“En este contexto de tanta pobreza y de tanta crueldad, el jardín tiene que ser un lugar que hospede, que aloje, que contenga, que reciba, que muestre que hay un mundo que puede ser tierno, humano, sensible, solidario y donde los proyectos colectivos pueden tener lugar”, defiende la educadora María Renée Candia. Este viernes 18 presenta su nuevo libro El jardín de infantes como bienvenida al mundo. Propuestas y reflexiones para tejer (nuevos) sentidos pedagógicos (Praxis Grupo Editor), en el que invita a pensar sobre esa idea de mundo que se les ofrece a las infancias y se sostiene el trabajo docente.

La presentación de su nueva publicación será este viernes, a las 18, en la Biblioteca Argentina (Presidente Roca 731). Estará a cargo de la profesora Diana Urcola, con relatos en la voz de Silvia Domínguez; acompañarán con música de flautas Débora Abecasis y Verónica Chuffardi, además de las ilustraciones de Virginia Lingiardi.

María Renée Candia es profesora y licenciada en ciencias de la educación, maestra jardinera y doctoranda en educación (UNR). Una reconocida educadora por docentes y estudiantes de los profesorados, y de los ciclos de formación de la universidad.

En charla con Redacción Rosario, repasa que es a partir de la invitación a publicar que le hace Editorial Praxis, que decide escribir sobre una idea que hacía tiempo daba vueltas por su cabeza: la idea de mundo en el nivel inicial.

En ese intercambio, recorre una serie de lecturas y trabajos académicos en los que aparece esta idea de mundo (no necesariamente referidos al nivel inicial), como el de Michèle Petit y su libro Leer el mundo, en el que trabaja la idea de cómo se presenta el mundo a las infancias; el de Daniel Brailovsky y Mirar el mundo desde el jardín; y al mismo Paulo Freire quien también habla de leer el mundo.

Para Candia preguntarse y reflexionar sobre qué se entiende por esta idea de mundo es necesaria, para valorarla, para entender su sentido y no correr el riesgo de convertirla “en una moda” en lugar de asumirla como un posicionamiento político pedagógico.

El libro lo empezó a cocinar de a poquito, jugando con esa idea de mundo, leyendo mucho, y analizando “cómo se relaciona con la educación, en el contexto del jardín de infantes”. De esa primera tarea surgen “los dos primeros capítulos de mucho contenido filosófico, pedagógico y anudado con la práctica”.

“El jardín de infantes se convierte en territorio de bienvenida, en lugar de cimiento y de aprendizaje, al brindar una superficie de inscripción en el mundo, a la vez que muestra y propicia modos de relación con él, con los otros (desde el estar juntos) y maneras de hacer cuerpo (el mundo) desde el sentir y el jugar en tanto tarea política que asumimos”, resume sobre lo que luego desarrolla y profundiza en cada capítulo de su libro.

La educadora y formadora de docentes, Maria Renée Candia.

Una de las preguntas sobre las que propone trabajar tu libro es “¿Qué mundo, desde lo vincular y sensible, mostramos y ofrecemos desde el propio microcosmos del jardín?” ¿Cuál debiera ser el mejor de esos mundos para las infancias?

—El libro lo empecé en 2023 cuando el contexto no era este. Hoy en día toma un protagonismo fundamental pensar cómo construimos un mundo en la escuela -en sentido amplio, más allá del jardín- que aloje, que reciba, que hospede con ternura; que le dé lugar al otro, que mire al otro, y no que lo ignore lo rechace o lo intente civilizar. La idea es pensar al jardín como morada, como casa segura. En el capítulo 5 del libro, que se llama Cara y ceca del mundo del jardín, muestro algunas imágenes de las diferentes y plurales maneras de vivir la infancia o de transitar las infancias. En este contexto de tanta pobreza y de tanta crueldad, el jardín tiene que ser un lugar que hospede, que aloje, que contenga, que reciba, que muestre que hay un mundo que puede ser tierno, humano, sensible, solidario y donde los proyectos colectivos pueden tener lugar; y no un mundo calculador, bajo un criterio de éxito de mercado y de utilidad.

Además de la idea fundante de “mundo”, en tu trabajo tiene mucha fuerza la idea de “bienvenida” ¿Por qué pensar al jardín como bienvenida al mundo?

—La idea de bienvenida tiene muchas aristas. Por un lado, el jardín, en tanto territorio, despliega una función inaugural o de introducción al mundo. Y eso implica presentarlo, ofrecerlo, cuidarlo. A la idea de bienvenida también la pienso en el sentido de que el jardín, o en los primeros años de edad que se transita la infancia, se viven experiencias personales, vinculares y sociales que posibilitan inscribirse en el mundo. Además porque el jardín, en tanto fundante para las infancias, posibilita aprender la relación con el mundo; en el jardín se hace cuerpo del mundo a partir de sentirlo, de jugarlo. Y da la bienvenida porque también muestra otros modos de convivencia plural; la idea de bienvenida está en poder ofrecer experiencias sensibles y ricas.

Al libro también lo definís como una invitación a revisar las prácticas pedagógicas. ¿Qué prácticas urgen volver a pensar?

—Por un lado la experiencia que ofrecemos como educadores, cómo nos hacemos presentes, porque si me paro desde un lugar donde concibo al mundo desde una lógica de mercado, voy a trabajar desde un lugar donde probablemente la experiencia no acontezca, donde haya un cúmulo de actividades que busquen la utilidad de dejar contentos a los clientes, en este caso los padres, para de alguna manera atender a sus demandas; en lugar de pararse desde una posición pedagógica política. El jardín presenta el mundo a las infancias a través de gestos pedagógicos que abren ese mundo.

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