El ex Personal Civil de Inteligencia del Ejército (PCI) durante la dictadura, Eduardo Tucu Costanzo, recibió en su domicilio a El Eslabón, volvió a prender el ventilador y no dejó títere con cabeza. Se despachó contra sus ex camaradas del Batallón 121, ventiló trapitos sobre Luis Rubeo, Orlando Vignatti y Norberto Nicotra -entre otros-, y reveló los nombres de varios represores en fotos inéditas que aquí se publican por primera vez.
El teléfono sonó y atendió una inconfundible voz con tonada tucumana.
―“Qué tal Costanzo, yo soy Basso, del periódico…”.
―“Si Juane –interrumpió-, ya se quién es usted, del Eslabón, de HIJOS, usted es de Rufino, el marido de la doctora…”.
Lo corté: “Quiero hacerle una entrevista sobre el caso Cambiaso-Pereyra Rossi, y por lo que usted sabe de la desaparecida Raquel Negro y sus mellizos, a propósito de lo que declaró en el juicio en Paraná”, le dije. “Eso fue un desastre, cómo van a absolver a Marino González”, replicó el condenado a reclusión perpetua por la justicia federal de Rosario. Combinamos una cita en su casa, donde purga pena -bajo el régimen de prisión domiciliaria- por integrar el grupo de tareas que, entre otros crímenes de lesa humanidad, secuestró, mantuvo cautivos clandestinamente y desapareció a 17 militantes montoneros durante el terrorismo de Estado.
El número 2931 de calle Pueyrredón no fue difícil de ubicar, un patrullero hace guardia permanente a pocos metros del portón de ingreso. “Sí, esa es la casa de Costanzo”, confirmó el oficial de la policía santafesina sentado al volante del móvil. A las 10 en punto del 9 de noviembre, hora pautada para la entrevista, el Tucu está sentado en un sillón en el porche de su casa. Cualquiera que pase por la vereda puede verlo detrás de la reja, donde suele matar el tiempo.
Apenas entramos con la fotógrafa Costanzo se atajó. “Yo no soy como los otros represores, esos milicos hijos de puta. Quiero que vean que no soy el monstruo que se construyeron ustedes”, dijo ni bien abrió la puerta. Entrar en la entrevista propiamente periodística no fue simple, Costanzo insistió en hablar, en tono de reclamo, sobre por qué HIJOS le solicitó prisión perpetua en el juicio Guerrieri–Ámelong, en el que finalmente fue condenado por esa pena. Tras un corto y tranquilo peloteo le propuse: “Convengamos una cosa, hagamos una entrevista y no pretendamos ponernos de acuerdo”.
RAQUEL NEGRO
Costanzo habló a borbotones. Contó, con una verborragia incontenible y una naturalidad difícil de asimilar, hechos de los más terribles que se puedan escuchar y que protagonizó u observó en persona. Son relatos del descenso al mismo infierno.
—¿Cuál fue el destino de los mellizos de la detenida de la Quinta de Funes Raquel Negro?
—El tema de Raquel Negro yo lo denuncié en el año 1992. No es nuevo. Y nadie hizo justicia en todo esos años. Hasta en la revista Gente salí en una nota que me hizo el Bigote Acosta. Es curioso que ahora el doctor (Marcelo) Bailaque (juez federal de instrucción) me procese como coautor de la muerte de Raque Negro. Y más curioso cuando en Paraná me citan como testigo. En el juicio en Paraná el juez me dijo que me remita a responder lo que me pregunten y no me dejaron decir nada de lo que tenía para decir de Marino González –quien posteriormente fue absuelto en el juicio–. No me dejaron decir nada de lo que sé de Marino González. Él es a quién le encargan organizar el traslado de Raquel Negro de la quinta La Intermedia, propiedad de la familia de Daniel Ámelong, al Hospital Militar de Paraná. Marino González es el que organizaba las guardias las 24 horas. Así me cuentan, a mi no me mandaron. Una mañana vuelve uno de los que hacían custodia y dice que han nacido mellizos (un varón y una nena) y que el chiquito había nacido muerto. Después me cuenta (Walter) Pagano a mí que él con Ámelong la llevan a la nena a un convento, no me dicen en ese momento el Hogar del Huérfano. La ponen a la entrada bien envueltita. La dejan y tocan el timbre y le dejan un escarbadientes para que siga sonando.
—¿Qué sucedió con Raquel?
—A Raquel Negro la traen muerta de Paraná o Santa Fe, en un baúl de un auto Peugeot 504. Yo estoy parado en un costado después de que han matado a todos los detenidos y cargado en un camioncito Mercedes 608, que es el mismo que usan en el secuestro de Cambiaso y Pereyra Rossi. La traen desnuda, atada y con una bolsa de plástico en la cabeza. Pregunto quién es y me dicen que era la María Amarilla (así le decían a Raquel Negro). La sacaron de ahí, la metieron junto con los otros muertos.
