El testimonio de Marta Vennera en el juicio a la patota que actuó en el Servicio de Informaciones en la última dictadura revela uno de los costados más trágicos del impacto del terrorismo de Estado en miles de familias argentinas.
La testigo brindó este martes un relato plagado de emociones encontradas, donde el miedo, la culpa y el dolor vivido esos años, se hicieron presentes. "Después de muchos años de silencio quiero reivindicar a mi marido como un militante de la Juventud Peronista", expresó Vennera.
Militantes de la vida
La testigo declaró que el 27 de septiembre de 1976 ocurrió la desaparición de su marido Antonio Ángel López. Marta recordó que “en la mañana del 27 era lunes Antonio salió temprano, antes de ir a trabajar tenia una tarea como militante de la Juventud Peronistas, tenía que volantear la zona de Villa Diego, iba con un grupo, el tenia una moto, era una misión riesgosa porque era una época difícil, habían caído muchos militante, las citas y controles estaban cantados, el riesgo hizo que el día anterior Antonio reuniera a la familia”.
Vennera continuó: “Yo no militaba pero apoyaba la militancia de Antonio. Después de la volanteada tenía que ir al trabajo, de un estudio de arquitectura, yo trabajaba de preceptora en el colegio misericordia, estaba embarazada de 2 meses, estaba angustiada esperando el llamado. Llegó el mediodía y me fui a casa de mi mama, porque si Antonio había caído lo habitual era un allanamiento. Estuve todo el día en casa de mi mamá, a quien no le dije nada, esperando que Antonio me venga a buscar. No le dije nada a mi mamá porque en mi familia había muchos policías y no sabíamos que había pasado, si yo hablaba podía estar hechándole la policía encima a estos chicos. Disimulando que estaba todo bien me fui a casa de un hermano de Antonio, Jorge, me quedé a pasar la noche ahí un par de días mas. En casa de mi cuñado decidimos ir avivir a casa de unas tías abuelas de Antonio que me hacían pasar por una sobrina que llego de otro lado”.
Marta realizo un conmovedor relato de aquellos tiempos en los que pretendía no perder la esperanza de reencontrarse con su compañero. “Trate de no llorar, yo tenia que estar bien, si no veo un cadáver, yo tengo derecho a esperar una persona que esta viva”, dijo a los jueces la testigo.
Vennera prosiguió: “Lo primero que hice fue una denuncia de desaparición y busca de paradero eso fue el 9 de octubre, habían pasado un poco mas de 10 días. Fue en ese tiempo que me llega una versión. La historia de una pareja que va en moto que un auto, que al muchacho que maneja para, levanta los brazos y le disparan en la nuca, que la chica corre y la meten adentro del auto y al muchacho también, levantan los volantes, y la moto quedo tirada muchas horas en ese lugar. Parecía creíble. Yo me aferré a la posibilidad que un balazo habría terminado enseguida con la vida de Antonio, que no hubiera sufrido torturas”.
La versión de ese operativo es la misma que la familia Moro – De Vicenzo obtiene sobre la posible “caída” de Miriam, la hermana de Ana Moro, fundadora de Familiares de desaparecidos y testigo de la causa que ya declaró meses atrás.
“Gerardo, mi hijo ‒siguió el testimonio de Marta‒ ya había nacido, y recuedo haber ido con mi cuñado Jorge, a fines del ’77 a verlo al padre Héctor García, que nos aseguró que lo había visto a Antonio, que estaba bien, que pronto iba a salir. Por la ilusión, confiamos en el cura”.
Luego Vennera comentó que un día su familia se conecta con alguien de la policía federal con quién en un primer encuentro no obtiene respuestas. La segunda vez que se ve con esa gente de a policía federal, Vennera contó el siguiente diálogo: “un policía federal me empieza a decir que quizás Antonio se había ido con otra. Yo le dije que no, que estábamos bien, que el estaba contento con el bebe que esperábamos, y me pregunta si prefería que esté muerto o se hubiera ido con otra. Y yo le di la respuesta mas espantosa, que prefería que este muerto. Y me dijo bueno vamos a buscar entre los muertos. Dijo que había unos cadáveres aparecidos en un camino de tierra que por la descripción y la fecha podía ser Antonio, llamó a un empleado que no estaba uniformado, que me acompañó a los tribunales”.
