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“Si yo fuera realmente poderosa ¿sabés lo que haría, nene? Me compraría los medios de comunicación para que hagan lo que yo les diga y conviertan al periodismo en una payasada en la que nadie crea, para entonces luego dedicarme a hacer lo que se me canta sin que nadie se entere. Y de paso, ya que estoy, que los demás hagan lo que yo quiero”. Las palabras de su vecina Doña Noventa retumban en la mente de El Desubicado mientras camina sin rumbo una tarde soleada por las bucólicas calles de Dakar.

Al pasar por una plaza lo sorprende una pelota de fútbol grácilmente levitando a la altura de su pecho. “Parame suavemente –le dice el balón–. Soy un pase de Mancuello. Merezco lo mejor”. El Desubicado la mata en su pecho con ductilidad, sus pectorales devienen un guante que la mece mientras piensa cuál podría ser el mejor destino para esa redonda que late tan cercana.

“No sé qué hacer con vos –le confiesa El Desubicado–. Querría darte lo mejor, pero en esta plaza no tengo panorama. No sé hacia dónde gambetear, no veo a nadie desmarcado ni con intenciones de pasar al ataque, menos de buscar el hueco vacío. ¿Vos qué ves?”.

La pelota le clava una mirada inapelable: “Si Mancu me depositó en tu pecho es porque vos sos lo mejor que me puede pasar”. “No estoy seguro”, responde El Desubicado, perdiendo un poco el equilibrio. “Bueno, como sea, pero hacé algo porque te están viniendo a marcar, me van a robar y quedaré en poder del rival. Entonces Mancu me va a tener que recuperar y otra vez la burra al trigo. Avivate, es ahora. Hacé algo”, dice convincente el balón.

De pronto El Desubicado ve venir por la derecha a un tipito corriendo a toda velocidad con un cuchillo entre los dientes. Instintivamente, gira su cuerpo cual torero para dejarlo pasar. Sin mirar la pelota, la duerme en el empeine derecho. Mira para todos lados. “¿Dónde está?”, piensa, mientras ve venir a otro muñeco amenazante. “Mancuello siempre pica al vacío, poneme ahí para su izquierda”, le susurra la pelota mientras rebota en su pie y salta hacia la rodilla. “Dale pelotudo, pateá”, insiste el balón.

Si bien no puede verlo –la plaza está bastante concurrida– El Desubicado intuye por dónde estará pasando Mancu en los próximos segundos y le pega de volea al balón que se pierde entre las alas de una manifestación de palomas pidiendo por más derechos para los GPS. “Ojalá encuentre su red”, murmura mientras piensa si alguna vez la volverá a ver.

–No estuvo tan mal. Confiemos en el poder de Mancuello –lo sorprende la voz de alguien sentado en un banco de la plaza, frente a un arenero.
–Filoso Fofó, ¡tanto tiempo! ¡Qué gusto volver a verlo! ­–se sorprende gratamente El Desubicado. Y pregunta con curiosidad: –¿Cómo le va? ¿Qué hace acá en el arenero?
–Vengo a ver cómo juegan los pibes. Los niños me muestran cómo es la gente.
–¿Qué gente?
–La gente que vota. El homo sapiens en su estado más puro. Mirá ese rubiecito, qué hijo de puta… le afanó nomás el triciclo a la gordita. Y mirá los padres, siguen hablando al pedo entre ellos…
–¿Y para qué necesita saber cómo es la gente, Filoso?
–… y no te digo… la gordita lo va a cascar… mirá, ahí va. Psss, no te digo… ¿Qué me preguntaste?
–¿Qué para qué necesita saber cómo es la…
–Mirá, ¿ves? –lo interrumpe Fofó. –Mirá, le pegó. Y está bien. Ya no hay margen para el atropello así. Los pibitos de 4 años ya te marcan la cancha. Buen dato para la campaña de… si votan a los 16… y sí, estos pendejos van a querer votar a los 8… pero bueno, ponele que tienen 3 ahora, votan en 12 o 13 años, 2015 + 12… ¿Cuánto es?
–2027.
–No falta tanto –murmura Filoso Fofó mientras hace unas anotaciones en una libretita. El Desubicado lo mira, decidido a no abrir más la boca hasta que su amigo le dé algo de bolilla.