—¿Y qué hicieron con esos cuerpos?
—Los llevaron al aeropuerto, los cargaron al avión y los tiraron a la bahía de Samborombón.
NAVONE
“Yo le dije al juez de Paraná que hable con Carlos Razzetti, hijo de Constantino, que fue asesinado por la Triple A. Porque Razzetti se comunicó con Kopaitich, que es un periodista que vive en Barcelona que se crió con Nabone en Casilda. Hace muchos años ya se comentaba que el hijo que tenía el hermano de Navone, no el militar, era hijo de desaparecidos”, dijo Costanzo, en un tramo de la entrevista en el que nos concentramos en el tema del otro de los mellizos de Raquel Negro, el varón. La mujer, Sabrina Gullino, recuperó su identidad en 2008, entre otros elementos por el testimonio del propio Costanzo, quien relató a la justicia el episodio protagonizado por Ámelong y Pagano, cuando llevaron a la bebé al Hogar del Huérfano. En cuanto al varón, la posibilidad de que esté vivo se reavivó durante el juicio en Entre Ríos, cuando el Tucu declaró que Razzetti y Kopaitich sabían quien lo tenía.
El teniente coronel Paúl Alberto Navone prestó servicios en la Sección Inteligencia 122 de Paraná, dependiente del Destacamento de Inteligencia 122 de Santa Fe, a su vez dependiente del Segundo Cuerpo del Ejército con asiento en Rosario. En el año 1976 se encontraba en apoyo del Comando de la Segunda Brigada Blindada de la capital entrerriana, tal cual informó a la Justicia el Comando del Ejército. Según declaró Costanzo, Navone integró el grupo de tareas que llevó a Raquel Negro desde Rosario al Hospital Militar de Paraná y permaneció con ella durante el cautiverio.
Por su parte Oscar Kopaitich, el señalado periodista residente en Barcelona, declaró a la prensa que conocía a Navone por ser vecinos de toda la vida en la ciudad de Casilda. Kopaitich alimentó la hipótesis de que Navone habría sido quien se llevó al mellizo varón de Raquel Negro y se lo habría dado a su hermano.
Navone se suicidó de un disparo en la cabeza en febrero de 2008, el mismo día que debía prestar declaración indagatoria en la causa que investigaba la existencia de una maternidad clandestina en el Hospital Militar de Paraná.
CASO CAMBIASO PEREYRA ROSSI
―¿Cómo tomó conocimiento de lo que sucedió con Cambiaso y Pereyra Rossi?
―Hablando, tomando café con los muchachos. El que más me contó fue el Barba Cabrera. Cabrera hacía seis meses que lo venía siguiendo a Cambiaso. Cabrera vivía en Pérez a pocas cuadras de Cambiaso.
―¿Qué pudo reconstruir de los hechos de ese operativo?
―Me cuenta Cabrera que Pereyra Rossi venía de Buenos Aires y Cambiaso lo iba a esperar en la terminal. Pero parece que Cambiaso lo hace bajar antes. Y toda la patota encabezada por Pascual Guerrieri y Victor Hugo Rodriguez, alias Chuli, se vienen de la terminal con el operativo ya fracasado. Pero otro muchacho, de nombre legal Daniel Ferrere, los ve entrar a Cambiaso y Pereyra en el bar Magnun, los llama por handy y todos convergen ahí. Los primeros son Guerrieri y Rodríguez y al volante en ese auto venía uno que le decían Choper, creo que Vanzinni el apellido.
Choper me cuenta a mi que estaba ahí el kiosquero que vendía las revistas, que miraba y no sabía como ponerse.
Entonces llega la patota. Guerrieri adentro los tenía apretados. Campilongo, uno del destacamento también estaba en la puerta y no dejaba pasar a nadie por la vereda. Y se los llevan a Cambiaso y Pereyra Rossi, en el camioncito que usaban para transportar los cuerpos, a Oroño al fondo, donde estaban haciendo la Circunvalación. Ahí los tienen todo el día torturándolos y a la noche se los llevan y le entregan a Patti.
En el auto de Cambiaso, un Fiat 1500 lo llevan tirado en el suelo a él y ahí va Porra con los pies arriba de la espalda. Y en otro auto lo llevan a Pereyra Rossi y lo va pisando Filtro, creo que de apellido Sebastián, ex yerno del Coronel Pozzi.
―Usted también mencionó en su declaración judicial a como otro integrante de la patota al ex arquero de Central Edgardo Andrada.
―Él entra a trabajar creo que en el año 80, lo nombra Guerrieri. Y él era uno más de la patota. Y él también estaba. Porque Choper después me cuenta todo cuando yo estaba preso en el Batallón 121. Y ahí me cuenta con lujo de detalles todo. Choper, que ahora tiene taxi y remís en Pérez, fue toda la vida chofer del jefe del destacamento. Cambiaban los jefes y él seguía. Él estaba en la puerta del bar Magnum.
