Yo no sé, no. Manuel estuvo juntando monedas todos los días para poder comprar el Billiken que le había encargado a José, el del kiosco de revistas de San Nicolás y Biedma. Esa semana, el Billiken venía con un troquelado del Cabildo, sólo había que saber armarlo. Casi todas las tardes se guardaba dos de 20 centavos y nos decía “estas son para el armado”. José, cuando lo escuchó, le preguntó si era para comprar anzuelos y carnada o para comprar un par de armados chancho, pescado que por esos días estaba en oferta. Tiguín estaba juntando unas monedas para comprarse, aparte de la Corsa, otra revista que traía una lámina con un motor (troquelado) para armar. Carlos y Raúl estaban por armar un torneo libre de 11 y fueron a comprar hasta lo de Trillo un reglamento de fútbol que traía indicaciones para hacer el fixture. Pií y Juancalito habían conseguido una changa como ayudantes de un carpintero de obra que por Biedma y la Santa Isabel (la cortada) estaba armando el encofrado de madera para las columnas de una casa de dos plantas.

Pedro y Vaquita, cada vez que pasaban cerca de Quintana y la vía por la que iba el tren para Buenos Aires –por ahí había un par de plantas de mandarinas que a esa altura del año estaban cargaditas–, intentaban que las dos pibas que allí vivían les dirigieran la palabra o capturarles una mirada, una sonrisa o algo mientras le preguntaban a la señora dueña de las plantas sobre el pronóstico del tiempo. La mujer tenía fama de acertar siempre. Esa tarde levantó la cabeza, miró para arriba y les dijo: “En el cielo se están armando nubes de frío”. Cuando volvían, Vaquita dijo: “Y bueno, el frío endulzará a las mandarinas y con las pibas, por ahora, hay que armarse de paciencia”. Al otro día nos fuimos hasta el puente Gallego para anotarnos en un torneo que se estaba armando con todos los equipos de la zona sur.

Esa tarde, Nicola nos convenció para que nos acerquemos hasta donde el arroyo pega una curva. Ahí vimos que se había armado un remanso donde unos chupadores (pequeños moncholitos) parecían bailar contra la corriente. El viernes a la tarde todo pintaba como para que en lo de la Susi se armara un asalto. Para las lentas, aparte de un disco de Los pasteles verdes, el Colo había traído un doble de Armando Manzanero.

El domingo por la noche, en la esquina, mientras pitábamos un Clifton sin filtro (lo más parecido a un armado que fumaba Tito) y escuchábamos los resultados de la fecha de fútbol, alguien dijo: “Me parece que Armando nos metió la mano en el bolsillo”. Boca ese domingo había ganado uno a cero con un gol de penal. 

De pronto una noticia interrumpió el programa deportivo: se estaban organizando marchas de estudiantes y trabajadores en distintas ciudades. Manuel nos convidaba con pescado frito y mostraba el cabildo del Billiken que había armado. Todos nos fuimos a dormir sabiendo que un interesante tole tole, con los estudiantes y trabajadores a la cabeza, se estaba armando.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 25/05/24

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