Más allá de las mentiras, las crueldades y los dislates, es difícil encontrar coherencia en el universo libertario. Pero una recorrida por los planteos de algunos referentes de Donald Trump y Javier Milei, entre muchos otros ultraderechistas, nos permite denunciar las falsedades con que se intenta justificar el exterminio social.

Acaso resulte ocioso, o hasta ingenuo, buscar un sistema coherente de ideas, una visión del mundo o un corpus teórico donde sólo hay mentiras, falsedades, y tergiversaciones para lavar cerebros y justificar el exterminio. Pero intentar un recorrido (parcial, incompleto) por la historia del confuso universo libertario y paleolibertario, sus referentes y sus balbuceos propagandísticos, puede ayudar a desmentirlos, desnudarlos y denunciar sus crímenes. No es una tarea fácil: explicar desde el orden simbólico un fenómeno que tiene como condición de posibilidad la destrucción del orden simbólico y el arrasamiento de subjetividades encuentra serias dificultades, pero puede contribuir a la construcción de herramientas para enfrentarlo.

En el número más reciente de la revista Nueva Sociedad (enero-febrero 2024), Luis Diego Fernández, doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y licenciado en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA), ofrece un análisis de las ideas del denominado liberalismo libertario y sus distintas vertientes, haciendo especial hincapié en los aspectos anti-democráticos, violentos y tiránicos de muchos de los planteos de este universo ideológico que incluye en su panteón a los economistas austríacos Ludwig von Mises (1881-1973) y Friedrich Hayek (1899-1992), y a los estadounidenses Milton Friedman (1912-2006) y Murray Rothbard (1926-1995).

El economista Friedrich Hayek inspiró a Margaret Thatcher en su lucha contra los sindicatos mineros

Nueva Sociedad es una revista latinoamericana de ciencias sociales abierta a las corrientes de pensamiento progresista, que aboga por el desarrollo de la democracia política, económica y social en la región. Se publica en forma bimestral desde 1972 y actualmente tiene sede en Buenos Aires (Argentina).

En la nota titulada “Utopías (y distopías) libertarias. Más Nozick, menos Rothbard”, Fernández contrasta distintos planteos teóricos y prácticas políticas dentro del universo libertario, y analiza el legado de Murray Rothbard, reivindicado por Javier Milei como uno de sus maestros, aunque, como aclara el autor, el presidente argentino toma sus ideas “de manera selectiva” para adoptar posiciones todavía más reaccionarias.

Fernández plantea que “aproximarse de un modo analítico y crítico a la tradición liberal-libertaria desde nuestro presente resulta imperioso si no se quiere seguir hablando una lengua muerta progresista que no sea capaz de decodificar el léxico y las nociones que le otorgan inteligibilidad a una actualidad que se ha salido de ciertos cauces y parámetros preexistentes”.

Y agrega: “El libertarismo no es una filosofía de la libertad, sino de la propiedad, vale decir, la concepción libertaria de la libertad es inescindible de la apropiación originaria de la tierra producto del trabajo (….) Por tanto, la justicia sostenida en los principios de los libertarios es estrictamente de títulos, no de equidad; en otros términos, el título de propiedad determina el ejercicio de la libertad. Aquellos que no tengan la titulación no podrán ejercer su autonomía”. 

Fernández cita el ensayo de Hayek Los intelectuales y el socialismo (1949), destacando la adjetivación dramática del austríaco (que clama por “un verdadero radicalismo liberal”) y que deriva, analiza el autor, en “un utopismo impiadoso con respecto al poder instituido, sobre todo el sindical (esto tendrá ecos en la lucha de Margaret Thatcher, admiradora de Hayek, contra los sindicatos mineros)”. 

La nota de Nueva sociedad señala que los actuales jóvenes libertarios están formados por la variante más reaccionaria del universo ideológico, la corriente denominada paleolibertaria (“paleo” viene del griego “palaio” y significa “antiguo, primitivo”). 

“Esta tendencia, impulsada al final de su vida por Murray Rothbard, rechazaba la tradición libertaria clásica y preconizaba la distinción entre autoridad estatal y autoridad social (iglesias, familias, empresas). Para Rothbard no se trataba de oponerse a toda autoridad, sino de rechazar la estatal y fortalecer la social. Para ello, propiciaba una alianza con la «vieja derecha», anterior a la emergencia de los neoconservadores, que incluía a paleoconservadores, supremacistas blancos y religiosos ultraconservadores. Con esta estrategia, Rothbard pensaba que el libertarismo podría salir de su torre de cristal intelectual y conectar con el pueblo, respetando diferentes formas de autonomía, incluido el derecho de cada Estado o comunidad de segregar racialmente si así lo deseaba. Este libertarismo de extrema derecha tiene hoy un gran dinamismo”, afirma Fernández.