DE SERVICIO A SERVICIO
El Eslabón accedió a una carpeta perteneciente al ex personal de Inteligencia del Ejército Ariel Porra, alias Puma, entregada por una fuente que reclamó estricta reserva, que contiene diferentes documentos como informes de inteligencia, fichas de ex detenidos desaparecidos y fotos del propio Porra con otros personajes presumiblemente ex camaradas de la patota, a veces de uniforme, a veces no, y que datan de 1978. Costanzo aceptó identificar para este medio quiénes son los hombres que aparecen junto al Puma, y los lugares en que fueron tomadas las fotografías.
En la primera imagen (1) el Tucu reconoció a Porra. En la segunda (2) le pareció que el lugar es la Fábrica Militar de Armas. En la tercera (3) reconoció a “un tal Sebastián, yerno de Juvenal Pozzi, creo que el apellido es Sebastián, le decían Filtro”, apuntó Costanzo, y agregó: “Es el que le iba pisando la cabeza a uno de los secuestrados en el bar Magnum”.
En la cuarta foto (4) el Tucu señala al Puma y a otro de la patota del Batallón 121de ejército que utilizaba el seudónimo Aldo y cuyo verdadero nombre es Ariel López. La foto está tomada en el centro clandestino de detención La Calamita, por donde pasaron, según Costanzo, más de cien detenidos; y de donde se llevaron a unos sesenta en diferentes momentos para ser arrojados en aviones al mar o a la Bahía de Samborombón. El Tucu reconoció de inmediato el lugar. “Es la Calamita porque Fariña le decía el Fortino”, indicó. En la imagen se ve que un cartelito pegado sobre la pared reza “Fortino”.
En la quinta foto (5), tomada a la salida de un subte en Buenos Aires, Costanzo identificó a “Puma, Pancho (Francisco) Scilabra y a González Pinto, ya muerto”.
De la séptima (6) foto que se publica en esta edición, con el tanque de guerra de telón de fondo, Costanzo aseguró que está tomada en el Batallón 121.
La carpeta de Ariel Porra, que obra en poder de la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Santa Fe, servirá a la justicia federal como prueba de la pertenencia a la patota del Puma y los otros identificados. Costanzo deberá volver a comparecer en los tribunales para señalar quiénes son los que aparecen allí.
DEL MERCADO DE CONCENTRACIÓN AL CAMPO DE CONCENTRACIÓN
Costanzo contó que en Tucumán tenía camiones y trabajaba en el mercado de concentración de la capital provincial. En agosto de 1976 fue detenido acusado de un robo en el mercado. El Tucu negó todo, pero luego de haber estado detenido, se fue a Rosario porque –aseguró– él y su familia corrían “riesgos” después de ese episodio. “Todos los sábados venían al mercado camiones de Ejército a solicitar algo de la mercadería que quedaba y todo el mundo le daba, y como yo no le he querido dar ni mierda, supongo que de ahí ha venido la bronca”, explicó Costanzo el origen del problema con los de verde.
—¿Y cómo fue que empezó a realizar tareas como personal civil de inteligencia, a través de quién se contactó?
—A través de un amigo mío, que tenía otro amigo, que me recomendó para hacer informes. Y es así que hacía informes yo los primeros meses. Te digo que era un problema bárbaro. La primera vez me mandan a la esquina de Wheelwright y Corrientes y yo no sabía ni dónde quedaba eso.
Una relación explosiva
El Eslabón ya publicó diferentes notas que dan cuenta de los vínculos que unieron a Costanzo con Luís Rubeo padre. Rubeo, sindicado como uno de los precursores de la Triple A en Rosario, además de ser padrino de uno de los hijos de Costanzo, integró al Tucu en su staff de empleados cuando fue Senador, al igual que Pascual Guerrieri, quien según Costanzo fue la persona que los presentó alguna vez. Ya se ha contado en este periódico el episodio en que el Tucu, ya en tiempos de la democracia, se encargó de hacer detonar un explosivo a un competidor de Rubeo en la interna justicialista. En esta entrevista, Costanzo se detuvo aún más en la figura de uno de los colaboradores de Rubeo en los años ochenta, el actual dueño de los diario Ámbito Financiero, El Ciudadano, Buenos Aires Herald y socio de La Capital, entre otros tantos negocios, Orlando Vignatti. “Vignatti, el del diario La Capital ‒se despachó Costanzo‒, era un ladrón de autos. Te lo digo con todas las letras: ladrón de autos. Fichado y reconocido. Incluso yo cuando Vigantti andaba muerto de hambre, le desarmé un auto con los pibes para que tenga un mango para comer. Antes que fuera director del Banco de Santa Fe, que lo puso Rubeo. Era uno de los lacayos de Rubeo”.
*La versión completa de la entrevista con Costanzo fue publicada en el periódico El Eslabón.