La puja entre clubes en manos de los socios o de capitales privados suma nuevos actores. La posición cambiante de Daniel Scioli, la desigualdad económica entre equipos y la cultura argentina, bajo la mirada del periodista Ezequiel Fernández Moores.

Cuando Mauricio Macri ya era presidente de la nación, uno de sus hombres cercanos le dijo al periodista Ezequiel Fernández Moores que las Sociedades Anónimas Deportivas le darían transparencia al fútbol argentino. “Clubes y SA podían cometer igual delito”, reflexiona el cronista en su libro Juego, luego existo, “pero si lo hacía el club era un «negociado»”, mientras que “si lo hacía la SA era un negocio”.

El partido entre clubes asociaciones civiles y clubes sociedades anónimas se vuelve a reeditar, tal como ocurrió en el menemismo de los 90 y en el macrismo entre 2015 y 2019. “Aún hoy –escribió Fernández Moores en 2019– hay quienes insisten en afirmar que el deporte no tiene nada que ver con la política. No saben de deporte ni saben de política”. El presidente Javier Milei habilitó la posibilidad de las SAD a través de un DNU, y los dirigentes del fútbol argentino se pelean por distanciarse o alejarse de esa posición. “Eso del club centenario, que representa a una comunidad, un barrio, una esquina, una ciudad, ¿cuánto cuesta? ¿Cuánto vale? ¿Tiene precio?”, se pregunta el periodista deportivo del diario La Nación y del Destape Radio, entre otros medios.

Ida y vuelta

Entre los cuatro proyectos que presentó el gobierno de Carlos Menem en los 90 a favor de las Sociedades Anónimas Deportivas, uno llevaba la firma del ex motonauta y por entonces diputado nacional, Daniel Scioli, quien años más tarde fue vicepresidente del gobierno de Néstor Kirchner y dos veces gobernador bonaerense. En 2018, nuevamente legislador, presentó otro proyecto al respecto, pero esta vez para impedir las SAD. “No cambié de opinión, yo también evoluciono, no me quedo con una idea fija, me doy cuenta de los cambios que hay”, se justifica ahora, que como funcionario de la gestión libertaria volvió a estar a favor de privatizar los clubes. “En los 90 estaba a favor de las SAD, con el kirchnerismo estaba a favor de las asociaciones civiles y ahora con Milei está otra vez a favor de las SAD. No me queda claro cuándo es evolución, cuándo involución, cuándo oportunismo”, ironiza entre risas Ezequiel Fernández Moores en una entrevista en el programa Poné la pava (Radio Rebelde Rosario).

De todas maneras, el experimentado cronista acepta que “el fútbol argentino compite en un mercado globalizado, y en ese mercado, prácticamente en el resto del mundo, los clubes son sociedades anónimas. En casi todos lados”. Y en ese mundo, están las SAD que funcionan y las que no, pero es una “figura absolutamente normal” en el planeta. Aunque Argentina no es la única excepción: “Hay países en los que pasa algo curioso, que uno los imaginaría como que tienen eso naturalizado. En Suecia, por ejemplo, los clubes son de los socios”, sorprende con el dato, y agrega: “También allí hubo un gran debate en los últimos años, y los socios han cuidado de su capital de una manera, por momentos, feroz. Muchas veces pensamos que eso pasa acá no más. Pero nos equivocamos. En un lugar súper capitalista, los clubes son de los socios”.

Gangsterismo en el deporte

La disputa dirigencial, a favor o en contra de las SAD, no quedó en aquel arsenal de comunicados de los clubes apoyando a las asociaciones civiles, antes del balotaje presidencial. Con Milei en la Casa Rosada, la AFA fue por más y lo sometió a votación en asamblea, con una clara victoria. Pero de a poco, algunos se animan a romper filas. El caso de Andrés Fassi, presidente de Talleres de Córdoba y propietario del Grupo Pachuca, es el más conocido. Su postura a favor de las SAD es de larga data, sin especular quién esté sentado en el sillón de Rivadavia ni en la calle Viamonte. Ahora, en su pelea, encontró un aliado: Juan Sebastián Verón.

El ídolo y presidente de Estudiantes de La Plata considera “gastado” el sistema argentino y pide habilitar ingresos de “capitales que ayuden al club”, aspecto que no impide una asociación civil sin fines de lucro. “Para conseguir un crédito para construir o mejorar el estadio no necesito ser una SAD. Hoy los clubes sociedades civiles lo hacen siempre. Acuerdos con capitales de donde sean siempre los hubo y los hay, no necesitás ser una SAD para llegar a ese tipo de inversiones y acuerdos”, remarca Fernandez Moores.

