Este martes se presentaron otros cuatro testigos en el juicio que investiga los delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura en el Servicio de Informaciones de la Policía de Rosario (SI). Patricia Antello, Alfredo Vivono, Esteban Mariño y Jorge Palombo agregaron nuevas pruebas y relataron hechos que involucraron directamente a varios de los imputados de la causa. Condiciones degradantes, torturas sin límite y actos heroicos de resistencia fueron escuchados por los jueces del Tribunal Oral Federal N°2 (TOF) y una sala colmada de amigos y familiares de los sobrevivientes.
El testimonio de Palombo fue tan puntilloso, preciso y estremecedor que pareció incluso conmover a uno de los defensores de los acusados. La de este martes fue la segunda ronda de declaraciones testimoniales del proceso. Los acusados de este juicio son el general retirado Ramón Díaz Bessone, los ex policías José Rubén Lo Fiego, Mario Marcote, Ramón Rito Vergara y el civil Ricardo Miguel Chomicky. Todos están imputados por privaciones ilegítimas de la libertad, tormentos y asociación ilícita. Díaz Bessone y Lo Fiego además están procesados por 15 homicidios el primero y dos el segundo.
Testimonio de Jorge Palombo
Jorge Palombo estuvo privado ilegítimamente de la libertad entre junio de 1976 y diciembre de 1978. La de este martes fue su primera declaración. Quizás por eso tuvo un alto grado de espontaneidad ‒hecho que a los ojos de este cronista logró conmover más de una vez a los jueces del tribunal‒. Durante el testimonio de Palombo toda la sala de audiencias pareció estar más concentrada que nunca. Fue tan estremecedor su relato que hasta el defensor del represor Lofiego pareció no soportar lo impactante de los hechos descriptos y se mantuvo más de cinco minutos con las manos sobre su rostro, mirando hacia abajo.
Palombo recordó que «en el ’76 era militante político de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), y estudiaba en el Superior de Comercio». «Cuando me secuestran tenía 17 años”, contó.
Jorge hizo un raconto pormenorizado desde el día de su secuestro: “El 30 de junio de 1976 había ingresado a hablar por teléfono a un bar de calle Ovidio Lagos y Córdoba, cuando intento salir, una persona me llama, se me abalanza y me tira al suelo. Me pegan con las culatas en la cabeza, me sale sangre, me tiran por el pavimento, me esposan, me tiran dentro de un auto. Adentro había una mujer, si bien estaba tirado en el suelo, no podía ver, solo la cara de la chica, no la conocía, le decían Gringa, era Diana Comini. Me di cuenta que me llevan a la jefatura porque era de la zona”.
Ya en el SI, Palombo describió que lo “llevan a las patadas a una oficina, con escritorios metálicos. Un construcción antigua, no estaba vendado. Con la cabeza baja, me pegaban, insultaban, decían cosas”.
“Luego traen a una chica que estaba detenida ‒prosiguió el testimonio de Jorge‒, no la veo, ella tampoco, le preguntan como se llama, dice Patricia Antello, la conocía con anterioridad. Me dicen sabemos quien sos vos, tenemos a Patricia. Alguien que me pegaba, decía que era karateca. Me llevan a otra oficina o cuartito, me desnudan totalmente, me sacan la ropa, me tiran balde de agua encima, hacía mucho frío, insistían que les diera datos de compañeros. Me pegan, siento ruido como chicharra, me dicen te vamos a dar la máquina para que sepas lo que es bueno”.
Palombo indicó cómo lo torturaron: “El balde de agua era para que sintiera electricidad en todo el cuerpo. En la ingle, encías, cabeza, boca, pene. La fueron pasando durante horas, acompañado por golpes, amenazas permanentes. Otro procedimiento fue el submarino. En un balde, varias personas que me introducían la cabeza hasta que perdía el conocimiento. Lo perdí dos veces en esa circunstancias. Era terrible. Me golpeaban, para que largara el aire y luego tragaba el agua. No estaba esposado, amordazado, ni vendado”.
