Piden salarios dignos, que permitan vivir y trabajar sin sobresaltos, que dignifiquen la tarea docente. Sin premios ni castigos. En ese reclamo coincide un grupo de educadoras invitadas por Redacción Rosario a conversar sobre el presentismo docente, reinstalado por la Provincia desde principio de este ciclo escolar.
Alma Bustos, Sabrina González, Laura Mercado, Eva Aragone, Jenifer Ruiz Medina y Débora Saita son docentes que trabajan en diferentes escuelas de Rosario, de enseñanza pública y privada. Casi todas, delegadas gremiales. Aseguran que el Premio a la Asistencia Perfecta -como el Gobierno de Santa Fe llama al presentismo- más que un reconocimiento es una extorsión. Defienden el derecho a enfermarse y no tener que ir a dar clases “como sea”; a participar de una medida de fuerza y a seguir formándose en su profesión sin que eso signifique resignar salario.
Son historias de docentes imperfectas que defienden la calidad de los aprendizajes, y por tanto, para que eso pase, también la calidad de vida.
Desde el inicio de su implementación -abril pasado-, el Gobierno provincial asegura que el presentismo es “un premio a los docentes que se comprometen, van a trabajar y no faltan”. Así, quienes tienen “asistencia perfecta” reciben un plus salarial.
“Si una elige la docencia es porque está comprometida, cree que desde la docencia puede haber un cambio y hacerse la diferencia”, responde la profesora Alma Bustos sobre lo que define el compromiso social y humano que implica la enseñanza.
Alma es maestra en la Escuela Primaria N°1346 Francisco Netri y profesora de lengua y literatura en las escuelas Técnicas N°471 y N° 342. Lleva 20 años de antigüedad en la docencia.
“No tenemos elección, porque cuando los hijos se enferman quieren estar con la madre. Y una ni lo piensa”, dice sobre cómo el presentismo pone a decidir entre atender la demanda de un familiar y no perder el plus salarial. Habla de su propia historia de madre y educadora: “Tengo una hija con síndrome de Down y he tenido que tomar licencias repetidas veces por sus cuadros respiratorios. Lo económico lo pienso cuando llega el recibo de sueldo, en el momento lo que necesito es atender a mi hija”.
Otro costado perverso del presentismo es la limitación que le pone a la formación profesional. Más que premio es un “castigo si quiero hacer una capacitación, que después vuelco en mis clases”, dice Alma y recuerda que las oportunidades de estudio en el magisterio redundan en mejores aprendizajes.
En muchos casos, el presentismo condiciona la adhesión a las medidas de fuerza de todo el magisterio, una situación que la docente lamenta porque lleva mirar los bolsillos de manera individual.
Alma defiende una y otra vez el compromiso que las maestras tienen con el día a día en las escuelas, una realidad que dice que el Gobierno provincial desconoce o prefiere no conocer: “El ministro (de Educación) tendría que caminar más las aulas, conocer más de los docentes y más de la realidad de trabajo; de cómo le ponen el pecho todos los días, hasta sacan plata de sus bolsillos” para que la escuela funcione.
En vez de premios, mejorar los salarios
Laura Mercado es docente del Colegio Santo Tomás de Aquino, suma 24 años de antigüedad en su trabajo, los últimos 9 asignada a “tareas diferentes” por razones de salud. Eso le significa no poder estar frente a un aula de 30 alumnas y alumnos, pero sí realizar tareas propias de su profesión y otras administrativas. En la visión del Gobierno de Santa Fe, por no estar “frente al aula” queda afuera de la nómina de docentes a “reconocer” por parte del Estado.
A diario, Laura realiza tareas administrativas propias a una institución educativa, también acompañamiento escolar a grupos reducidos de chicas y chicos que tienen alguna dificultad en sus aprendizajes, y asesoramiento pedagógico en lo curricular.
“No es fácil tampoco estar en esta situación porque sentís que, de golpe, lo que amás hacer no lo podés hacer y tenés que volverte a acomodar. Sí, agradezco que encontré esa posibilidad en la escuela”, dice de lo que le representa estar cumpliendo “tareas diferentes”.
Si bien Laura queda afuera del presentismo, considera que se trata de un “premio” que “no corresponde pagar” a nadie. Remarca que ese plus por “asistencia perfecta” no va al salario, ni computa para las docentes jubiladas. “Lo que se debería hacer es mejorar nuestro sueldo, ofrecer un aumento merecedor para todas y todos los docentes”, dice.
Para la educadora este tipo de “incentivo” es comparable con lo que pueda ofrecer una fábrica o una empresa, donde se paga según lo producido. Y la escuela no es eso. “Al presentismo se lo puede ver como una ayuda al bolsillo, pero en realidad desprestigia tu labor, tu estudio, tu capacitación que hasta muchas veces tenés que pagarte porque el Estado no te la ofrece”, expresa.
