El Gobierno destruyó la protección oficial a mujeres por la “inexistencia” de la violencia de género, que renació con Alberto. El intento de asesinato a Cristina y la doble vara.

“No vamos a tener política de género. La violencia no tiene género. Nuestra política está orientada a ayudar y proteger a todas las personas que estén en situación de violencia y riesgo sin importar su sexo”, dijeron a Clarín desde el área de prensa del Ministerio de Justicia de la Nación, que conduce Mariano Cúneo Libarona, según una nota publicada el 4 de julio último, en la que se equipara la genitalidad biológica con la construcción social de las categorías de varón y mujer. Un mes antes, el 6 de junio y en la simbólica semana del Ni Una Menos, el Gobierno había disuelto la Subsecretaría contra la Violencia de Género –luego de reducir a esa categoría al anterior ministerio–, presumiblemente porque tal cosa no existe. El 13 de agosto, cuando ya había salido a la luz el caso que involucra a Alberto Fernández por agresiones físicas, sicológicas, reproductivas y verbales a su ex pareja, Fabiola Yañez, el presidente Javier Milei realizó una publicación en la red social X sobre ese asunto, en la que resucitó la categoría de violencia que su administración rechaza por inexistente, y que tituló “Ordenando los hechos”. El segundo punto de su ordenamiento de sucesos se denomina, ay ay ay, “violencia de género”. “De la investigación por corrupción se toma conocimiento de un caso de violencia de género”, sostuvo el hombre al que no le avergüenza “ser blanco, rubio y de ojos celeste” ni está dispuesto a “pedir perdón por tener pene”. Lo que podría lucir como una contradicción, no es otra cosa que la política más coherente de la Casa Rosada: decir que sí, que no y que más o menos sobre un mismo tema, en forma sucesiva. Esa práctica, sin embargo, no debe enmascarar las acciones concretas de los hermanos Karina y Javier Milei contra cualquier política que apunte a intervenir, con el fin de disminuirlas, sobre las desigualdades estructurales de género realmente existentes. Comparten ese objetivo con las derechas regionales y mundial, que tampoco se disculpan por su falocentrismo sino que hasta lo convierten en medalla, como en el caso de Bolsonaro padre e hijo.

Los Fernández

El escándalo mediático y político –más o menos lógico– que generó la denuncia de Yañez a Alberto Fernández y la filtración pública de fotografías y diálogos privados, más su indisimulable aprovechamiento político, no guardan relación con la casi invisibilización que acompaña al juicio oral por la tentativa de magnicidio que tuvo como víctima a la otra Fernández del último binomio presidencial, Cristina. Que declaró esta semana.

La contemporaneidad de ambos casos y su desigual acentuación pública es reveladora de lo que, habitualmente, se denomina como doble vara para la interpretación de hechos con características más o menos homologables. Lo cual permite vislumbrar con un grado cierto de probabilidad, que el gobierno de La Libertad Avanza profesa, en realidad, un mero gorilismo de género.

Tras la difusión de las fotografías de Yañez con hematomas en el rostro y un brazo, y antes incluso de que la propia Fabiola aceptara realizar la denuncia –al tratarse de un delito de acción privada, no hay actuación de oficio del Poder Judicial–, los hechos de violencia atribuidos al ex presidente Fernández fueron empleados por los mismos sectores que consideran al feminismo como una ideología de género y aplaudieron el cierre de las áreas oficiales de la mujer, para remarcar el silencio de Cristina.

La ausencia de su voz en la conversación pública se convirtió en sinónimo de complicidad. Cuando Cristina de Kirchner hizo pública su posición al respecto, a través de un posteo en redes sociales, entonces se transformó en una egocéntrica que no para de victimizarse porque le dispararon dos veces en la cara. Además de chorra, llorona.

Dijo CFK: “Alberto Fernández no fue un buen presidente. Tampoco lo fueron Mauricio Macri o Fernando De La Rúa, sólo por mencionar a los que desempeñaron su mandato en lo que va del siglo XXI. Seguramente la lista sería más larga si extendiéramos la cronología. Pero las imágenes que vimos ayer por la noche transmitidas por los medios de comunicación en virtual cadena nacional, en lo que constituye una verdadera revictimización de la denunciante, SON OTRA COSA” (las mayúsculas corresponden al original).

