Beatriz Introcaso, secretaria general de Coad, habló de la “desazón” que se percibe en las universidades nacionales debido a las políticas implementadas por Milei y repasó el plan de lucha que involucra al gran abanico de sectores en un contexto en el que “ya nadie se salva solo”.

“Hay bastante desazón. Tanto por el asunto de nuestros salarios como porque no le encontramos mucha vuelta a cómo sigue la universidad o la educación pública en este contexto con todos los recortes que ha habido”, señaló Beatriz Introcaso, matemática, profesora en Ingeniería y titular de la Asociación Gremial de Docentes e Investigadores de la Universidad Nacional de Rosario (Coad) en una entrevista brindada a El Eslabón

En medio de la tempestad de despidos y recortes presupuestarios para la educación pública, en todos los ámbitos, impuesta por el gobierno que conduce Javier Milei, el gremio Coad que tiene una extensa trayectoria en nuestra región, busca a través de sus afiliados y afiliadas, diferentes modos de lucha y resistencia ante la imposición de lo que Introcaso califica como “paradigma mercantilista” sobre el modo de entender la educación pública. 

“Esto ya lo conocemos porque es lo que hemos vivido en la década del 90; se quiere volver a implantar esa idea de que la universidad o la educación pública en general es un servicio, y nosotros estamos absolutamente en contra. En principio, porque está entendida como un derecho; tanto por toda la normativa vigente como por los organismos internacionales”, subrayó.

Nadie se salva solo

Lo novedoso del momento actual no es la caída del salario docente, proceso que comenzó en el gobierno de Mauricio Macri y no se pudo recomponer en los años siguientes, acumulando –antes del ajuste de Milei– una pérdida del poder adquisitivo del 40 por ciento respecto al 2015: si en el 2015 llenabas diez changuitos del súper, sobre el final del gobierno de Alberto Fernández, teniendo el mismo cargo, la misma carga horaria y mismas responsabilidades, llenás seis. “Y ahora, en estos meses (del gobierno de Javier Milei), estás perdiendo más de la mitad”, puntualiza Beatriz Introcaso. El agravante, en este caso, es la profundización y la velocidad a que se lleva la descomposición salarial, con ofertas del gobierno que entran en el carácter de irrisorias –12 por ciento de aumento en marzo, contra una inflación acumulada de casi el 85 por ciento– así como algunos intentos, que describió la secretaria general de Coad, de generar disputas internas entre las autoridades de la facultad y los docentes. Según contó, en una de las reuniones que tuvieron desde el Frente Sindical de Universidades Nacionales, el gobierno “intentó correrse de la negociación, dijo que las paritarias son entre los gremios y el CIN (el Consejo Interuniversitario Nacional, que nuclea a todos los rectores y rectoras de las universidades nacionales). Pone a los rectores del otro lado del mostrador, primero en una cuestión bastante ridícula porque los rectores no manejan el presupuesto para los salarios, con lo cual pueden acordar lo que quieran con nosotros pero después tendrían que ir a negociar con el gobierno, pero los pone como la cara visible, como los intermediarios, queriendo enfrentarnos con ellos y corriéndose –el gobierno– de ser el garante de un derecho. Y además, los rectores tampoco quieren estar en ese lugar”. 

Sin embargo, la novedad –respecto de, por lo menos, los últimos veinte años– tiene que ver con el peligro que corre la misma universidad pública y gratuita, con un desfinanciamiento sin precedentes que congeló el presupuesto universitario, estableciendo el mismo que el aprobado en 2022 para el 2023 –con una inflación enorme de por medio– y que, según diversos cálculos, alcanzaría solamente para que la universidad funcione hasta junio o mayo. Al respecto, el rector de la UNR, Franco Bartolacci, dijo en una entrevista para La Capital que “claramente ese presupuesto, en los valores que tiene y en el contexto inflacionario que atraviesa la Argentina, hoy su capacidad adquisitiva es del 30 por ciento a la que tenía el año pasado. Por eso decimos que va a ser muy difícil pensar con normalidad el desarrollo de las actividades más allá del primer semestre si no media una decisión política del gobierno nacional de incrementar razonablemente esa partida. Y cuando decimos razonablemente es porque necesitamos que ese presupuesto acompañe el proceso inflacionario”. 

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

Ambas aristas del contexto, la aceleración de la descomposición salarial y el peligro del funcionamiento de las universidades nacionales, llevaron por un lado a la unidad de la gran mayoría de las federaciones sindicales universitarias, tanto de docentes como de no docentes: Conadu, Conadu Histórica, Fedun, Fagdut, UDA, Ctera y Fatun. “Lo que ocurre hoy día es que todas esas federaciones –mirá que tienen muchas diferencias– se han juntado. Nadie se salva solo, y como estamos en un contexto tan de destrucción, de intento de destrucción de todo, todo el mundo se ha dado cuenta que tiene que apelar a la unidad. Siempre pregonamos y muchas veces nos cuesta llevar adelante esa unidad. Pero ahora se juntaron todas las federaciones docentes y también la federación no docente, la Fatun, y armaron el Frente de Sindicatos Universitarios”, relata Introcaso. 