Débora Saita es docente en la Escuela La Argentina, en la 527 de Jornada Ampliada y en la Secundaria N°549 Juan Mantovani. Es profesora en ciencias de la educación y toma los reemplazos que pueda en media y superior. Es “una hormiguita viajera” de las escuelas, como se define. Lo hace para sumar antigüedad en el oficio, y desde ya para sostenerse en lo económico.
Los primeros meses del año no cobró el presentismo salarial “por tener licencia gremial y por el paro docente”. Luego por cuidado de su hija, que “realiza un tratamiento” y no siempre consigue turnos médicos que se acomoden a sus horas de trabajo. “El premio me enoja muchísimo porque lo siento como una extorsión. Hago lo imposible por no faltar, para tener estos pesos extras después del 20 de cada mes”, dice.
La necesidad económica en el sector es grande, no contar con ese extra salarial muchas veces lleva a “sacar un adelanto de sueldo”. “Me enoja porque no debiera ser así. No es ningún premio. Me parece extorsivo”, opina quien tiene 20 años de trabajo en el magisterio, y agrega que si la idea del gobierno -como declara- es “hacer un control sobre las asistencias por supuestos abusos, que lo haga pero no así, poniendo a todas en la misma bolsa”.
El discurso oficial del Gobierno afirma que el pago por asistencia perfecta es un reconocimiento a quienes se comprometen y esfuerzan. “Comprometerse con la tarea es mucho más que la asistencia”, responde Débora a esa afirmación y se explaya al decir que “la presencia en el lugar de trabajo es importante”, pero comprometerse con la tarea también pasa por acompañar a las y los alumnos que necesitan más apoyo, hablar con las familias, aún después del horario escolar; asistir a las reuniones de gabinete para seguir una integración escolar o bien hacer un curso de perfeccionamiento.
“No sé si premiar es la palabra pero si se quiere tener un gesto con los docentes, se podrían ofrecer becas de estudio”, propone.
La charla discurre entre infinitas situaciones en las que las docentes van a trabajar como sea para no perder el presentismo y quedarse sin esa porción de salario. También sobre que ir en esas condiciones -enfermas, dejando a un familiar sin cuidado- quita posibilidades laborales a las reemplazantes.
Extorsivo y adoctrinador
Sabrina González es maestra en la Escuela Primaria N°72 Juan B. Justo, lleva 6 años en la enseñanza. Como docente no conoció el presentismo de los 90 en forma directa, pero sí por haber hecho toda su trayectoria escolar en la educación pública, y saber de las luchas docentes: “Veía y escuchaba lo que pasaba con los sueldos tan bajos”.
Para la docente el presentismo es “un apriete político y adoctrinamiento” para que la docencia no participe de las medidas de fuerza, “para no perder esa plata”. “Hay que entender que esa plata es no remunerativa, o sea no va a la Caja de Jubilaciones”, advierte sobre la doble cara de ese “premio”.
Sabrina dice que prefiere no contar en su haber al presentismo que paga el Gobierno. “No lo espero. Sí, muchas veces he tomado reemplazos porque obviamente con el sueldo que tenemos tengo que trabajar doble turno. Soy sostén de familia, madre soltera y necesito la plata, pero si tengo que ir a trabajar enferma no lo hago”.
Considera que el panorama es muy triste, porque “el presentismo vino para quedarse con este gobierno y las compañeras lo cuentan todo el tiempo” en sus salarios. Las necesidades lo convierten en una presión para el trabajo docente.
En su mirada, “hay que luchar para que el sueldo valga, que permita tener derecho a enfermarse”, por ejemplo, y ausentarse del trabajo o bien salir a reclamar “contra la reforma previsional”.
Para Sabrina, la aplicación de este “premio” llegó para desunir en las escuelas: “Vino a disgregar aún más lo que pasa en la realidad, para desunir y para que las familias empiecen a ponerse en contra de los docentes que decidimos parar, continuar con las medidas de fuerza”.
La educadora aprecia y dice que hay que hacer valer las luchas del gremio docente por conseguir conquistas laborales como las titularizaciones o el actual Régimen de Jubilación Docente, que ahora se busca avasallar. Pide que la lucha vuelva a ser colectiva y a no quedarse calladas, porque las mejoras “no van a venir por sí solas”.
Eva Aragone lleva casi 17 años de trabajo en la educación primaria. Es maestra de 3er. grado de la Escuela San José Obrero, de barrio La Florida. No conoció el presentismo de los 90 en vivo y en directo, pero sí a través de sus compañeras de trabajo con mayor antigüedad. “Ya lo vivimos”, dicen de lo que ahora vuelve con nombre de premio.
