Yo no sé, no. Es difícil, o por lo menos me cuesta no hablar de algo personal en estos 25 años de vida de El Eslabón, así que sepan disculpar.
Sepan disculpar si les cuento que uno (yo) cursando la primaria alguna vez escribió algo piola. Eso sí, sólo una vez. Luego, en la secundaria, también una vez, sólo una vez, escribió algo piola. Pasaron los años y en el medio de un tiempo convulsionado, Rodrigo, uno de los fundadores de El Eslabón, me preguntó si podía colaborar con el por entonces mensuario. Bueno, desde entonces le doy a la pluma en este hermoso proyecto colectivo.
Sepan disculpar si traigo al presente la angustia que me provocaba cuando tenía que elegir una foto para comentarla. Sí, así como lo leen: primero elegía una foto y luego hacía una nota sobre esa foto. Sepan disculpar si les hablo de mi vieja, ella estaba tan contenta de leer El Eslabón. Me acuerdo que le gustaban las notas del Guille Griecco y que iba preguntando en cuanto kiosco de diarios se le cruzara en el camino: “¿Tiene El Eslabón?”. “Así lo traen”, me decía. Sepan disculpar si recuerdo con emoción cuando un chico del barrio preguntó en qué Eslabón había salido una historia de su abuelo Mauricio y su almacén. Sepan disculpar si no les puedo describir esas caras de niños, jóvenes y adultos, caras agradecidas cuando recibían en la mano el esla en las marchas del 24 de Marzo. Sepan disculpar si les digo que me ponía ancho de orgullo cuando alguna o alguno del barrio me decía: “Los nombraron en la tele”. Por aquel entonces, para Luis Novaresio el esla era una publicación interesante. Sepan disculpar si les digo que veo en una cinta de una imprenta uno y uno y uno tras otro a El Eslabón a punto de salir con lo que había que decir, que lo que hay que decir, con lo que habrá que decir.
Y que veo al Juane mirando, esperando con su cara que no oculta la emoción al ver que por esa cinta va camino a un parto semanal, a dar a luz un sueño colectivo hecho en papel que lleva por título El Eslabón.
Publicado en el semanario El Eslabón del 07/09/24
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