jazz_en_rosario
Mientras camino hacia el bar donde me encontraré con Federico Riva y Mariano Ruggieri ensayo mentalmente la apertura de esta nota. Algo así:
“El nombre resuena hace ya algunos años en festivales, recitales y actividades más difíciles de clasificar. Hemos visto sus logos, invitaciones y firmas en redes sociales, páginas y flyers. Sus jams de miércoles en el centro cultural y bar rosarino La Chamuyera se convirtieron, a fuerza de insistencias y presencias, en un punto fijo sobre el cual rota buena parte de la nueva generación de músicos de jazz de la ciudad.
Debajo de esos epifenómenos hay unas estrategias y ciertos diagnósticos que combinan gustos musicales, apuesta cultural y ejercicio autogestivo…”
Llego al bar. Diviso a los chicos, encaro hacia la mesa. Estoy a unos pocos metros-segundos de una entrevista que busca conocer de qué está hecho Jazz en Rosario.

–Para comenzar, les pido una breve biografía.
–(MR): Jazz en Rosario nació en 2011. Es una asociación de músicos/organizadores autogestionados que busca desarrollar y fortalecer la escena del jazz de la ciudad y estamos interesados en una producción artística local. Nos proponemos crear un ambiente receptivo al crecimiento de propuestas musicales elaboradas y contribuir a una sociedad más rica en valores utilizando el jazz, sus recursos éticos y estéticos, no como un condicionante estilístico sino como herramienta. Actualmente, el grupo nuclea unos sesenta músicos de distintas generaciones, vertientes musicales y procedencias: Rosario, Santa Fe, Paraná, Chañar, Mar del Plata, La Plata, Mendoza y otras regiones del país. Muchos tienen una vinculación constante, otros más intermitente.

–¿Qué actividades han desarrollado?
–(FR): Antes que nada, me parece importante decir que pensamos cada una de nuestras actividades potenciándose mutuamente, como partes de una estructura compleja y estableciendo un proceso social de intercambio continuo y a largo plazo.
Entre las actividades llevadas a cabo desde el comienzo, se destaca la Jam Session que se realiza todos los miércoles y en la que participan muchos músicos y artistas de diversas disciplinas: danza, fotografía, cine, poesía. Tiene un gran éxito de convocatoria. De hecho, dada la cantidad de músicos que se acercaron al proyecto, en 2012 se generó otro espacio: el ciclo de Jazz de los viernes, donde se presentaban proyectos y músicos locales y del resto del país. Desde el año 2013 ese ciclo se realiza los jueves y hemos ido agregando nuevas propuestas: los ciclo Dos Cuartos y Notas Negras + Jazz en Rosario, la celebración del Día Internacional de Jazz, clínicas, talleres y ensayos abiertos al público. También el año pasado armamos el Primer encuentro de músicos de jazz de Rosario, que fue organizado por los propios músicos y del que participaron más de setentas artistas, además de una revista mensual impresa y digital que difunde información, recomendaciones, artículos, actividades y entrevistas a músicos que participan en nuestras movidas.
Ahora, en junio, comenzamos un ciclo en el Petit Salón del 2º piso de la Plataforma Lavardén que consistirá en dos entregas mensuales con bandas locales, invitados y distintas propuestas a lo largo del año.

–Siendo un proyecto constante y polifacético, ¿cómo se organizan?
–(FR): Básicamente hay un núcleo de gestión que se encarga de producir y organizar algunos eventos (como la Jam y el Encuentro de músicos). Por otro lado surgen nuevos ciclos organizados por otros músicos que se van sumando al proyecto: a veces son fechas puntuales, otras son nuevos espacios que se sostienen durante un cierto lapso. En cuanto a lugares, es un sistema en parte nómade, con una «base de operaciones» fija en la jam session.

–¿Cómo creen que tocar y componer jazz dialoga con la ciudad?
–(MR): Consideramos al jazz una herramienta ideal para la formación del músico porque su riqueza técnica (armonía e improvisación) lo vuelven el género más inclusivo de todos, enriqueciendo y enriqueciéndose de los otros estilos. A partir de este criterio creemos también que promueve el espíritu de grupo, la cooperación, la convivencia, el respeto por el espacio de cada uno, la creatividad, la libertad de expresión y la diversidad. Todos estos parámetros ayudan a encontrar los caminos hacia una cultura del conocimiento, la calidad humana y artística.
El jazz nos interesa también para fomentar una autogestión que habilite proyectos grupales que, por un lado, aporten conocimientos a los jóvenes músicos locales que se están formando y, por otro, impacten en la sociedad, generado procesos de integración e inclusión que disminuyan brechas culturales entre distintos sectores sociales. Desde otra óptica, creemos que puede promover indirectamente al desarrollo de emprendimientos que tienen que ver con el crecimiento económico.

–¿Y el entorno? ¿Cómo ven las escenas musicales rosarinas?
–(MR): Las escenas musicales, y las artísticas en general, han crecido en estos últimos años. Se han ido profesionalizando un poco más y hay más acercamientos a las distintas instancias que rodean y hacen posible la producción artística, ligadas a la gestión y la difusión. Como en nuestro caso, la unión y asociación entre artistas permite la autogestión colectiva: son ejemplos Planeta X, Tocolobombo, MuTar (músicos tangueros Rosarinos).

–A propósito de eso, ¿tienen vínculos con experiencias similares (jazzeras o no)?
–(FR): Estamos en contacto permanente con miembros de otras asociaciones y muchas veces surgen intercambios y trabajos conjuntos, así como la posibilidad de pensar en nuestros proyectos a partir de las experiencias de los demás. De Rosario, los que recién mencionamos. Y en el resto del país: Santa Fe Jam, Jazz en la Plata, MDP Improvisación colectiva (Mar del Plata), Movimiento Baldío Jazz (Villa Ramallo), Jazz Local (Córdoba) y Jazz en Tucumán.

–Hay un dilema que recorre muchas de estas experiencias: el económico. ¿Encontraron formas de remunerar sus trabajos como músicos?
–(FR): Jazz en Rosario genera dinero indirectamente a través de un circuito de gigs (que son distintos tipos de trabajos, tocadas, conciertos, recitales, festivales, trabajos de sesionista, musicalización de eventos). Por otro lado, siempre peleamos para que el dinero de las entradas sea destine a los músicos o se pague un cachet previamente arreglado y tratamos de buscar las mejores condiciones (comida, sonido, transporte, horarios estipulados, pagos). La idea es que el dinero se reparta en partes iguales y, cuando es posible, destinar una parte a un fondo común para producciones futuras. Mientras que algunos de los músicos del proyecto trabajan de otras cosas, la mayoría de nosotros vive de estas actividades sumadas a la enseñanza en ámbitos público y/o privado.

Este artículo fue publicado en la edición 147 del semanario El Eslabón.

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