“Ahora se busca la verdad para confirmar a todos que no hubo accidente, que ese choque fue provocado y murió al ser desnucado”, afirmó este martes a redacciónrosario.com Marilé Cosiano, sobrina de monseñor Enrique Angelelli.
La mujer viajó luego a La Rioja, ya que peritos forenses de la Corte Suprema de Justicia iniciaron los estudios sobre los restos del obispo de los pobres.
“Cuando lo mataron, el 4 de agosto de 1976, fui frente al cadáver y al tocar su cabeza comprobé que tenía el hueso occipital roto. La versión oficial dijo que “El Pelado” murió al ser despedido por el parabrisas, pero eso es imposible por su cuerpo de 1.80 de altura, ya que se hubiera destrozado la cara, y no fue así”, indica la cordobesa que tenía 25 años cuando asesinaron al obispo, que entonces tenía 55.
“No nos permitían tocarlo, pero con mi abuela y una monjita les destapamos las manos y vimos que las tenía lastimadas. En la causa, los mismos médicos militares registraron que le faltaba la piel de los talones. Eso fue porque el cuerpo fue sacado del auto y lo torturaron, antes de ser desnucado y morir”, explicó Marilé, quien vivía en Córdoba en 1976.
“Ya no se discute sobre el choque, no fue un accidente y mi tío esperaba ya ser víctima de un atentado. Pero tenemos fe –agregó– y cierta seguridad en el cuerpo de Peritos Forenses y su investigación. Soy creyente y sabía que se conocería la verdad a pesar del silencio cómplice de muchos. Todo un pueblo no se puede equivocar y ya no se puede encubrir más a los responsables de esa crimen. Hasta el Episcopado hace una investigación y a los 30 años de la muerte de Angelelli empezaron a tomar el caso e hicieron una misa por él”.
Un cura del pueblo
Cuando el religioso fue designado obispo auxiliar de Córdoba, en marzo de 1961, trabajadores y vecinos de las barriadas acompañaron a la consagración del Pelado en la catedral. Pero fue resistido y, tras participar en conflictos gremiales y trabajar con curas que buscaban renovar la Iglesia, en 1964 fue alejado del cargo.
En 1968 es nombrado obispo de La Rioja, profundizó su compromiso y enfrentó a la misma familia de Carlos Menen y sus intereses. “Atacó a la usura y a los poderosos que regenteaban la venta de droga y la prostitución”, recuerdan sus biógrafos. A inicios de 1976 denunció persecuciones y asesinatos de curas a manos de la dictadura. Llevó sus reclamos ante el general Luciano Benjamín Menéndez, comandante del III Cuerpo de Ejército, quien por toda respuesta le dijo: “El que se tiene que cuidar es usted”.