Por otro lado, la mentada unidad también tiene su centralidad en la articulación docente-estudiantil. “Siempre hay un vínculo muy estrecho”, señala Introcaso, y postula que la lucha por los salarios docentes, si bien es el emergente, lo es en el marco de la defensa de la educación y la universidad públicas, “y en ese sentido nos parece que los estudiantes son el alma máter. Yo misma, y muchos de nuestros compañeros hemos sido militantes estudiantiles. Siempre intentamos que las actividades, las luchas que organicemos estén protagonizadas tanto por docentes como por estudiantes”. Y se refiere al espacio de Coad: “Esta es una casa de encuentro, y muchas veces vienen grupos de estudiantes. Los de las facultades tienen sus agrupaciones formales, tienen locales, pero por ejemplo los secundarios no, entonces vienen y encuentran un lugar donde juntarse, organizarse”, marcando también la importancia de la solidaridad entre las organizaciones para una lucha que es siempre conjunta. 

Y hay una tercer punta que asoma: como el ataque es hacia el conjunto de la continuidad de la educación pública, Introcaso señala que últimamente también están trabajando en articulaciones con las autoridades de la Universidad, “porque ellos se están encontrando en este momento con falta de fondos para funcionamiento que hacen que esté todo en peligro”.

Por lo pronto, las autoridades de las 73 instituciones universitarias que integran el Consejo Universitario Nacional (CIN) estuvieron de plenario recientemente y lanzaron un comunicado titulado “Convocamos a defender la educación pública, la ciencia y el sistema universitario nacional”, así como definieron, por unanimidad, convocar a una “gran marcha universitaria” en Plaza de Mayo en defensa de la educación pública, este 23 de abril.

El paro del camino

“El paro es nuestra herramienta de lucha, la de toda la clase trabajadora a lo largo de la historia ha sido el paro para todos los reclamos que queramos llevar adelante. Pero está esta otra situación particular, en la que a este gobierno le viene bárbaro que vaciemos las universidades para decir «Bueno, ¿vieron? ahí no se hace nada, la cerramos»”, reflexiona Introcaso respecto del momento actual. Esa encrucijada que pone en jaque las formas tradicionales de la lucha requiere no sólo de respuestas colectivas y articuladas, sino también de pensar otros espacios y formas de protesta, cuestión que viene siendo tema recurrente en asambleas y reuniones. “Nosotros lo que venimos evaluando es ir al encuentro de les estudiantes, de compañeros no docentes y visibilizar ante el resto de la comunidad que es la que sostiene la universidad cuál es la situación que estamos atravesando y por qué es necesario sostener. Así que ahora en todas las asambleas –recién vengo de una en Casilda, interclaustro– se está hablando de que las medidas sean más hacer quilombo que hacer paro. Entonces salir a las plazas, dar clases en plazas, volantear, hacer marchas”. En ese sentido, en Humanidades y Artes, el paro del 10 y 11 de abril fue acompañado de actividades y clases públicas, organizadas en conjunto entre Coad y organizaciones estudiantiles. Asimismo, y rompiendo con la ilusión de que la universidad pueda –o deba– ser un refugio o una isla, Introcaso hace énfasis en la articulación con la comunidad: “sabemos que hay sectores que la están pasando muy mal. Hubo unas chicas en la asamblea que estaban proponiendo recopilar alimentos para llevar a algunos barrios, encima viendo que los comedores están siendo también desfinanciados y no están recibiendo los alimentos, como una forma de ir articulando con los distintos sectores que estamos siendo víctimas de esta política de ajuste”. Resuena, entonces: nadie se salva solo.

Pública y gratuita

Ante este vendaval de retroceso impuesto por el gobierno de Javier Milei, la titular de Coad hizo hincapié: “Que la universidad sea gratuita es una conquista nacional, no es algo que se da en otros lugares de América Latina; por lo tanto, es necesario seguir defendiéndola porque es un derecho humano”.

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

En ese contexto, Introcaso expresó que desde el gremio “entendemos que es un derecho humano individual porque cada uno tiene derecho a tener un proyecto de vida, a formarse, tener una profesión, pretender vivir de algo que le gusta y formarse en ello, pero también remarcamos que es un derecho colectivo. La sociedad está sosteniendo a la universidad pública porque le hace bien a la sociedad tener una institución donde se produzca conocimiento, se hagan proyectos de investigación y de extensión que también son muy beneficiosos para resolver problemas de toda la comunidad”. 

Y añadió un claro ejemplo que es poco conocido y menos aún difundido por los medios de comunicación masiva. “Hay un proyecto de educación en contextos de encierro, donde trabajan muchos docentes universitarios. Ellos dan cursos en las cárceles, muchos de los que salen después de ese contexto de encierro se insertan luego en las facultades y está la estadística que dice que el 80 por ciento de las personas que pasan por ese programa no reincide. A mí me parece un datazo, como para decir que la universidad también aporta en este sentido”.

La coordinadora

El nombre “Coad” resalta en varias ocasiones por su misterio. Y ese misterio se debe a la incongruencia entre las cuatro letras y el nombre de la organización (Asociación Gremial de Docentes e Investigadores de la Universidad Nacional de Rosario, que daría más bien algo así como AGDIUNR), y que además esas letras componen una palabra que no está registrada en ningún diccionario ni en la conciencia y el saber popular, más que como referencia a esta organización. Y es que la sigla “Coad” significó, originalmente, “Coordinadora de Asociaciones Docentes”, espacio que hubo en los 70, nacido de la necesidad de articulación que tenían representantes gremiales de distintas facultades. “En la época del proceso se desarmó todo eso. Muchas compañeras y compañeros estuvieron exiliados, detenidos. Después con el retorno de la democracia se volvió a armar un poco Coad. Quedó aquel nombre, pero se conformó como asociación gremial de docentes e investigadores de la UNR”, relata Introcaso, marcando el peso de la memoria y las fuerzas que tienen las identificaciones. El nombre Coad es, entonces, resultado de un proceso histórico específico y de la memoria de luchas pasadas.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 13/04/24

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