“Al poco tiempo de ello sí me vendan ‒continuó Jorge‒, habían secuestrado a otra persona, Martínez, un estudiante de veterinaria. Tenía guardapolvo, grisáceo, se lo cortan en tiras y hacen vendas para todos los detenidos. Era un venda muy precaria, con el sarandeo de las torturas y golpes se corría, me permitió ver quienes me torturaban”.
La perversión de la maquinaria represiva fue pintada por Palombo con innumerables anécdotas en sus más de dos horas de declaración. “En una ocasión estaban interrogando a la chica que cayó conmigo, y otra chica “Marita”, María Ines Albornoz, la torturaron, pegaron mucho. Sucedió durante horas, se pierde noción del tiempo, uno de los torturadores dijo ‘que tarde se hizo, estoy cagado de hambre’, y se fueron a cenar.
Despues volvieron, y la tortura siguió con golpes y picanas, me introdujeron elementos punzantes debajo de las uñas, me amazaban durante horas con sus botas mis testículos.
La oficina era llamada parrilla, quedé junto a Marita, nos dejaron solos. En ese momento, Marita tuvo un gesto de humanidad, me dio la mano, me preguntó quien era, nos dimos aliento y asistencia, destruidos como estabamos. En medio de semejante horror fue un primer acto de resistencia”.
Jorge identificó a varios de sus secuestradores. “A uno que le decían la Bruja, de 30 años, bigotes largo, pelo rubión”. Además refirió quienes lo interrogaban: “eran El Cura y El Ciego o Menguele, que con el tiempo pude saber que eran Marcote y Lofiego. Con el tiempo pude verlos en las calles a ambos, luego del 85´ cuando vuelvo del exilio en Venezuela. Estaban con la misma fisonomía, Lofiego incluso con uniforme. Otras personas que participaban, eran Feced, Seichuk (jefe SI), Guzmán (2do), Carlos Gómez. De los 3 primeros supe los nombres porque así se presentaron. También La Pirincha dirigía el interrogatorio, era un joven, apellido Peralta”.
Palombo fue nombrando a otros detenidos que cruzó durante su cautiverio como “Pica” Raúl Chiartano, la gringa Adriana Comini, el “Bado” Eduardo Seminara, Pedro Galeano, el Mosquito Marcelo De la Torre, La Carlota Carlos Piacetti. “Otro día trajeron a Mario Luraschi y su señora, los fueron a buscar por ser amigo de Ángel Chichin Ruani. Su señora estaba embarazada de varios meses, ya tenía mucha panza. Tengo la impresión de verla mucho tiempo tirada en el piso, atada, durante días, la veía cuando me llevaban al baño. También trajeron al concuñado de Luraschi, por el solo hecho de serlo”, apuntó el testigo.
“Mientras estaba tirado, vendado, las manos amarradas con mi propio cinturón, se sienten comentarios que dicen ‘vienen los bichos verdes’ ‒delcaró Palombo‒. Pude ver borceguíes militares y uniforme de fajina reluciente”.
La prodigiosa memoria de Palombo siguió ofreciendo al tribunal valiosa información sobre el centro de detención que se investiga en este juicio: “Otra persona detenida, que sufrió simulacro de fusilamiento era El Pollo, José Baravalle. El otro que estaba detenido en la oficina de Lofiego era Gauchito, Esteban Mariño. Después de siete días de estar ahí eran tantas las personas que se estaban agolpando, que nos bajan a un grupo al zótano, el subsuelo de SI, sin vendas, sin estar amarrados. Había muchas personas, pude darme cuenta que estaba en esquina de Dorrego y San Lorenzo. Se oía alguna voz de personas que pasaban por la vereda de enfrente”.
Palombo recordó que entre los detenidos había muchos chicos jóvenes, estudiantes secundarios de 16 y 15 años. “Adrían De Rosa, Cerraballe, Pipo Trotanto, fue torturado de tal forma que deliraba”. También mencionó la escalofriante historia de toda la familia Ferrari detenida. “La Madre, el padre, el hijo Chiqui Ferrari, que tenia 14 años”.
“Había tres guardias, Jorge Pérez, supuestamente el Karateca, Juan y Kunfito, que oficiaban de guardiacárceles”, señaló Palombo.
