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Después del exitoso lanzamiento del satélite Arsat 2, Adrián Paenza, doctor en matemática y periodista, dialogó con el eslabón sobre lo que significan las políticas de Estado para el sector tecnológico y científico  implementadas en la última década.

Como matemático y divulgador permanente de ciencia y tecnología, Adrián Paenza, es preciso y puntual. Después de unos días de intercambio de mails y llamados telefónicos, se hizo un lugar un lugar en su cargada agenda de trabajo. Valoró la transformación en ciencia y tecnología que tuvo la Argentina en los últimos doce años, y cuestionó el tratamiento que los grandes medios de comunicación hicieron del lanzamiento del satélite Arsat 2.

—Si alguien en el año 2003 le decía que en 2015 la Argentina tendría dos satélites en órbita, construidos íntegramente en el país y con científicos argentinos, ¿qué hubiese pensado de esa persona?

—Por supuesto que cualquier persona que me dijera eso yo hubiera dicho que estaba loca, pero más que nada porque no era previsible; o sea, no estaban dadas las condiciones para pensar que con los antecedentes que traíamos era esperable que hubiera un consecuente de las características que ha habido.

—¿Cómo fue que en apenas 12 años hubo un crecimiento tan sostenido de la ciencia nacional?

—Yo tuve la posibilidad de conocer a Néstor Kirchner en un principio pero tampoco sabía todo lo que se estaba preparando. Lógicamente había señales que apuntaban en esa dirección porque todas las veces que tuve la oportunidad de verlo él siempre giraba en ese lugar, tratando de estimular las cuestiones científicas. Después con Cristina se vieron cristalizados. Con ella también estuve reunido en algún momento, en el consulado argentino en Nueva York, y cooperé para juntar un grupo de científicos argentinos que trabajan en EEUU en esa zona. Entonces, desde ese lugar era un poco más previsible, y sobre todo cuando junto con Daniel Filmus le presentamos a Cristina a Lino Barañao, que muy poquito tiempo después no solamente fue nombrado, sino que apareció un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Ha habido un cambio significativo, porque estábamos yendo cuesta abajo sin frenos y de pronto hubo gente que comprendió que el país para ser independiente necesita producir su propia ciencia. Y todo lo que ha sucedido no es casual, como tampoco lo era lo que pasaba antes.

—¿A qué entramado económico se perjudica cuando el Estado asume este tipo de proyectos?

—Acá se empieza a entremezclar la ideología y existe mucha gente que no quiere un Estado participativo y regulador, y prefiere a las empresas privadas. Yo tengo mi propia visión y no existe razón alguna para que haya algunas personas privilegiadas y no seamos privilegiados todos. ¿Por qué tiene que haber gente que tenga mejor acceso a la educación, a la información, a la salud y al trabajo –aún al entretenimiento– y otras personas no? Yo siento eso como un compromiso y como una deuda con la sociedad, que es la que me pagó mis estudios porque yo soy un subproducto de la educación pública entre el primario, el secundario y la universidad, y fui el primer graduado de mi familia en toda su historia. Mis padres eran inmigrantes y vinieron a la Argentina tratando de mejorar la calidad de vida de la sociedad toda. Entonces yo tengo un compromiso personal y familiar.

El Estado tiene que velar para que todo ciudadano tenga los derechos humanos básicos resueltos: la salud, el trabajo, la vivienda, la vestimenta y una cantidad de cosas que en mi mundo ideal todo el mundo tendría que tener.

—Después de la estampida de cerebros que se produjo durante el neoliberalismo, ¿qué es lo que más atrae del país para que una gran mayoría de científicos regrese?

