Este trabajo se sustenta en los informes suministrados por los pobladores de algunas de las muchísimas localidades afectadas y en ellos se exponen problemas concretos de cada lugar originados directa o indirectamente por plaguicidas.

 

Este trabajo breve pero significativo, expresa la campaña “Paren de Fumigar” que está desarrollando el Grupo de Reflexión Rural desde principios del año 2006 y donde se han sumado otras organizaciones sociales y ambientales, tales como el CEPRONAT Centro de Protección a la Naturaleza, de la ciudad de Santa Fe, y varias otras de las Provincias de Buenos Aires, de Córdoba y de Entre Ríos.

Todo ello puede conocerse a través de la página http://www.grr.org.ar/campanapdf. El proyecto “Paren de Fumigar”, nació como gesto solidario a partir de conocer y de comenzar a respaldar, a partir del año 2005, a las de Madres de Ituzaingó Anexo, un grupo de mujeres que habitan un barrio periférico de la provincia de Córdoba, zona urbana gravemente afectado por el uso indiscriminado de agrotóxicos y donde existen más de 200 casos de cáncer, en una población de no más de 5.000 habitantes.

Este trabajo se sustenta en los informes suministrados por los pobladores de algunas de las muchísimas localidades afectadas y en ellos se exponen problemas concretos de cada lugar originados directa o indirectamente por la acción de los plaguicidas. No es casual que la mayoría de las denuncias sean de las provincias de Córdoba y de Santa Fe. Estas son las principales áreas productoras de soja transgénica, cultivo que ha provocado un aumento exponencial en el uso masivo de agrotóxicos.

Los testimonios de los pueblos afectados evidencian la poca información y conciencia de los productores y las instituciones gubernamentales en los problemas generados por la apuesta a un cultivo “rentable” y hegemónico en la agricultura argentina, en desmedro de la protección del medio ambiente y de la salud humana. En la actualidad, la Argentina posee más de 18 millones de hectáreas sembradas con soja transgénica y consume entre 180 y 200 millones de litros de glifosato por año, más precisamente Roundup, la marca comercial que comprende la mezcla del glifosato con el POEA, herbicida que es componente insustituible del paquete tecnológico de esta agricultura industrial, que incluye la siembra directa y las semillas RR, Roundup Ready, y que ha devenido en el patrón agroquímico de uso más generalizado en todo el territorio.

La creciente expansión de los monocultivos de soja RR ha barrido con los tradicionales cinturones verdes de morigeración de los impactos que rodeaban los pueblos. Estos corredores estaban generalmente constituidos por montes frutales, criaderos de
animales pequeños, tambos y chacras de pequeños agricultores. Ahora los monocultivos llegan a las primeras calles de las localidades y las fumigaciones impactan en forma directa e inmisericorde sobre las poblaciones. Las máquinas fumigadoras se guardan y se lavan dentro de las zonas urbanas, en muchos casos incumpliendo la Ley y en todos, contraviniendo toda norma de prevención, los aerofumigadores suelen decolar de los aeroclubes de las propias localidades y cruzan los pueblos chorreando venenos cuando se dirigen o cuando retornan de sus objetivos sin que la autoridad municipal haga demasiado por impedirlo.

Los granos se almacenan por razones de comodidad de los mismos productores en enormes silos ubicados
generalmente en zonas céntricas de los pueblos, y diseminan con el venteo que se aplica a los granos para restarles humedad, partículas tóxicas que afectan el corazón de las pequeñas urbanizaciones. Caravanas de miles y miles de camiones cargados de porotos cruzan el territorio hacia los pueblos ribereños y los puertos, dejando a su paso regueros de muerte en las poblaciones que viven a orillas de las rutas y que son víctimas de las partículas tóxicas que los vehículos van dejando como una estela a lo largo de su camino.

La agricultura industrial de la soja es sinónimo de desmontes, gravísimo deterioro de los suelos, contaminación generalizada y en particular de las fuentes y reservorios hídricos, degradación del medio y de los agroecosistemas, destrucción de la Biodiversidad y expulsión masiva de poblaciones rurales. Sin embargo, puede haber todavía consecuencias aún mucho más horrendas. Creemos haber descubierto a partir del caso de las madres del barrio Ituzaingó y a lo largo de estos años en que hemos impulsado la “Campaña Paren de Fumigar”, los elementos necesarios para confirmar una vasta operatoria de contaminación sobre miles de poblados pequeños y medianos de la Argentina. Se esta configurando una catástrofe sanitaria de envergadura tal, que nos motiva a imaginar un genocidio impulsado por las políticas de las grandes corporaciones y que solo los enormes intereses en juego y la sorprendente ignorancia de la clase política logran mantener asordinado. El cáncer se ha convertido en una epidemia masiva y generalizada en miles y miles de localidades argentinas y el responsable, es sin lugar a dudas, el modelo rural.

