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Yo no sé, no. Tempranito, tipo 6 de la mañana, de lunes a viernes un micro radial informaba sobre el mercado granario por la radio cerealista. Una mañana, en la casa de Tiguín, mientras saboreábamos un rico mate cocido en tazas de lata, José miraba unas plantas de choclos que su padre había plantado en la huerta y dijo: “Me parece que a mi dedo gordo le salió un grano y no me entra el botín derecho”. Al rato, cerca de las 11, estábamos jugando cerca del tambo de Tito, en un campito que estábamos preparando para hacer una canchita. Ese campito no sólo tenía pozos peligrosos sino también una serie de montañitas de tierra que habían hecho las hormigas y quedaron duras por efecto del sol y del agua. Uno iba llegando y parecía que a la tierra le habían salido granos, como esos que a algunos de nosotros le empezaban a salir en la cara.
Cerca de las tres de la tarde, llegaron las pibas: Moni, Laura, Graciela y la pequeña Susi. A eso de las cuatro se sintió la corneta de un churrero y Graciela fue por media docena de churros y media de tortas, con tanta mala suerte que al churrero que la esperaba en la sombra del aromito se le fue la mano con una corneteada y enfureció a unas avispas que en ese árbol tenían varios nidos hechos de barro. Se descuidaron, por coquetearse, y las avispas los picaron. La Graciela volvió con los churros, las tortas y con parte del cuello enrojecido. La Moni, que era jetona, le dijo: “Estuviste chuponeando con el churrero”. Y la Gra le respondió: “Ojalá, fueron las avispas. Mirá si se me pone más rojo y se hincha como un grano”.
Esa tarde, José, al segundo partido no pudo más con el dedo gordo del pie y Raúl hizo entrar a un flaco que tenía la cara que parecía un choclo por los granos y unas patas largas que cuando corría –esa tarde se puso ventosa– se doblaba como una caña pero seguía a pesar del viento. Manuel no pudo jugar de arquero porque en uno de los brazos tenía un pequeño corte que cuando estaba haciendo cáscara el Manu le metió uña y ahora era un grano con pus y le dolía.
A Pedro y a Carlos les habían salido unos granos en la espalda y el domingo, en lo de Laura, se quedaron con las ganas de ir con las musculosas nuevas para que no se les vean esas montañitas rojas. La pequeña Susi, cuando supo que esos primeros granos eran el inicio de la pubertad, apenas le empezó a salir uno no lo ocultó. Es más, ese domingo en lo de Laura (la que vivía en barrio Acindar) apareció con el flequillo recogido para mostrar el pequeño grano que tenía en la frente. Esa noche, el baile duró hasta la madrugada y a eso de las 6, en el campito que el día anterior lo habíamos hecho cancha, emparejándolo y sacándole esos pequeños montículos de tierra, estaba lleno nuevamente de eso que a nosotros nos parecían granos. Se sentía el perfume a tortas fritas que salía de una casilla y también la voz del noticiero de LT3 (la radio cerealista), y Manuel preguntó: “¿A cuánto estaremos cotizando?”
Publicado en el semanario El Eslabón del 15/02/25
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