Juegos de palabras, non sense, humor. Son algunos de los recursos convencionales a los que recurren Basch y Pinti para poner en escena un teatro infantil que no sirve de excusa para transmitir valores: los convierte en la materia prima de su propio lenguaje.
 

Teatro. Basch, Adela: Minutos a toda hora. Buenos Aires, Colihue, 2008, 56 páginas. /
Teatro. Pinti, Enrique: Corazón de bizcochuelo. Buenos Aires, Colihue, 2008, 64 páginas.

Estos textos se pueden leer solitariamente y en silencio, en voz alta para uno mismo y/o para otros; también pueden servir de guiones para su representación. Sin descuidar los juegos corporales y escenográficos, hacen que las palabras suenen y resuenen, como si hubieran sido lanzadas en una fantástica cámara de eco.

En Minutos a toda hora, Roque, Sonia, Tomás, Carolina y Fernando realizan sus oficios al ritmo del omnipresente reloj del pueblo. El artefacto, con sus ruidos raros y disonancias, va marcando los desencuentros comunitarios. Tras mil tropiezos y mezquindades varias, los habitantes encuentran finalmente el ritmo de una hora solidaria, que sirva para medir una vida en común.

Con resonancias menos trágicas que las de Romeo y Julieta, el amor imposible entre Confite y Margarina, cuyas familias están enemistadas por la competencia comercial, es el conflicto inicial de Corazón de bizcochuelo. Un artista de las transformaciones y los disfraces los ayudará a vencer todos los obstáculos que se interponen a su felicidad.

Haciendo gala de una capacidad imaginativa asombrosa, que se desmarca todo el tiempo de los verosímiles de la utilidad o del ocio, ambos autores prueban que el teatro infantil no supone lectores-espectadores menos sensibles o inteligentes que los de los géneros adultos.

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