Yo no sé, no. Cuando pasamos por la puerta de la Anastasio, Manuel nos dijo: “Escuchen, escuchen esa voz que viene desde el patio de la escuela ¡es la Dire!”. Nosotros lo único que escuchamos fue la frenada del 53 que pasaba por la esquina. Manuel estaba medio perseguido porque le habían dicho que la directora se enteró que era él el que en los recreos armaba unos torneos a los penales, cosa que estaba prohibida, y que lo andaban buscando. Tuiguín, cuando nos acercamos a su casa, nos dijo: “Escuchen, es el motor de la Pumita que está en el patio”.
Nosotros en ese momento sólo escuchábamos a una banda de jilgueros que se volvían para el lado de las quintas. Tuiguín tenía la esperanza de que aquella Pumita a la que hacía un par de años se le había dormido el motor, volviera a arrancar. José, cada vez que pasábamos cerca del patio de doña María, sentía el chiflido de Tamba imitando a los jilgueros. Tamba hacía rato que no se juntaba con nosotros porque se había ido a trabajar a un pueblito. “Seguro que está silbando cómo los jilgueros en otros patios”, decía Ricardo.
Cuando pasamos por Riva y el pasaje Y (hoy Laprade), Juancalito nos dijo: “Escuchen la voz de la abuela de Pií que viene desde el patio, dice que va hacer empanadas”. Y aunque la abuela de Pií había partido hacia tiempo, nos pareció sentir un olor a “masa correntina”, como le gustaba decir a ella. Por Quintana, cerca de la casa de Faringola, algunos sentimos el sonido de algún que otro bochazo que salía desde un patio, pues hacia poco lo habían transformado en una hermosa cancha de bochas. Pedro, cuando venía por 24 cerca de Francia, le pareció escuchar que desde el patio de la Martita seguía sonando aquel Winco con un disco de los Beatles en el que la púa saltaba siempre antes de que terminara Hey Jude y pasaba a Yesterday.
Años más tarde, Pedro viniendo en el 126, cerró los ojos y por un instante pensó que venía en el 15. Al toque un sueño se hizo presente con el sonido de aquellos patios, hasta el sonido de su abuela que estando en el patio decía: “Si cantás esa canción que a mí me gusta, te doy para los cigarrillos”. A la abuela le gustaba Yo partiré, de Gilbert Bécaud. También aparecieron sonidos de patios más cercanos en el tiempo, le pareció escuchar las voces de las compañeras y los compañeros deliberando en el patio del Superior. Pedro, cuando llegó a su casa, prendió la radio y escuchó que en los patios de algunos establecimientos educativos se estaban realizando asambleas. Esa noche Pedro se durmió tranquilo sabiendo que los patios estaban despiertos.
Publicado en el semanario El Eslabón del 19/10/24
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