Murray Rothbard, reivindicado por Javier Milei como uno de sus maestros.

“Por ejemplo, los seguidores del presidente argentino Javier Milei rinden tributo a Rothbard, polemista agudo que adjetivaba de modo lacerante y agresivo”, señala el autor, que en una nota al pie aclara: “Justo es decir que recuperan las ideas de Rothbard de modo selectivo, ya que olvidan su apoyo al derecho al aborto, así como su encendida defensa de la despenalización de los «crímenes sin víctimas» en materia de hábitos sexuales o toxicómanos”.

Fernández advierte sobre las diferencias entre la teoría y las prácticas políticas concretas de estas posiciones de ultraderecha: “La paradoja se hace visible cuando una filosofía política edificada en torno de la no coacción, el no dominio del otro y la no agresión comienza a transfigurarse en utopías tales como las que terminan llevando a la presidencia a Javier Milei, primer presidente paleolibertario del mundo, en las cuales la simbología (la motosierra) y el léxico (el insulto y la degradación como «libre expresión») se revelan en su faceta imperial, es decir, del exterminio del otro. Se trata de utopías del amo”, agrega el autor, al tiempo que advierte sobre que bajo este sello aparecieron en distintas partes del mundo laboratorios contrarrevolucionarios en los que se estaba poniendo a prueba la posibilidad de llevar a cabo mutaciones fascistas dentro de las instituciones democráticas. 

“Frente a este estado de cosas, las miradas progresistas, a mi juicio, en lugar de huir de la disputa por el concepto de libertad monopolizado por la nueva derecha, deberían oponer otra retórica y concepción de la libertad. Si la libertad de la utopía paleolibertaria se fundamenta en el propietarismo del privilegiado (el hombre blanco heterosexual promedio que vio su ego herido producto de los movimientos emancipatorios de las minorías) que lucha por mantener y restaurar autoridades perdidas, sería necesario reactivar una noción de libertad como autarquía y liberación de la opresión; no una crítica a la propiedad per se, al contrario, una izquierda libertaria que radicalice este principio extendiendo el acceso a la propiedad para todos (mujeres, minorías sexuales y étnicas) y estimule la cooperación y la autogestión. Sólo de esta manera podríamos quizá pensar otra vez un libertarismo que vuelva a producir utopías existenciales que cohabiten en un marco plural”, advierte el autor de la nota “Utopías (y distopías) libertarias. Más Nozick, menos Rothbard”.

En su libro ¿La rebeldía se volvió de derecha? (2021) Pablo Stefanoni considera fundamental a Rothbard para intentar dotar de cierta coherencia relativa a los dislates y las permanentes mentiras de estas posturas: “Este libertario estadounidense, con formación en la Escuela Austríaca de economía de Mises y Hayek, es, no obstante, una figura clave para entender los puentes entre libertarios y extrema derecha. Leer a Rothbard –fui descubriendo mientras me documentaba para la escritura de este libro– echa luz sobre lo que a priori parece un mundo de contradicciones y permite ordenar de otro modo las piezas y dar sentido al tablero de ideas. Fue él quien, en los primeros años noventa, bautizó la síntesis libertario-conservadora como “paleolibertarismo”, como una forma de articular ideas libertarias y reaccionarias. De hecho, los libertarios del siglo XXI –en el sentido que la palabra tomó en los Estados Unidos– parecen ubicarse cada vez más a la derecha”.

“En el caso argentino, sus ideas atraen a muchos jóvenes apenas pos adolescentes, que encuentran en Rothbard una fuente de inspiración, incluso accesible en español a partir de las traducciones de la editorial Unión. Estos jóvenes admiran a Donald Trump y a Jair Bolsonaro, defienden la libertad de portación de armas (aunque la mayoría de ellos seguramente apenas sabría apretar el gatillo) y se oponen a la legalización del aborto; muchos de ellos participan del movimiento celeste. Por eso, además de Milei muchos tienen como referente a Agustín Laje, un influencer argentino y producto de exportación, que escribió con Nicolás Márquez el best seller El libro negro de la nueva izquierda (2016) que tiene en la portada una imagen del Che Guevara con los labios pintados”, agrega Stefanoni.

Mamá de liberales y libertarios, y defensora del egoísmo

Una de las principales fuentes de inspiración del movimiento con el cual se identifica Milei es Ayn Rand. Alisa Zinóvievna Rosenbaum (1905-1945), conocida como Ayn Rand, fue una ensayista y novelista rusa nacionalizada estadounidense. Defendía el egoísmo racional, el individualismo, el capitalismo y el libre mercado. Abominaba de la solidaridad, el altruismo, el socialismo, el colectivismo y la religión. Sostenía que cada individuo debe existir por sí mismo, sin sacrificarse por los demás. ​Llamaba a sus ideas “objetivismo”.