“Las fotos de la señora Fabiola Yañez con hematomas en su cuerpo y rostro junto a los chats publicados que revelan el diálogo entre ella y el ex Presidente, no sólo muestran la golpiza recibida, sino que delatan los aspectos más sórdidos y oscuros de la condición humana. Permiten comprobar, una vez más y dramáticamente, la situación de la mujer en cualquier relación, se desarrolle ésta en un palacio o en una choza”, abundó la dos veces presidenta.

Y apuntó que “la misoginia, el machismo y la hipocresía, pilares en los que se asienta la violencia verbal o física contra la mujer, no tienen bandera partidaria y atraviesan a la sociedad en todos sus estamentos”.

“En lo personal –continuó– y como mujer que ha sido objeto (y lo sigue siendo) de las peores violencias verbales y políticas, hasta la máxima experiencia de violencia física, como fue el intento de asesinato del 1 de septiembre del 2022, expreso mi solidaridad con todas las mujeres víctimas de cualquier tipo de violencia, sin olvidar las palabras que Francisco me dijo al día siguiente de aquel hecho: «toda violencia física siempre es precedida de violencia verbal»”.

Machismo e hipocresía

Unos días antes de que Clarín publicara la frase sobre la inexistencia de la violencia de género, con la que comienza esta nota, el mismo diario consignó que el ministro Libarona sostuvo en una entrevista que “el área de género tendrá prioridad absoluta”. Tanta, que la convirtió junto con el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) en el objeto de su sadismo, expresado bajo la inquietante pero aceptada frase del uso de la motosierra.

En los hechos, en pocos meses de gestión, el Gobierno de les hermanes Milei desarticuló las áreas oficiales vinculadas a la protección de las mujeres y diversidades.

Según el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), en lo que va de 2024 “se ejecutó un 28 por ciento menos de presupuesto de la Línea 144 en comparación con el primer semestre de 2023”, mientras que se “despidió al 38 por ciento de su personal, que recibe llamados con pedidos de asistencia urgentes”, de modo tal que “quedaron turnos con sólo 2 trabajadoras atendiendo”.

Un modo curioso de darle “prioridad absoluta” a un asunto público. Antes se había reducido la jerarquía del área de Ministerio a Subsecretaría para, a principios de junio, directamente quitarla del organigrama estatal.

El 7 de agosto el vocero presidencial, Manuel Adorni, informó que “se decidió vender el edificio donde funcionaba el Ministerio de las Mujeres”, cuyo valor estimó en 12,5 millones de dólares.

El vocero es uno de los encargados de potenciar los simbolismos del Gobierno conservador. Sin escatimar cinismo, sostuvo en X que el edificio “se encuentra virtualmente abandonado”.

En una entrevista de esta semana, afirmó que el Ministerio de la Mujer “no servía para nada” y que “uno de los mayores orgullos de mi vida va a ser haber anunciado el cierre”. Y repitió el latiguillo de que era “una caja política”, aunque el Gobierno no presentó ninguna denuncia judicial ni pública sobre esos presuntos usos espurios de recursos públicos. Desde que la verdad no tiene ninguna relevancia en la discusión pública –sino reafirmar los sesgos de confirmación de juicios previos– ya no es necesario ni tomarte el trabajo de dibujar un papel en Tribunales.

El ELA señaló esta semana que el hecho de “que dirigentes políticos como Alberto Fernández hayan impostado compromiso con los derechos de las mujeres y hayan hecho un uso político de un movimiento que no les pertenece, no quita relevancia y trascendencia al movimiento feminista y nuestras reivindicaciones”.

Por eso, explicó, “no aceptamos la doble vara en ningún caso, tampoco del Gobierno nacional que reacciona con sobreactuada indignación. Mientras impostan preocupación y recomiendan a las víctimas llamar a la línea 144, la realidad es que la línea recibió 10 mil consultas por el Programa Acompañar, una ayuda económica para quienes necesitan salir de un vínculo violento”, pero sin embargo “se ejecutó 82 por ciento menos del presupuesto de este programa comparando con el primer semestre de 2023 y se redujo drásticamente su alcance”. Porque la violencia de género no existe, hasta que la ejerza un “kirchnerista”.