Eva reconoce que en la historia de la docencia siempre hubo que luchar, estar en la militancia, que a veces esas luchas estuvieron acompañadas por los gobiernos y permitieron estar en mejores condiciones laborales mejor y otras no. “La lucha siempre estuvo y el docente siempre tuvo que estar en la pelea por mejores salarios, por la estabilidad”, entre otras causas. Para la educadora es importante que se entienda que no es una pelea individual, sino “por el bien común” y que “necesita también del apoyo de la sociedad”.
Repasa diferentes situaciones de colegas que perdieron el presentismo por razones más que dolorosas, como el de “una compañera a la que le falleció el papá” o bien otra a quien “se le enfermó el hijo” y cuestiona que ausentarse por esas causas quite compromiso a la tarea docente. O como quien con un fuerte dolor de cabeza asiste solo con un calmante de por medio. “A lo mejor ameritaba tomarse un día de descanso porque ese dolor puede traer consecuencias, a veces no nos damos cuenta de la gravedad de las cosas, de esas pequeñas alarmas”, advierte.
Los esfuerzos por cobrar el presentismo presionan y llevan a resignar calidad de vida. “Si una se tiene que tomar un tafirol para ir a dar clases nunca va a rendir igual, y por más pasión que le ponga al trabajo”, opina sobre la importancia de preservar la salud.
Destaca que estudiar, formarse como docentes es una necesidad y un derecho que el presentismo también restringe.
Eva defiende el derecho constitucional a parar, a manifestarse en defensa de las conquistas del sector. Afirma que el “premio” a la asistencia genera debates al interior de las escuelas y condiciona la libertad de los reclamos. Opera como una amenaza y una extorsión.
El mensaje que pide dejar se sostiene en lo colectivo, en la importancia de “estar juntos y que la lucha sea de todos”.
Jenifer Ruiz Medina es maestra de grado en la Escuela N° 1322 de la zona sur de Rosario. Lleva 7 años de trabajo en la docencia. Apenas iniciada la charla pide llamar a las cosas por su nombre: “El premio (a la asistencia perfecta) es un presentismo promovido por el gobernador”.
Jenifer rechaza esta medida del “reconocimiento” económico por no tener ausencias. “Más que un incentivo es un sistema que se puede convertir en una penalización”, dice y pone como ejemplo directo la importancia que le da a las capacitaciones, “que son claves para el desarrollo profesional y para la calidad educativa”.
La escuela en la que trabaja Jenifer “enfrenta muchísimas carencias tanto a nivel económico como de infraestructura, de recursos educativos”. Más allá de esas dificultades -resalta la maestra- se hace un esfuerzo muy grande “para crear un ambiente de aprendizaje motivador, se trabaja con muchísimo compromiso y sobre todo con mucho amor”. Tareas que no se miden por la presencia a cualquier costo y que muestran que “el compromiso va muchísimo más allá de las aulas”.
Por razones de salud o por estudio, Jenifer perdió el plus salarial por presentismo. “Soy de las personas que creen en la importancia de seguir formándose de manera constante, porque más allá de ser necesarias para mi desarrollo profesional también tienen impacto en la comunidad educativa”, agrega.
Si se trata de decidir entre parar o el presentismo, dice que no duda en adherir a las medidas de fuerza que se impulsan democráticamente en el gremio, aunque eso implique perder el “premio” que otorga el gobierno.
“La educación no se mejora presionando a los docentes con medidas que nos obligan a elegir entre nuestra salud y nuestro sustento. El camino para fortalecer el sistema educativo pasa por mejorar las condiciones de enseñanza y aprendizaje de las y los trabajadores, y reconocer la importancia de formación continua, de cuidarla salud”, expresa Jenifer.
El “premio” de Pullaro
El 7 de mayo pasado el Ministerio de Educación de la provincia difundió el decreto N° 0586 que da pie al “ Programa Asistencia Perfecta, mediante el cual el gobierno provincial premiará a los docentes de escuelas públicas que no falten a trabajar”. El decreto se aplicó desde el 16 de abril anterior y más tarde se hizo extensivo a la enseñanza privada.
Desde el inicio, el ministro de Educación de Santa Fe, José Goity, junto a otras funcionarias y funcionarios, presentó a este programa como “un incentivo mensual y otro trimestral para premiar al docente que concurre al aula”. Lo definen como una “política del Estado provincial de ahorro y una de las herramientas de incentivo que permitan reducir el elevado ausentismo que se observaba en la docencia hasta su puesta en marcha”.
En distintas oportunidades los gremios docentes le reclamaron ver esos informes oficiales que hablan de un desbordado ausentismo docente. Nunca llegó la devolución oficial a ese pedido.
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