Luego la testigo desarrolló el pasaje más tremendo de su relato: “Allí me me hicieron algunas preguntas en relación a la fecha de mi casamiento, nosotros nos habíamos intercambiado anillos, así que si ese era Antonio tenía un anillo con mi nombre me mostraron fotos, había varias fotos, en una estaba Antonio muerto, un muerto tirado entre yuyales, boca abajo, en otra de frente vestido, tenía como un trapo o una tira rasgada en la cabeza, lo que me dio la idea de que podía haber sido una venda o mordaza. Me desespero, porque pienso que entonces no había caído enseguida. Había otra foto que parecía tomada en una morgue, porque era el cuerpo sobre una mesa; se veía la parte superior del torso, era una situación de morgue, tenía los ojos cerrados y el gesto crispado, tenso, era Antonio yo no tenia dudas”.
El suspenso creado por el relato de la testigo no bajaba su intensidad, Vennera comentó que “había otras fotos” de “un cuerpo de una mujer con los ojos entreabiertos y pelo desordenado”, y describió a los jueces: “Me preguntaron si yo tenia idea de quien podía ser, yo pensé que podía ser Miriam (Moro). Pero yo había negado en todo momento la militancia de Antonio, yo dije que no sabía quien podía ser, tenia miedo no sólo por lo que pudiera pasarme a mi sino la consecuencia sobre otras personas, cómo justificar quien era Miriam que había ido a hacer Antonio. Yo estaba ahí, enterándome que Antonio había sido asesinado”.
Acomplejada, la testigo pareció revivir en durante su testimonio las sensaciones contradictorias que la atravesaron en aquel instante de hace 34 años: “Yo había cortado todo vínculo con la vida anterior, deje de ver los amigos de Antonio, me quedé en el círculo cerrado de mi trabajo y la casa de mi familia. La idea era no arriesgar a nadie que tuviera relación conmigo y mi entorno, en esa escena en ese espacio de opresión, no se que respuesta podría haber dado más que esa negación que me espanta, porque eso impidió que la familia Moro recupere los restos de Miriam, en un tiempo que le hubiera permitido recuperarlo. Seguramente alguien sabía lo que había pasado y veían a mi ilusionada, esa es la tragedia, esperar la aparición con vida, ponerme a mi delante de las fotos era decirme basta, deja de esperar. La decisión que tomé fue la de negar, no la conozco, no se quien es, fue un dilema”.
Más adelante en su testimonio, Marta comentó que en diciembre de 1983, se encontró con Ana Moro. “Le pregunte si había podido saber sobre Miriam ‒declaró Vennera‒, yo le dije que sabia que había pasado con Antonio. Ana se puso mal y me pidió que la acompañe a la calle Corrientes, a la oficina de la APDH, donde estaba Delia Rodriguez Araya. Le hable del expediente, tramite y fotos. Delia me reprochaba como había podido callar tanto tiempo, que locura tenia encima. Se ve que yo seguía mal, esta traba a asumir toda la historia, cuando a raíz de las actuaciones de Ana moro, soy citada a los tribunales, yo sigo sosteniendo que Antonio salio a trabajar y que no estaba en nada”.
En ese momento Marta dijo: “Por ello yo quiero reivindicar la figura de Antonio como un militante político de la juventud peronista”, y luego agregó: “Cuando Ana llega al cementerio de Casilda, (donde estaba los cuerpos de Antonio y el de Miriam Moro), se encuentra que en ese pedazo de tierra pública habían levantado un edificio de nichos y no era posible rescatar el cuerpo de Miriam”.