Yo no sé, no. Por Riva, cerca del pasaje Hutchinson, quedaban dos plantas con ciruelas y una de durazno. Nosotros sabíamos que empezado el otoño –o a más tardar en invierno– al pasaje lo extenderían y esas plantas ya no estarían así que teníamos una idea fija: el de hacernos de esas ciruelas y duraznos que estaban a punto caramelo. La cosa no era fácil, la señora que vivía pegado a los ciruelos no dejaba de cuidarlas. La única posibilidad era distraerla y para eso teníamos que contar con la participación de algunas de las pibas. Raúl y Carlos, los dos que se habían hecho cargo de la dirección del equipo, le decían al Flaco Juan –uno que jugaba de 9– que en el partido que jugaríamos contra un equipo de barrio Matheu, en el primer tiempo tenía que tirarse a los costados para arrastrar la marca.

José había encontrado para pescar un lugar cerca de los bretes (al sur de la ciudad) donde los chupadores (pequeños moncholos) le comían la carnada. Pero José le encontró la vuelta: llevó de carnada una masa de pan con lombrices y ponía las cañas a tres metros de sus líneas, para distraer a los pequeños bigotudos. Tiguín y Cheneo, laburando en la fundición del Pelado, una tarde querían rajarse antes de las 17 para ir al Sol de Mayo y para eso había que distraer al capataz. El Colorado les hizo gamba diciéndole al capataz que vendrían del Ministerio de Trabajo para ver si estaban todos en blanco. El capaz se asustó y a las 15 dejó que se fueran todos.

En el noticiero, como en la tapa de algunos diarios, informaban que en la zona del Uritorco había habido un avistaje de platos voladores. El tío Mario (tío de Pedro) siempre que veía esas noticias decía que era todo humo y que seguro era para distraer, que algo querían ocultar. Un sábado antes de que comenzaran las clases, en Gimnasia y Esgrima había un baile de carnaval, un baile que se había suspendido por la lluvia de febrero. Pedro y Juancalito tenían que convencer a la madre de unas pibas que vivían por barrio Acindar que las dejara ir. El problema era el padre, que no quería saber nada, entonces el Juancalito fue a charlarlo preguntándole sobre cómo trasplantar un limonero mientras que Pedro por otro lado se chamuyaba a la madre de las pibas.

Ese sábado, cerca de Gimnasia y Esgrima, sentimos que un canillita voceaba el titular de La Razón: “¡Huelga general, para el lunes huelga general!”. Manuel sacó unos duraznos y empezó a repartir. Carlos dijo: “Al final va a venir el paro, no nos pudieron distraer con los marcianos”. De pronto pasaron unos tirando globos con agua y, en ese momento, la pequeña Susi, cuando vio que los de la puerta se distrajeron, aprovechó y se mandó por un hueco del alambrado.

Publicado en el semanario El Eslabón del 08/03/25

¡Sumate y ampliá el arco informativo! Por 6000 pesos por mes recibí todos los días info destacada de Redacción Rosario por correo electrónico, y los sábados, en tu casa, el semanario El Eslabón. Para suscribirte, contactanos por Whatsapp.

Más notas relacionadas
  • Dibujos en el aire

    Yo no sé, no. El Monte Caballero, por Uriburu y la Vía Honda, tenía los eucaliptos más alt
  • La mochila del verano

    Yo no sé, no. Las clases comenzarían apenas arrancara marzo. Manuel quería tener una mochi
  • Vayamos al grano

    Yo no sé, no. Tempranito, tipo 6 de la mañana, de lunes a viernes un micro radial informab
Más por Hilo Negro
Más en Columnistas

Dejá un comentario