 A la derecha de Atila

Como en la idea de la meritocracia, que supone que todos partimos del mismo lugar y sólo basta esforzarse para ser merecedor de lo que se logra, el Gobierno libertario plantea que los hombres y las mujeres están en igualdad de condiciones y que no existen diferencias sociales estructurales. De modo tal que no es necesario implementar políticas públicas para las mujeres, ya que pueden recorrer el camino personal del mérito de género.

En declaraciones al diario El País de España, la doctora en Ciencias Sociales e investigadora del Conicet, Carolina Justo von Lurzer, señaló en junio pasado que “el encono específico con el feminismo y con las políticas de género les permite a Milei y sus seguidores construirse a la derecha de la derecha”.

“Los intelectuales de este Gobierno son propaladores de ideas contra la ideología de género, que no son un invento argentino y tienen una pregnancia muy fuerte a nivel global. Tienen una pata en el conservadurismo religioso y otra en argumentos biologicistas ligados a una cierta idea de naturaleza”, explicó Von Lurzer.

Así, en la palabra oficial “las políticas públicas de género se convirtieron en el paradigma del Estado que malgasta recursos y los asigna de manera espuria. Hay una cadena semántica que relaciona feminismo con gasto, con robo y con Estado. Para el libertarianismo, el marco legal que garantiza la igualdad entre hombres y mujeres ya existe; las personas sólo tenemos que desarrollar individualmente nuestras potencialidades”.

Para la especialista, “las desigualdades estructurales son desestimadas. Por ende, las políticas públicas para enfrentarlas serían innecesarias”.

Foto: Julia Oubiña | El Eslabón/Redacción Rosario

Una investigación realizada por el Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismo de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), en 2021, revela que los discursos de odio aparecen de modo transversal a las ideologías, pero su distribución es desigual.

Frente a la legalización del aborto refleja que aquellas personas que estaban en contra de la IVE eran más propicias a promover este tipo de discursos violentos que aquellas que estaban a favor.

El estudio evaluó la promoción de discursos odiantes en relación a la posición frente al debate sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Y arrojó que un 34,6 por ciento de quienes estaban en contra de la ley promovían discursos de odio, mientras que el guarismo se reducía a 17,1 por ciento en el grupo de quienes estaban a favor.

La socióloga e investigadora del Laboratorio, Micaela Cuesta, señaló que “hay fuerzas políticas que concentran muchos de estos discursos y otras que tienen un porcentaje muy bajo. Javier Milei se ubica en el espectro cuyos votantes más adhieren a la discursividad violenta”.

La académica añadió que “los climas sociales, culturales y políticos habilitan y legitiman” este tipo de conductas.

De esa manera, “se crea la idea de que está bien lastimar a determinados colectivos porque se lo merecen. La justificación del daño en función de su pertenencia a grupos ocurre en la esfera pública amplia que también son las redes sociales. Esto sucede a través de discursos, ya sean acciones a través del humor o memes, que trafican contenido violento. Todo eso va no sólo habilitando la violencia sino, lo que es más preocupante, legitimándola”.

En su declaración de esta semana en el juicio oral por el intento de magnicidio, Cristina recordó que ese hecho ocurrido el 1 de septiembre de 2022 se fue construyendo con otros anteriores que explicitaban altos grados de violencia simbólica y real, como cuando apedrearon su despacho o se convocaba a marchas opositoras a su domicilio, durante el juicio llamado “Vialidad”.

Y se refirió a la doble vara: “Hubo y hay una invisibilización de este proceso judicial. Tengo que demostrar que no tengo la culpa de que quisieron matarme. Sólo estamos frente a los autores materiales. No estamos frente a los autores intelectuales y financiadores”.

Para la ex presidenta, a los instigadores del intento por asesinarla los “protegió el partido judicial”.

“Es una deuda que se tiene que saldar con la democracia y con la gente que cree que la política sigue siendo un instrumento para cambiar la vida y no de gente que piensa que la política es para matar”, cerró.

Publicado en el semanario El Eslabón del 17/08/24

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