En la novela El manantial (1943), que fue su primer éxito como escritora, plantea la lucha entre individualismo y colectivismo en el alma humana. El origen del título se suele relacionar con una de las tantas “frases inspiradoras” atribuidas a Rand y que es muy reproducida en las redes sociales: “El ego es el manantial del progreso humano”. El libro relata la batalla del protagonista contra el establishment, identificado con la mediocridad, la adoración de la tradición y la falta de originalidad. Los otros personajes se organizan a partir de una lógica binaria: por un lado, Roark, el hombre ideal, de espíritu único, independiente e íntegro y, por otro lado, lo que la autora describe como “second-handers” (“subordinados” o “de segunda mano” en traducción más literal), personas mediocres cuyo objetivo es lograr el éxito a toda costa.

Su obra La rebelión de Atlas (1957) se constituyó en un verdadero manifiesto en defensa del capitalismo, la propiedad privada y el individualismo. Y contiene un fuerte rechazo a la intervención del Estado. En los años ochenta, la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos hizo una encuesta, preguntando cuál era el libro que mayor influencia había tenido en sus vidas: la Biblia ocupó el primer lugar, seguido por la narración de Rand. La novela cuenta el proceso de decadencia de los Estados Unidos como consecuencia del excesivo intervencionismo del gobierno. Siempre simplista y binaria en sus planteos, allí se divide a la sociedad en “saqueadores” (los políticos, y los que defienden las regulaciones estatales) y “no saqueadores” (emprendedores y empresarios).

En el libro de David Kelley The Contested Legacy of Ayn Rand: Truth and Toleration in Objectivism (El controvertido legado de Ayn Rand: verdad y tolerancia en el objetivismo), se afirma que, por encima de cualquier otro motivo, muchos individuos se definieron como libertarios luego de leer la novela de Rand.

“Un gobierno es una institución que posee el poder exclusivo de poner en vigor ciertas reglas de conducta social en un área geográfica dada. ¿Necesitan los hombres una institución así? ¿Por qué?”, se pregunta Rand en el ensayo titulado “La naturaleza del gobierno”, incluido en su libro La virtud del egoísmo (1961). 

“Dado que el egoísmo es «la preocupación por el interés personal», la ética objetivista utiliza este concepto en su exacto y más puro sentido. No se trata de un concepto al que se puede renunciar frente a los enemigos del hombre, ni frente a las equivocaciones irreflexivas, las distorsiones, los prejuicios y los miedos de los ignorantes y los irracionales. El ataque contra el egoísmo es un ataque contra la autoestima del hombre; renunciar a uno es renunciar a la otra”, señala en la introducción de su apología del egoísmo.

“La conservación de la vida y la búsqueda de la felicidad no son dos cuestiones separadas. Considerar a la propia vida como el valor supremo y a la propia felicidad como el propósito personal más elevado son dos aspectos de la misma realización”, señala en el ensayo “La ética objetivista” incluido en La virtud del egoísmo.

Ante la pregunta “¿Qué se hará por los pobres o los incapacitados en una sociedad libre?”, la autora ataca la idea de solidaridad con virulencia: “La premisa altruista-colectivista implícita en esa pregunta es que los hombres deben ser los «protectores de sus hermanos», y que la mala fortuna de algunos es una hipoteca sobre los demás”, afirma en el ensayo “El culto de la moral gris”.

Las ideas de Rand tienen una enorme presencia en la red. Existe una organización dedicada a su legado; una universidad que difunde sus enseñanzas; un grupo de Facebook que reproduce materiales de la organización, y otra entidad, La sociedad Atlas, que tomó su nombre de una de sus novelas. 

En Youtube pueden verse decenas de entrevistas y materiales sobre la autora. Por ejemplo, un reportaje en tres partes con el periodista estadounidense Mike Wallace, un video titulado “Ayn “Rand explica que hay de malo en «amar al prójimo»”, y otro denominado “En defensa del capitalismo”. La ideología de Rand censura la solidaridad, la empatía y toda relación con la otredad. Eleva el individualismo a la categoría de fe religiosa y concede licencia moral al egoísmo más crudo, cínico y cruel. Rand es, desde hace décadas, la autora preferida de la derecha libertaria estadounidense, y tuvo muchos devotos seguidores en el gobierno de Donald Trump (por ejemplo, el ex director de la CIA, Mike Pompeo). Y su fantasma también acecha a la Argentina.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 24/02/24

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