Así, River renombró a su gris estadio como Mâs Monumental, por cuestiones de patrocinio. Por la misma causa, Argentinos Juniors –cuyo presidente Cristian Malaspina realizó días atrás una fuerte defensa a los clubes en manos de los socios– denominó a la cancha de La Paternal “Estadio Búmeran Diego Armando Maradona”.

“¿De verdad querés vender el club? Qué desilusión”, le escribió una hincha en redes sociales. “Si, lo voy a vender. Lamento desilusionarte, pero ando corto de efectivo y no me queda otra que hacerlo. Perdón”, ironizó en la respuesta la Bruja, cuya oposición a la postura de AFA le valió banderas británicas en contra, colgadas por la hinchada del Barracas Central del presidente Chiqui Tapia.

En Rosario hubo un supuesto amague a integrar esas filas. El presidente de Newell’s Ignacio Astore debió salir a desmentir un encuentro con Mauricio Macri. Y por temor a represalias de AFA, hasta negó –en un hecho inédito de fair play– la existencia de los fallos arbitrales adversos que acusó su DT Mauricio Larriera, y por los que antes también había protestado Gabriel Heinze, quien precedió al uruguayo en el cargo.

Pero la defensa de Ezequiel Fernández Moores a los clubes como asociaciones civiles no se gasta en slogans o frases hechas vacías de contenido. También se permite reflexionar: “Si no soy un club grande, no soy ni Boca ni River, que sabemos acaparan gran parte de la torta. Ni tampoco soy de los otros tres señalados como grandes (Racing, Independiente, San Lorenzo), pero quiero crecer, quiero competir, y la desigualdad económica es tan gigantesca que se torna casi quijotesco competir contra ellos, ¿cómo me les acerco económicamente? Tal vez haya una inversión que diga «este club me interesa». Yo quiero atender esa situación del club que no es Boca o River y compite en el alto nivel, y quiero ganar, quiero crecer, quiero tener ambiciones de campeonato, y que los mejores jugadores no siempre queden en manos de Boca o River. Ahí puedo llegar a entender algo de esa situación, y me interesa esa discusión”. Y puso el ejemplo de Defensa y Justicia, que tiene gerenciado el fútbol a través del empresario Cristin Bragarnik, dueño del Elche de España pero a favor de las asociaciones civiles en Argentina. “El club pasó de pelear el descenso a estar asentado en la Primera División”, y sumando títulos internacionales. “Algo bien habrán hecho”. 

Es la cultura, estúpido

La defensa de los clubes como asociaciones civiles, lejos de ser un capricho, cuenta con varios aspectos a los que el dinero no puede llegar. ¿O sí? “La cultura de nuestro fútbol está absolutamente cruzada por la cultura de los clubes. Uno ha recorrido ligas, países, campeonatos, y se da cuenta de que el fenómeno masivo de los clubes en Argentina es un fenómeno argentino, no es un fenómeno que se replique fácilmente en otros lugares”, comenta Fernández Moores.

Pero la incompatibilidad no sólo es cultural, sino también estatutaria: “Si los socios de un club, en una asamblea soberana, deciden ser SAD, no podrían competir en los campeonatos de AFA porque lo prohíbe el estatuto”. Mientras unos dicen “por qué no aceptan la convivencia” entre ambos modelos, Ezequiel se pregunta: “Ahí entramos en otro debate: ¿esa convivencia sería pareja?, porque ese club asociación civil se encarga hasta de los campeonatos de truco y son actividades habitualmente deficitarias, pero son actividades que hacen a la comunidad. ¿Cómo sería la competencia de un club asociación civil que se hace cargo de todo eso, contra una SAD que se hace cargo sólo del fútbol? ¿Sería una competencia pareja?”

Por último, se refirió a la situación de los clubes de barrio, también amenazados por intenciones privadas. “El gran problema hoy es que ya comenzaron los tarifazos. Muchos de ellos están en un drama absoluto desde que les empezaron a llegar las facturas con aumentos brutales”, remarca el autor de Díganme Ringo, una biografía de Bonavena, y advierte: “Lo que puede ocurrir es que esos clubes de barrio, para subsistir, posiblemente se rindan a algún capital extranjero, o un inversor, que habrá que ver después qué es lo que le interesa de esa vida comunitaria de ese barrio. Porque posiblemente lo que le interese sea construir una torre de 9 pisos allí”.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 04/05/24

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