ancho por una gran parcela, cortando las primeras acelgas. Cuando miramos al cielo vimos unas aves que venían en una formación de cuña y que al pasar por el barrio rompieron la formación y se hicieron ancho.  

Por la noche estábamos invitados a un bailongo que unas pibas amigas de Pedro habían organizado y, como era un barrio que no nos junaban, Carlos nos dijo: “Por si las pulgas, la actitud que tenemos que tener es sin soberbia ni sobrar a nadie, no nos apichonemos y tratemos de hacernos ancho tanto en lo personal como en el grupo”. Al otro día, en el arroyo Saladillo, en el Puente Gallego, del lado de los sauces, decidimos saltar todos juntos desde la barranca (todos, aun aquellos que no sabían nadar) y cruzar en una formación ancha todo el ancho del torrentoso arroyo. La operación estaría al mando de José y cuando volvimos llegamos justo para ver Titanes en el Ring. Ya para la segunda pelea, al ancho patio donde estaba el Standard Electric lo habíamos ocupado. Cuando en la pantalla apareció el Ancho Peuchele (ese día con una postura de justiciero porque la semana anterior había hecho de malo), Manuel dijo: “Este Peuchele es tan ancho que en la mitad de su lomo puede caber un miserable y en la otra un justiciero”.

Una mañana, el Pelu nos dijo que había visto a eso de las 6 que por Lagos rumbo al sur una interminable columna de ciclistas habían ganado todo el ancho de la calle y que en su mayoría eran trabajadores industriales.

El 73 nos encontró ganando la calle a lo ancho y a lo largo, como aquella vez que por Godoy (hoy Perón) llegamos hasta el Cristo para luego ir al centro.

La otra noche, volviendo por la calle y usando casi todo el ancho de Iriondo, porque entre otras cosas es más seguro, vimos que en el cielo, que hasta ese momento estaba nublado, aparecía una constelación de estrellas en forma de rectángulo, como si fuera una cancha de 11 que nos iluminaba todo el ancho y el largo de la calle. Lo tomamos como una buena señal, nos dimos cuenta que a pesar de la decisión de los miserables que cortan el futuro de la patria, llegó el momento de ganar la calle en todo su ancho y con una marcha tan larga como nuestra lucha por la liberación nacional.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 23/12/23

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