Yo no sé, no. En la peluquería que estaba por Crespo a metros de Biedma, un cartel decía: “Promoción 2×1. Recorte de melena”. Manuel y Pií no se iban a perder esa oferta y allí estaban esperando su turno. Graciela, en la modista que vivía por 24, esperaba con un pedazo de tela ya marcada a que la mujer con su tijera le haga un corte rápido para la blusa que se estaba haciendo. “¡Esta modista tiene una mano para el recorte!”, decía.
Cheneo hacía cuentas cuando se enteró que en la fundición del Pelado, donde trabajaba, había un recorte en las horas extras. A Carlos, por su parte, en la herrería en la que laburaba le habían comunicado que por motivos de unos trabajos de emergencia, se recortaban todas las licencias hasta después de Reyes. Raúl, para ganar tiempo, en la carnicería en la que trabajaba había apartado unos cortes de carne. Y al peceto le puso un cartelito que decía “recorte re especial para el horno de fin de año”.
Ricardo y Tamba habían agarrado una changa por Crespo a la altura del 4000: liberar los cables de las ramas. Por ese del barrio, el 31 la calle sería una fiesta, así que que el recorte de algunas ramas era necesario. Juancalito se había hecho unos pesos como para un pan dulce, cigarrillos y dos sidras cuando vendió unos recortes de latas que juntó en lo de Piñataro (uno que tenía una máquina que hacía tapitas). Lucía estaba practicando para hacer mayonesa casera y le decía a Juancito, el hermanito de Manuel, que no le mirara el plato porque se la recortaba.
Dos días antes del 31 nos juntamos en lo de la Susi. Ella había hecho, en una cartulina con letras recortadas y pegadas, un cartel que colgó en su ventana: “Aquí los festejos empiezan el 29”, decía.
El 31, volviendo del arroyo a eso de las 6 de la tarde, ya casi no nos quedaban puchos. Para pitar tranquilos recortamos por la mitad los últimos 4 Big Beng. Recortamos camino para llegar a tiempo a ver cómo nos iba en el sorteo de la canasta en la granja de Cafferata y Biedma. Por ahí cerca vimos a Doña Juanita (la que curaba el empacho y otras cuestiones) preparando una parte de su patio para, llegado el caso, cortar y recortar con un poco de sal gruesa y un par de cuchillos la posible lluvia con tormenta que la radio había pronosticado. Cuando la vimos tan atenta nos despreocupamos. Para eso de las 10 de la noche las calles del barrio, donde el tránsito vehicular estaba recortado, eran las calles más importantes. Allí arrancaba una fiesta que parecía no tener fin.
Publicado en el semanario El Eslabón del 28/12/24
¡Sumate y ampliá el arco informativo! Por 4000 pesos por mes recibí todos los días info destacada de Redacción Rosario por correo electrónico, y los sábados, en tu casa, el semanario El Eslabón. Para suscribirte, contactanos por Whatsapp.
Dejá un comentario