Yo no sé, no. Manuel esa semana nos decía con cierta preocupación que por más que estábamos detrás de un mangueo a nuestros viejos por el medio aguinaldo, que en esos días estarían cobrando, seguíamos con una escasez monetaria como para pagar la inscripción de los torneos que se aproximaban. Y ni hablar para renovar camisetas. “Escasez, escasez preocupante es la falta de lluvia en el alto Paraná”, nos dijo José, y agregó: “Al surubí, cada vez más lejos hay que ir a pescarlos”. Tiguín, que venía por Quintana desde Lagos, nos dijo: “No, no me pasó nunca esto. Pasé por cinco bicicleterías y dos ferreterías, en ninguna había gomines y sólo algunas tenían cámaras de buena calidad. Para mí hay escasez de caucho”. Raúl estaba pensando en pedirle a Tito, el del tambo, que nos cediera un pedazo de terreno para hacer una canchita de 5. Tito había retirado las vacas por la escasez de pasto llevándolas del otro lado de la Vía Honda. Carlos, ante la escasez de recuperación de pelotas en el medio campo del nuestro, empezó a poner al flaco Juan (hermano del Tortu) que jugaba de 6, en el medio, con Juancalito como un doble 5. Pipi, ante la escasez de cañas largas, se puso a armar con unas varillas de madera unas especie de cañas de pescar largas y resistentes como para llegar hasta el medio de la lagunita. Ahí, en medio de un islote, las ranas se refugiaban después de tres meses sin llover. La escasez de agua hacía difícil llegar hasta las ranas. A Pedro y al Pichi, Laura les dijo que las pibas (la Susi, Graciela y Mónica) querían que el sábado fuéramos todos a Servando Bayo donde ese finde habría un festival de cumbia. Pedro y Pichi sabían la situación de sus bolsillos, había en ellos una escasez de metales (monedas). Cuando volvían de barrio Acindar, notaron que en la punta de la fábrica había un vacío, faltaban como cuatro montañas de chatarras y Pedro pensó que la escasez de metales se estaba generalizando. 

El sábado a la tarde, Manuel, que para esa altura ya era el encargado de nuestro dinero y más que un tesorero se sentía el presidente de nuestro Banco, mientras contaba por enésima vez los billetes que tenía en una lata, nos decía: “Miren, a pesar de la escasez casi casi llegamos, y si estos dos se hacen doble cinco zafamos”. Eso nos decía mostrando unos billetes con la cara de San Martín cuando sonó una de las sirenas de la fábrica. Los sábados sonaba a las 20. Empezamos a caminar hacia lo de las pibas y Pedro, mientras se acomodaba una camisa leñadora dentro del Levi, miró hacia la fábrica y vio que seguía la escasez de chatarra. No era un buen augurio. En la tele, un economista decía que había una recuperación económica. Esa noche, llegando al Servando, una de las pibas dijo: “Ante la escasez, que suene lindo la cumbia”.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 15/06/24

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