Como todo buen final, el de Osama tenía que ser a los tiros.
Como todo buen final, el de Osama tenía que ser a los tiros.

El Señor I se madrugó con el titular del The New York Times "Bin Laden is dead". Su primera reacción fue sutil: un terrible bostezo. Luego, no del todo despabilado, se sorprendió: “¿Pero, no estaba muerto?”. Prendió la tele para confirmar la novedad lamentándose íntimamente de haber sido poseedor sin saberlo, de una primicia que jamás vio la luz. En la pantalla de la BBC vio las multitudes enfervorizadas de yanquis y yancófilos festejando a la puertas de la Casa Blanca y en el Time Square, y confundió momentáneamente la escena con las muchas veces vista en Medio Oriente, la de manifestaciones islamistas festejando alguna que otra victoria parcial y efímera sobre el imperio, vivando la quema del trapo genocida, saltando sobre las cenizas de algún desafortunado pero siempre heroico piloto de cazabombardero.

Todas aquellas, escenas repetidas hasta las náuseas por las grandes cadenas norteamericanas, parafernalia propagandística insuperable, cuestión de graficar tanto como sea posible, cuán inhumano, perverso y salvaje es el Enemigo de la Libertad, cuestión de untar su dedo inquisidor en la llaga del orgullo norteamericano para que la masa salte, se indigne y se reclute.

El Señor I se restregó los ojos: los festejos eran del mundo civilizado, haciendo catarsis después de diez años de terror autoinducido, gritando y bailando por la muerte del hombre de las cuevas, la espada de Damocles del Imperio, el Aleph del mal que tuvo en vilo a la mayor potencia militar del mundo por más de un decenio. Y vio además, la burda foto del cadáver, difundida por varios de los principales medios del globo como real, donde se ve a un semi desfigurado pero sospechosamente reconocible Bin Laden después de la caricia de las balas de las tropas de elite estadounidense que le dieron la cana al temido Osama en una mansión de las afueras de la ciudad de Abottabad en Paquistán.

Después vino la desmentida, sí, el reconocimiento de la prensa de que la imagen de Osama muerto había sido falseada con el inefable photoshopp por un medio paquistaní. Dijeron que fue arrojado al mar en una tradicional sepultura musulmana, luego que el cadáver fue recuperado por sus homicidas. Y el Señor I recordó las veces que se difundió la supuesta muerte de Bin Laden, la cantidad de videos distribuidos por la CIA, por Al Jazeera, por la madre de tu tía, donde aparece Osama vivito y coleando, Osama rezando, Osama disparando su AK-47, Osama amenazando al pueblo norteamericano, Osama amedrentando a Occidente entero.

Ahora rebulle el fantasma del terrorismo, porque habrá venganza aseguran desde todos los rincones donde EEUU tiene plantada una base. Ahora que el perro ha muerto, la rabia abunda y prolifera. Metanse en sus casas, cierren puertas y ventanas. Han matado a un fantasma, para darle luz a uno nuevo.

Ya estuvo bueno, dirían los mexicanos,pensó el Señor I, quien insomne y malhumorado, desconectó computadora y tele de un zarpazo.

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