Gran parte de la conciencia y de la información que hemos recogido en estos años, se ha hecho paulatinamente de dominio público. Nuevos debates se han instalado a la sombra de la llamada crisis del campo que se produjo como consecuencia de la resistencia de los sojeros a la resolución 125, y que condujo a los paros rurales y los cortes de ruta. Los contendientes de una puja por el manejo de las retenciones y las enormes ganancias del modelo de la soja, no pudieron evitar que la opinión pública se informara de las profundas dependencias del país a las exportaciones de granos.

El programa de “La Liga” por TELEFE, visto por millones de televidentes, expuso asimismo el daño mortal a los vecinos de las zonas donde se cultiva soja. La patética figura de un antiguo fumigador de la localidad de Basavilbaso, Fabián Tomasi, que nos exhibió desde la pantalla su actual y desgraciada vida, transformado en un esperpento doliente como consecuencia de su trabajo de fumigador y que compadeciéndose de sí mismo, rompe en llanto ante la cámara y muestra su cuerpo arrasado, y nos expresa incapacidad de continuar ejerciendo sus roles como padre y como marido, será una imagen que miles de argentinos difícilmente podrán olvidar en mucho tiempo. Cúmulos de nuevas evidencias científicas refieren a los daños ocasionados por los paquetes agrotóxicos que acompañan los cultivos de Soja RR.

Las protestas vecinales se multiplican. Numerosos municipios han establecido ordenanzas a favor de alejar la línea agronómica de los cultivos de los límites urbanos. Alguna provincias como Entre Ríos han emitido leyes cada vez más restrictivas que incluso imponen el que se preavise de las fumigaciones con 48 horas de anticipación a toda población y producciones cercanas.

Presentaciones judiciales, demandas y querellas han proliferado en ámbitos de la justicia con suerte dispar, en algunos casos, algunos jueces han fallado deteniendo la aplicación de estos venenos en las cercanías de los afectados. No obstante, las movilizaciones, la instalación del tema en los medios y la creciente sensibilización de los municipios, no observamos cambios significativos por parte del Gobierno, ni tampoco mayor preocupación en el cumplimiento de la Ley.

Los intereses en juego aparentan ser demasiado fuertes y las resistencias, la ceguera y la sordera por parte de los más altos funcionarios y legisladores a informarse, tomar conciencia y actuar, resultan pertinaces y hacen el futuro imprevisible.

Esta presentación que añade una recopilación de casos y evidencias, y a pesar de tantas dificultades encontradas y de hallar tantas resistencias, expresa la enorme esperanza, no tan solo nuestra, sino también de todos los pueblos que son víctimas del
espantoso flagelo de la fumigación con tóxicos, de que, en ciertos lugares de decisión o al menos donde la autoridad moral se encuentra preservada, haya oídos y disposición para atender estas demandas. Difícilmente pueda hallarse una ocasión más sensible para ejercitar la justicia y aún la compasión, como en aquellos innumerables casos de madres que, luego del embarazo esperanzador paren el fruto de su vientre con malformaciones.

No hay ganancias por enormes que ellas sean que puedan atenuar este crimen. Y ese crimen se repite cada día en las provincias argentinas y es consecuencia de la voracidad sin límites en el lucro, del incumplimiento de la ley y de la facilidad para la dirigencia y los dueños del poder de ejercer el mal a distancia. Esta presentación ofrece la oportunidad de tomar conciencia y en especial de hacer algo para detener el genocidio. Quedamos esperando.

(Esta es la introducción al Informe Pueblos Fumigados, que se puede leer comleto en este link)

*Jorge Eduardo Rulli es coordinador de la “Campaña Paren de Fumigar” que se lleva a cabo en las principales provincias sojeras desde hace cuatro años y que ahora presenta este informe a la opinión pública.
Militante político desde muy joven, fue luego de 1955 uno de los fundadores de la Juventud Peronista. Pasó más de diez años en la cárcel y fue torturado en más de una oportunidad hasta la agonía. Hoy es un pensador prolífico y multifacético que acostumbra vincular los imaginarios revolucionarios del pasado con los nuevos desafíos globales.
A mediados de los años 90 participó en la fundación del Grupo de Reflexión Rural que ha llevado desde entonces el peso de las denuncias contra el modelo biotecnológico de producción de commodities.
Actualmente, conduce en Radio Nacional AM 870 “Horizonte Sur” – http://horizontesurblog.blogspot.com/ – un programa radiofónico que combina el pensamiento nacional con las luchas antiglobales. Habita con su familia en Marcos Paz, en una minúscula granja en que lleva a cabo sistemas permaculturales de autoconsumo y prácticas neocampesinas de
agricultura ecológica.

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