Apenas terminaba Martín con sus titanes los pibes entraban en un debate si el cortito del Ancho fue verdadero o la quebradora de Martín había sido real, mientras practicaban algunas tomas, las más sencillas, en el lugar donde se jugaba a las cabezas, que se convertía en el escenario donde cada uno interpretaba a su personaje preferido.
Promediando el 62 cuando a Pedro el traje marrón de papel crepe lo sofocaba en el escenario del Echesortu, ya estaba todo preparado para verlo actuar de lobo en el cuentito de los Diez Indiecitos y el feroz animal.
Años más tarde, sobre el mes de mayo, vendrían las grandes interpretaciones de los cabildos abiertos y de los personajes históricos revolucionarios de la época. El teatro independiente a principios de los 70 ya tenía una temática social y política, logrando un pico muy alto en que la ficción se nutría de la realidad.
En la tele de aquel entonces al teatro se lo podía ver con Darío Vítori, de gran popularidad y el clan Stivel, con un formato de unitarios, también con gran audiencia en aquello que se llamó Cosa Juzgada. Los sábados la pantalla era monopolizada por Pipo Mancera, entre tanto la política era seguida entre los que tranquilizaba la sonrisa de Perón, el guitarreo de Balbín y otros que se entusiasmaban con discursos de las juventudes políticas que iban de la JP, pasando por los bolche, los troskos y los reformistas del MNR. En las peñas todos cantaban, hasta este último, entre otros temas, Canción por la flor y el fusil.
Con el tiempo los que se entusiasmaban con los Titanes comprendieron que la parodia se corría de lugar y sentían nostalgia de aquellos luchadores. El teatro, con suerte dispar, sigue vivo; es el que se hace independientemente. Pero me dice Pedro que capaz que alguno quiera aggiornar la canción y la cante “cuando en la mesa falte el pan no sé si darte mi canción, la flor o mi perfil (facebook)”. Pero me dice, a pesar de todo, apuesta que los escenarios políticos transformadores, el de la militancia, el del compromiso siguen vigentes y que la parodia sólo va a engañar a los pibes.
Pero no habrá que distraerse. A ver si en plena confusión el círculo rojo intenta salirse con la suya, tratando de imponer en el escenario a un lobo de verdad que se quiera comer a los indios. Ojalá que los que todavía ven a la política sin mayores pretensiones, la busquen en la sonrisa tranquilizadora del general o en la verba del chino Balbín, o que logren entusiasmarse con la imagen de los que nunca claudicaron, y que proponen. Porque es posible ir por más. En ese escenario hay que ganar.
Fuente: El Eslabón.