El Señor I avizora que la tragicomedia en torno al posible escrache de Raúl Castells a Agustín Rossi en su casa tiene protagonistas que suman su tonelada de arena a la intemperancia gorila contra todo lo que tenga relación con el gobierno nacional, que ganó muy holgadamente las últimas elecciones presidenciales en la Argentina. Basta repasar cómo presentó el tema este jueves a la mañana el periodista Héctor López:
“Esto del operativo montado en la casa de Rossi… Es un diputado nacional ¿No podría una fuerza nacional venir a cuidarle la casa, con todos los problemas que tenemos acá?”, largó el hombre de radio 2 en Tribunales. Y claro, si algo faltaba achacarle a Rossi desde la ultra gorila radio 2 es la culpa por la falta de seguridad de los rosarinos.
A Héctor López, que incluyó entre los “culpables” por la distracción policial a los piqueteros, esta vez no le fue en saga el más bueno de Pablo Procopio, por estos días a cargo de Tempranísimo, que se enganchó pidiendo que el gobierno nacional mande la Gendarmería para cuidar al Chivo Rossi.
Después, lógicamente, llegaron los llamados de las doñas oyentes que pican rápidamente; y entonces cambió el eje de la información. Ya no importaba que Castells ande extorsionando impunemente a Dios y María Santísima sino que el problema es que por culpa de Rossi la policía no puede cuidar a la población de ladrones, asesinos y violadores.
La aversión contra el Chivo Rossi de Héctor López tiene un antecedente reciente: el robo que sufriera la esposa del dirigente kirchnerista en una heladería de Fisherton. Aquel día López arrancó malinformando el monto que a la esposa de Rossi le sacaron los ladrones. El Señor I no recuerda las cifras, y considera que no vale la pena revisar sus archivos para traer a colación ese dato, anecdótico al fin.
Aquella vez el que se enganchó de la carne podrida de López fue el más bueno de Novaresio, que sumó un insidioso “¿Y qué hacía la esposa de Rossi con tanta plata en la cartera?”.
Y no es que el Señor I se haya puesto chivista. Se pone chivo con tanta desvergüenza y gorilismo disfrazados de “objetividad informativa”.