La masiva y federal marcha en defensa de la universidad pública hizo pisar el freno, por primera vez, a los hermanos Milei. Cuando el ajuste y la diatriba toca una entraña simbólica. Se vienen el Día del Trabajador y el paro general.

Centenares de miles de personas en las calles de las principales ciudades del país durante la jornada en defensa de la universidad y la educación públicas obraron una vertiginosa metamorfosis presidencial, que en 24 horas pasó de denunciar como “centros de adoctrinamiento” a las casas de altos estudios a considerar que la imponente movilización en su defensa posee “causas nobles” pero estuvo fundada en “motivos oscuros”. Las habituales diatribas de Javier Milei contra lo otro –que sintetiza exitosamente con el término “casta”– encontraron en el ataque a las universidades públicas un contundente dique de contención al programa liberal-libertario: no es lo mismo acometer contra la desprestigiada CGT, construida semánticamente como “lo oscuro” de la sociedad argentina, que hacerlo con las aulas que albergan a las y los hijos de las clases medias urbanas, que ven en esa institución la representación de la movilidad social ascendente que durante décadas distinguió al país. La evidencia de que esa “bala” perforó la dermis oficialista –que hasta el momento parecía inmune a las quejas y acciones de las víctimas del plan de gobierno– quedó registrada en el tuit presidencial del 24 de abril, un día después de la enorme y diversa movilización federal: “En ningún momento el gobierno nacional insinuó la intención de cerrar las universidades nacionales. Lejos de eso, ya el día anterior a la manifestación de ayer estaban hechos los giros de recursos para los gastos de funcionamiento de todas las universidades nacionales”, reculó Milei en su propia cuenta de X. Y volvió a recurrir al mecanismo que hasta ahora le había dado resultado: “Pero como la clase política no deja pasar ninguna oportunidad para defender sus privilegios, montaron sobre una consigna justa un acto netamente político de oposición al gobierno”.

El periodismo oficialista buscó en la previa –con más denuedo que fortuna– agigantar la presencia de dirigentes opositores en la marcha federal en defensa de la universidad pública, con el fin de “politizarla” y, de ese modo, desacreditarla. Amén de la obviedad de que toda movilización es política, si esos referentes opositores tuviesen la capacidad de convocar a las calles a millones, Milei estaría realmente en problemas.

De todos modos, la masiva movilización por el sostenimiento de las universidades y en defensa de la educación pública es parte de un Plan de Acción, que continuará con la marcha por el 1° de Mayo –Día del Trabajador– y tendrá una nueva posta el 9 del mismo mes, durante la jornada de paro convocada por la CGT y las dos CTA. Un dato para nada menor es que en el escenario de la Marcha Federal convivieron, por primera vez en mucho tiempo, las representaciones sindicales tradicionales con el estudiantado, los movimientos sociales, fuerzas políticas de izquierda, organismos defensores de los Derechos Humanos y múltiples agrupaciones de la sociedad civil.

Ni tanto ni tan poco

Una lectura más o menos equilibrada de lo ocurrido el 23 de abril sugiere que no fue tanto ni tan poco. Constituida por un amplio abanico de organizaciones de la sociedad civil de todo tipo, la marcha incluyó a votantes de La Libertad Avanza, que no derraman las “lágrimas de zurdo” que el presidente atesora en una taza, sino que consideran que desfinanciar las universidades es algo que los afecta negativamente.

 

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Ya vieron, antes, caer sus ingresos, la pérdida del poder adquisitivo de las jubilaciones de nonos y nonas, el agigantamiento de las facturas de servicios públicos que pagan sus padres, las de las prepagas de salud, si es que tienen. La posibilidad de perder, también, las chances de acceder a educación pública en el nivel superior parece haberlos conmovido, nada menos.

Creer que eso los convirtió en férreos opositores constituye un error de dimensiones similares a la subestimación de la Casa Rosada sobre el ajuste interminable con alegría ciudadana y reacciones fragmentadas.

De todos modos, la multitudinaria marcha federal –en sentido literal, en este caso- hizo retroceder al Gobierno porque no se trató de una mera movilización de estudiantes. Las plazas del país albergaron a un conjunto de representaciones sociales que, además, incluyó a las institucionales de la CGT, las dos CTA, partidos políticos opositores y “amigables”, figuras de la cultura, el arte, los feminismos y otros y otras agredidas por la revolución del individualismo extremo.

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

Que la temprana movilización en Córdoba, bastión del voto libertario, tuviera la masividad que tuvo, hizo sonar una alarma en el oficialismo. A la tarde esa imagen se replicó por todo el país, incluso en ciudades medianas y pequeñas que poseen universidades públicas.

