Yo no sé, no. Por un pelito Manuel no se quedó con el premio completo. En la noche del jueves en la kermés, en el último tiro a unos tachos, ganó el segundo premio que era un rollo de fotos de 24. El primero era una sesión en una casa de fotografía que estaba por Biedma. De todos modos, no nos íbamos a quedar con las ganas. Le hablamos al Huguito, que estaba estudiando para fotógrafo, para que en un par de semanas nos sacara las fotos usando el rollo de 24.
Uno dijo que el árbol de membrillo que estaba cerca de Avellaneda merecía ser retratado con todos sus frutos. Su particularidad era que entre sus ramas aparecían dos frutos rojos iguales a dos manzanas. Para la Laurita, era el árbol de la tentación. Otro dijo que una foto tenía que ser en la laguna de las ranas ya que, en unos meses, por ahí pasaría una pala mecánica ensanchando Uriburu.
A nuestro equipo vino uno que jugaba de 9. Venía del barrio Carlos Casado y en el último torneo había sido una revelación, pero desde que se puso la 9 del nuestro, tres meses atrás, no la metía. Como la sequía de goles algún día terminaría, para Carlos ese instante tenía que ser retratado. Sólo faltaba que el fotógrafo estuviera atento al partido siguiente.
Tiguín, que era monaguillo en las misas de los sábados, nos dijo que la oveja que estaba en el pesebre viviente, después de Reyes iría a parar a la parrilla de un cumpleaños y que estábamos invitados. “Para mí, esa ovejita merece un retrato”, decía. Isabel, por su parte, quería que cuando por la Vía Honda pasara el gran carguero, le sacáramos un par de fotos: una al maquinista, que siempre saludaba, y otra al que iba en el furgón de cola, que con un mate en la mano también la saludaba.
Juancalito, con una figu de esas rectangulares con el equipo de Chacarita, nos decía: “Tenemos que sacarnos una foto estrenando el azul francia de nuestra camiseta antes del primer partido, así tenemos un recuerdo con la camiseta invicta”. Cuando nos enteramos que la hermana de la Susi cumpliría 15, le dijimos que como regalo de nuestra parte tendría seis fotos. La fiesta pintaba linda cuando supimos que dos LP del Cuarteto Imperial iban a sonar.
Una noche, el Huguito vino con la cámara para ver si el flash funcionaba bien. María quería que la luna nueva tuviera su foto, mientras que Mónica quería una en el instante en que descorchaba una sidra. Pasaron unas semanas hasta que un domingo, el 9 nuestro por fin la mandó a guardar con un golazo y el Huguito estuvo atento a la jugada. En lo que no estuvo atento fue en el número de fotos que quedaban en el rollo. No quedaba ninguna. Fue un golazo, pero sin testimonio fotográfico.
Publicado en el semanario El Eslabón del 14/12/24
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