El Desubicado lo mira…
El Desubicado lo mira y se muerde los labios…

–¿Qué… anda… haciendoporacá? –pregunta tímido El Desubicado mirando para otro lado.
–Estudio de mercado –responde Filoso Fofó sin dejar de hacer anotaciones.
–Pero usted era el payaso y analista político de este circo, Fofó. ¿Por qué está anotando lo que hacen pendejitos de 3 años en un arenero?
–Y sus padres… –acota y sigue anotando Filoso. Hasta que deja de hacerlo. –Yo era payaso y analista político de este circo, es cierto –. Hace una pausa. Toma aire. Y dice burlón: –Hasta que el stand up me mató y me borró de los escenarios.
–¿Qué es el estándap, Fofó?
–No lo tengo muy claro, pero un día ya nadie me quiso como payaso. Y el análisis político, me temo, ya no le interesa a nadie.
–Es cierto –acompaña reflexivo El Desubicado –. Ya me lo dijo el doctor Güis Kelly en el capítulo 2, me parece. Que hasta el doctor Novaresio conduce programas de chimentos. (N de la R: chiste repetido)
–¿Entonces qué queda para mí, un mediocre exponente del underground de provincias?, me pregunté hace un par de meses.
–¿Y qué se respondió?
–Puse una consultora: Filoso Fofó y Asociados Politic and Enterteimen Grup.
–Lo re felicito, Fofó. ¿Y qué hace?
–Campañas electorales. Para los candidatos que me contratan y también para candidatos que me contratan para que les haga las campañas a sus competidores.
–¿?
–No me miré así que resultó bastante innovador y con gran aceptación en el mercado electoral.
–¿Pero quién le paga para que le haga una campaña a los contrarios, Fofó?
–¿Qué que quién me va a pagar para que diseñe la campaña de la contra? Hacen colas, muchacho, jejeje… y lo que garpan. Y bueno, en algo yo tenía que innovar, es un mercado muy saturado… yo soy nuevo y de provincias… hasta hace dos años era un pobre contador de chistes de sótano y escribía notas pseudograciosas sobre rock y capitalismo en un pasquín universitario… y ahora… –Fofó hincha el pecho –: Les hago las campañas a todos. A everybody. Everybody’s got somebody –entona un tema de los Traveling Wilburys.
–¿A todos? –se sorprende El Desubicado. Medita unos segundos, pregunta: –¿También la de Walter Wayar?
–Sí, claro. Walt es uno de los mejores. Pero esa la hice para él, a su favor y a su pedido. Es un crack, ¿lo vio bailar? Lo vi en un cumpleaños de 15 y no dudé. Está para Holiday on Ice, lástima que acá a los que triunfan no los dejan ir más allá de Bailando por un Sueño.
–Entonces usted trabaja en serio en esto…
–¿Qué le parece? Llegó mi tiempo. No fue lo que hubiera querido. Lo mío siempre fue el escenario. Cómo no me encantaría bailar como Walter y ganar una elección, también ser intendente por qué no. Pero alguna razón quizás astral me tenía reservado, al menos por ahora, un buen lugar en las bambalinas de la política y el entretenimiento. Ojo, tuve que tocar fondo para llegar acá –. Fofó se pone ceremonioso. –Pasé años duros, todo por hacer sin saber qué…
–Como yo recién, con el pase de Mancuello…
–Pero usted resolvió bien. Y deje que ese pibe haga los milagros, convierte cualquier cascote que le tiren en algo más emocionante que una de las películas que presenta Virginia Lago.
–Yo pateé, pero no pude ver cómo terminó la jugada. Uno a veces hace pero no sabe lo que hace, Fofó. Cree que está haciendo una cosa pero capaz que hizo todo lo contrario, ¿nunca le pasó?
–Bueno… logré hacer mi arte de eso. Por eso diseño las campañas electorales de todos los candidatos, tanto a favor como en contra de ellos mismos al mismo tiempo y a la vez. Ya aprenderá a verlo –se agranda Fofó –cuando vaya consumiendo mis spots y pancartas. Todas tienen mi sello, lo verá. Es algo muy sutil, claro, no puedo permitir que mis clientes se enteren de que trabajo para todos en campañas cruzadas… pero en realidad no entienden mucho así que da igual… Lo importante es darles una frase ambigua y un buen tratamiento del color.

Fuente: El Eslabón.

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