La marcha en CABA, dicen aquellos más temporalmente alejados de la juventud, no tuvo parangón en el período democrático, aunque algunos la empardan con la de la Multipartidaria de diciembre de 1982. Pero para mensurar con mayor precisión la magnitud de la protesta pacífica, hay que extender la vista más allá de la avenida General Paz.

Un termómetro de los efectos de lo ocurrido el 23 de abril se expresó en la pantalla de La Nación+, tal vez el medio de comunicación comercial más oficialista: “Un mal día para el Gobierno, no hay que disfrazar la realidad”, dijo uno de los panelistas que habitualmente invierte saliva en el derramamiento de loas al presidente. “El gobierno debe tomar nota”, sumó otro de los periodistas, mientras un tercero recordó que “esto ya pasó”, en una posible referencia a la movilización contra la reforma previsional en diciembre de 2017, que supuso el comienzo de la caída de la gestión de Mauricio Macri en la consideración pública, luego profundizada por uno de los cíclicos estrangulamientos del sector externo.

Tras esos comentarios, los panelistas pusieron al aire el testimonio de un joven que participó de la marcha porteña y que había votado en segunda vuelta a Javier Milei. Si bien una golondrina no hace a la primavera, su aleteo en esa plaza opositora apostrofó la mirada de la prensa oficialista en el canal de TV por cable vinculado al ex presidente Macri.

Material y simbólico

El gran articulador de la marcha federal por la defensa de la educación pública fue, involuntariamente, el Gobierno de los hermanos Karina y Javier Milei.

Porque el ataque a ese símbolo de lo argentino desde Sarmiento hasta el presente fue una maniobra de pinzas: por un lado, operaron una serie de medidas materiales de desfinanciamiento –la quita del Fonid y el Plan 25, la licuación de los salarios docentes, la reducción de recursos para gastos operativos de las universidades– y por el otro un ataque político.

“A ver la cartita de los salamines hipócritas y mentirosos que niegan adoctrinamiento y persecución pero que casualmente son enemigos de las ideas de la libertad”, dijo Milei sobre la educación superior.

“Hay diversidad sí, salvo que tengas la pésima idea de querer ser liberal”, agregó entonces, y justificó su sentencia en que en Ciencias Económicas no se dan los autores marginales que constituyen su dogma económico. “La educación pública ha hecho muchísimo daño lavando el cerebro de la gente”, apostrofó en el Foro Económico de las Américas.

La masiva movilización del 23 no lo hizo cambiar de parecer, pero lo obligó a retroceder en el ámbito público, donde sus diatribas continúan reuniendo adhesiones.

Foto: Ernesto Ávila | El Eslabón/Redacción Rosario

Al día siguiente publicó un texto en X titulado “Causas nobles. Motivos oscuros”, en el que debió admitir la nobleza de la causa que le puso el primer freno a su furia contra lo público y lo colectivo.

Lo hizo, claro, a su modo. Es decir, buscando desunir mediante el señalamiento a los “sucios, feos y malos” lo que durante los meses previos unió considerando a las universidades como lugares de “curros” sobre los que nunca brinda precisiones, e instituciones adoctrinadoras de inocentes ciudadanos que llegan a los 18 años con sus cerebros vírgenes de ideas.

“En ningún momento el gobierno nacional insinuó la intención de cerrar las universidades nacionales. Lejos de eso, ya el día anterior a la manifestación de ayer estaban hechos los giros de recursos para los gastos de funcionamiento de todas las universidades nacionales. Pero como la clase política no deja pasar ninguna oportunidad para defender sus privilegios, montaron sobre una consigna justa un acto netamente político de oposición al gobierno”, dijo Milei.

El cientista político Andrés Malamud, recibido en la UBA y con un doctorado en el Instituto Universitario Europeo, quien desde hace años reside en el exterior y es consultado por medios de comunicación argentinos, sostuvo esta semana que “a Milei le entró su primera bala porque le erró al enemigo”.

“Él había prometido que la casta sufriría el ajuste, y ahora ajusta a los jubilados. Esta vez él se metió con esos sectores, se metió con la gente que no puede ir a la universidad, pero tiene la expectativa de que sus hijos vayan. Es la gente que piensa que la educación pública le permite ascender socialmente”, dijo.

Julia Oubiña

Para Malamud, “la movilidad social en Argentina está concebida sobre el pensamiento de Sarmiento, y es a través de la educación. La identidad argentina es la educación pública”. Entonces, su ataque se convirtió en un boomerang para el Gobierno libertario antiestatista.

El analista opinó que “hasta ahora, era un gobierno de teflón que le rebotaba todo lo que le tiraban, no le importaba nada. Esto por primera vez le importó porque lo único que tiene Milei, y es algo muy importante, es un escudo popular fuertísimo. Su fortaleza es tener mucho apoyo social. Lo que lo salva a Milei es el pueblo y el pueblo salió a marchar en contra de su medida”.