“Durante mi permanencia en ese lugar, si bien estábamos mejor que arriba, era una situación terrorífica tener que estar escuchando lo que pasaba a los de arriba. Recuerdo pedidos de clemencia. La tortura “la tabla”, los levantan, sacudían y cuando llegaba al piso lo tiran. Recuerdo como temblaba el techo del sótano cuando hacían eso. Así lo torturaron mucho a Pedro Galeano”, testificó Jorge.
“Nos trasladaron ‒narró Palombo‒. Nos llevan a un carro de la policía, parecido a celular, eramos muchos, apretados. Lo veo a Rubén Milberg, otro compañero, era pelado y se ensañaron mucho con su pelada, tenía la cabeza llena de crosta por la picana, se ensañaron mucho por su condición de judio. Estaba Seminara prácticamente desnudo, porque como estaba haciendo el Servicio militar la arrancaron la ropa. Daniel Gotig, Pedro Galeano destrozado por la tortura. No sé cuantos seríamos, 20 o 30. Luracschi, casi sin poder respirar. Recuerdo la cara del Correntino morada por los golpes, casi desnudo, tapado por una manta vieja, parecida a la que usan los pordioseros en las calles, temblando porque hacía mucho frío. Éramos un grupo de hombres que no valíamos nada. Seres humanos reducidos a cualquier cosa. Apretados como estábamos, en las condiciones que estabamos”. En ese momento de su declaración Palombo no pudo contenerse y se quebró emocionalmente. Luego de un respiro retomó el hilo de su relato: “El correntino tuvo la fortaleza de darnos ánimos, con su tonada, su fe nos disparó a todos, ‘la puta que había sido fea la vida de las sardinas’, dijo. Esa muestra de humor fue otro acto de resistencia. Fuimos llevados a la cárcel de Rosario, la redonda, nos recibieron los médicos del penal, constataron el nivel de tortura que teníamos todos. Chiartano, Seminara, Bertone, Gotik, Carlos Corbella. Lo revisaron al Correntino Galeano y no lo quisieron recibir en el estado en que estaba. Nos admiten y nos llevan a un pabellón celular, de noche, los otros presos llevados a sus celdas. La mayoría eran obreros, gente muy buena. Estuvimos en la cárcel de Rosario hasta el 9 de septiembre de ese mismo año (1976), que nos ordenan que preparemos todo, para trasladarnos a Coronda. En Coronda pude ver a muchos que habían estado en el SI”.
Al final de su detallado y conmovedor testimonio ‒fue tan preciso que ni el tribunal ni ninguna de las partes le realizó pregunta alguna‒, Jorge Palombo dijo: “Quiero agregar que yo di esta declaración por mi familia y todo lo que tuvieron que pasar, por mis compañeros, por los que no están, y por los que compartieron conmigo en aquella época y esta época. Por mis compañeros de la Juventud Peronista, y los del Movimiento Evita que me sostuvieron todos estos años y me sostienen”.
Además hubo otros tres testimonios fundamentales este martes. Patricia Antello hizo un relato contundente de su cautiverio, y entre otros detenidos recordó a Ruth Gonzalez, la detenida desaparecida que fue salvajemente torturada junto a sus dos hijitas de uno y dos años, Mariana y Josefina, la cuales también sufrieron castigos físicos.
Esteban Mariño, ‒con un temple increíble por el tenor de su relato‒ señaló por su parte el mismo derrotero de secuestro y torturas sufridas e hizo una especial mención a Eduardo Alberto Perez ‒otra de las víctimas de la causa‒. “Estoy sentado aquí declarando por él”, aclaró el Gauchito, como lo apodan sus compañeros.
Finalmente, el último testimonio de la jornada lo aportó Alfredo Vivono, quien atraveś de su declaración demostró que no escapó a las terribles situaciones descriptas por los testigos anteriores. Vivono se detuvo especialmente para manifestar al TOF 2 su deseo de que el imputado Ricardo Comicky ‒está sentado entre los acusados por denuncias de colaboración con los represores‒ sea condenado por los delitos que se le imputan, a saber, privación ilegítima de la libertad, tormentos y asociación ilícita.