—Nadie elige emigrar voluntariamente, salvo que tenga un argumento muy particular. Mis padres emigraron de sus países, Italia y Polonia, escapando de la guerra. Acá mucha gente se fue del país porque no encontraba condiciones para desarrollarse. Si una persona quería trabajar en Ingeniería, Física, Matemática, Química o Biogenética, ¿dónde lo podía hacer?.. Pero cuando en el país empieza a revertirse eso y se empieza a visualizar que se estaban dando condiciones como para poder desarrollarse, es razonable esperar que decidieran volver. Mi sobrina y su marido, ambos doctores en biología licenciados en la UBA, se fueron, se casaron afuera, se doctoraron en EEUU, vivieron 14 años allá, tuvieron tres hijos y se volvieron al país.. Y evidentemente, lo pudieron hacer porque efectivamente acá tienen mejores condiciones.

Desorbitados

Paenza indicó que el satélite Arsat 2 mejorará la cobertura de internet y telefonía IP, en especial en sitios aislados, y facilitará la transmisión en vivo de contenidos audiovisuales. Y añadió que no tiene muchas diferencias con el Arsat-1, aunque lleva una carga útil diferente, ya que podrá brindar una cobertura más amplia que incluye las Islas Malvinas, Estados Unidos y todos los países de Sudamérica. Inevitablemente, la charla deriva hacia el enfoque que los grandes y masivos medios de comunicación nacionales le dieron al lanzamiento, y el manifiesto descontento de alguna parte de la sociedad.

—El rechazo de ciertos sectores al logro que significan los satélites Arsat 1 y 2, ¿se puede pensar como un fenómeno circunscripto a las clases medias urbanas de las grandes ciudades?

—Una persona que es ciudadano en cualquier país del mundo, tiene su trabajo y se informa a través de los medios de comunicación. Entonces cada uno elige los medios que más los satisfacen o que seguramente cantan la canción al compás de una música que tiene ganas de escuchar. Y está bien que eso suceda. Yo no tengo que problemas que el diario La Nación, Clarín u otros medios tengan sus inconvenientes con el gobierno. Lo que no tienen derecho a hacer –y tomo como ejemplo al fútbol– es decir que el partido que Argentina ganó 2 a 0, terminó 1 a 1. Eso falsear el resultado. Después pueden decir que no les gusta cómo juega, que no les gusta el técnico o los jugadores; pero no pueden ignorar que el partido se ganó. Entonces, cuando sale el Arsat y al día siguiente La Nación decide no sacar esa noticia en su tapa… Supongamos que el cohete que transportaba al Arsat II se hubiera caído, seguramente sí hubiera salido en la primera plana. Yo estoy seguro que ellos deben estar arrepentidos y deben estar revisando el costo político que han pagado, porque por más que pase el tiempo y cambie el gobierno, los científicos argentinos van a seguir siendo los mismos y cada uno de nosotros sabe y va a recordar lo que verdaderamente pasó. A mí no me preocupa que haya tensiones, divergencias, que cada uno exponga su punto de vista, porque en todo caso esto estaba subyacente y ahora se ha hecho visible. Lo que quiero es que juguemos en todo caso no con las cartas marcadas sino con las cartas limpias. Vamos a ver qué es lo que piensa la gente una vez que tenga la oportunidad de juzgar lo que realmente pasa y no con los resultados torcidos.

El desafío de divulgar

—¿Cómo vive usted el desafío de transmitir estas informaciones teniendo en cuenta que no sólo debe preocuparse por traducir a lenguaje cotidiano cuestiones muy técnicas sino que además debe hacerlo desde lugares que no de los grandes medios de comunicación?

—Eso no me preocupa, cuando me pongo frente a una cámara le hablo a una persona o a un millón; y lo que estoy tratando de hacer es bien mi trabajo, que es comunicar. Lo primero que hago es informarme y tratar de aprender. Y cuando no entiendo, pregunto. Cuando creo que entendí algo, lo quiero comunicar; entonces trato de buscar las formas que sean las más razonables para poder establecer vasos comunicantes o hacer de intermediario entre el científico, que es el que produce algo, y la gente que no está necesariamente preparada. Cuando alguien se entretiene, elige con qué; y cuando decide informarse, creo que más allá de las opiniones, primero están los datos duros. Y de eso se trata, de comunicar los datos.

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