En varias entrevistas, puso el eje en que la movilización tuvo un carácter federal, y fue multitudinaria en provincias donde Milei obtuvo, hace cuatro meses, altísimos porcentajes de votos.

“El hecho que la manifestación haya sido de los jóvenes y que haya tenido un impacto muy fuerte en el interior es la noticia más relevante, porque son los que lo hicieron Presidente. Es su base electoral la que le está diciendo tarjeta amarilla, no es por acá”, ahondó Malamud.

Plan de acción

Las representaciones sindicales que aglutinan a los más agredidos por las políticas de los hermanos Milei, la CGT y las dos versiones de la CTA, participaron de la Marcha Federal en defensa de la educación como parte de un plan de acción que contempla otra movilización el Día del Trabajador y una huelga nacional el 9 de ese mes.

La mediáticamente desprestigiada CGT, cuyas acciones por lo general no están motivadas en conductas intempestivas, ya realizó una huelga general el 24 de enero, cuando los hermanos Milei dictaron el devastador decreto 70/2023 y anunció la primera versión de la autodenominada Ley Bases, en un confuso homenaje al mal leído Juan Bautista Alberdi.

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

La insistencia del Gobierno en arrasar con la legislación laboral vigente y generar condiciones de trabajo con el presunto fin de generar más puestos de empleo –las mismas que en los años 90 no pudieron detener el crecimiento de la desocupación hasta el 18 por ciento, porque lo que dinamiza la creación de empleo es en parte el crecimiento económico y los sectores mano de obra intensivos–, colocó a la CGT en posición nuevamente ofensiva, junto a las dos CTA (de los Trabajadores y Autónoma).

El Gobierno procura convertir a esas protestas de las y los trabajadores contra sus políticas de ajuste y recesión en un activo. Hasta el martes 23 había sido exitoso en esa contienda, que consiste en poner el acento en sentidos previamente construido sobre lo sindical, que lo asocia al “privilegio”.

En el tuit del miércoles 24, con el objetivo de disociar a los estudiantes blancos de clase media de los “oscuros” dirigentes sindicales, había dicho: “Así es como ayer vimos las mismas caras de siempre de aquellos que quieren que la Argentina no cambie para defender sus privilegios. Massa, Cristina, Lousteau, Yacobitti, la CGT, la CTA, el radicalismo cómplice, y todos los demás actores de la clase política que se oponen a cualquier cambio porque han sido los principales beneficiarios del antiguo régimen”.

Como en lo simbólico la CGT tiene las de perder, tras el discurso en cadena nacional del presidente para dar a conocer lo que ya se conocía –el polémico superávit fiscal montado sobre la acumulación de deudas y no sobre un ahorro real- emitió un comunicado titulado “Lo que le falta contar al gobierno nacional”, que hace eje en los aspectos materiales que padecen las mayorías, independientemente de sus preferencias políticas.

Dice: “El gobierno anuncia la vuelta del superávit fiscal y comercial con acumulación de reservas. Habla de supuestos «superávits gemelos» cuando, analizando los datos completos, debiéramos hablar de «deudas gemelas », explicando el mecanismo oculto de cómo se lograron”.

La central obrera criticó que el presunto superávit se consiguió “licuándole los ingresos a las y los jubilados: sus haberes cayeron un 40 por ciento en términos reales en los últimos 12 meses, ubicándose entre los registros históricamente más bajos, peores que los del año 2001”.

Para la CGT, el Gobierno nacional también contrajo “deudas con las provincias: la Nación paró las transferencias a las provincias (un recorte del 62 por ciento, ajustado por inflación) afectando servicios esenciales como educación y seguridad social. Desfinanciando también los pagos a jubilados provinciales y los sueldos a docentes, entre otras funciones esenciales”.

También cuenta como ahorro lo que, en realidad, son deudas. “Deudas con empresas de energía y gas: el Tesoro no cumple los contratos y puede romper esa cadena de pagos. Acumula una deuda del orden de los U$D 2000-2200 millones. Si esta situación no se regulariza, las empresas privadas podrían entrar en problemas financieros graves colocando en riesgo el normal abastecimiento de electricidad”, señala el comunicado cegetista, que desmonta la operación del superávit fiscal apuntando, también, a la paralización de la obra pública y el desfinanciamiento de las universidades, que motivó la marcha del 23.

En términos más mundanos, lo que anunció el Gobierno es equivalente a sostener que una persona ahorró parte de su sueldo, cuando en realidad no pagó el alquiler, la luz ni el gas y llegó a fin de mes con unos mangos en el bolsillo.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 27/04/24

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