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Pocas veces, acaso nunca desde el retorno a la democracia en 1983, el vigoroso fulgor de la estrella de un dirigente político con expectativas presidenciales se vio estrepitosamente opacado en tan poco tiempo. Hermes Binner fue dos veces intendente de Rosario y logró entrar en la historia argentina al consagrarse como el primer socialista en alcanzar la gobernación de una provincia.

Ni las tres gestiones ejecutivas ni el breve interregno como diputado nacional antes de llegar a la Casa Gris fueron brillantes, pese a lo cual su instalación en el lote de presidenciables, ya en 2011, fue percibida con naturalidad por el establishment mediático-empresarial nacional. Aún luego de quedar knock out en los comicios en los que Cristina Fernández le sacó más de 30 puntos, ciertos análisis siguen destacando que Binner fue el opositor que más votos cosechó en aquella contienda que abrió las puertas de un segundo mandato a la actual jefa de Estado.

Su actual labor parlamentaria tampoco es descollante, pero al iniciarla ya todo el mundo sabía que don Hermes buscaría revancha y se postularía nuevamente a ocupar el sillón que el próximo 10 de diciembre Cristina dejará vacante. Y así fue. Y así, también, esa vocación terminó esfumándose, primero en el laberinto del Faunen, y luego en el fatuo fuego que suele encender a cada paso Elisa Carrió.

Una larga marcha hacia el ocaso

Los analistas que se dedican a la coyuntura política se pierden el disfrute que genera el ejercicio de recorrer el piolín hacia atrás en busca de episodios, declaraciones, exabruptos y hechos que merezcan ser traídos al presente para confrontarlos con los aconteceres del ahora mismo.

El 31 de marzo de 2014, el diario La Capital de Rosario publicaba las inmediatas repercusiones que el lanzamiento del Frente Amplio Unen (Faunen) produjo en su propio seno. Así, a 18 meses de aquella reseña, podemos recordar que al día siguiente del acto de presentación en sociedad de la mencionada alianza, los chisporroteos no fueron pocos ni menores, y de algún modo preanunciaban futuras rupturas, distanciamientos y, para qué negarlo, frases que el tiempo se encargó de depositar en el más absurdo de los territorios.

La volanta de la nota anticipaba su carácter: «A un día del lanzamiento comienzan las peleas en la nueva «Alianza»». Y el título explicaba el cortocircuito: «Cobos aseguró que «no sería vicepresidente de Binner»».

La extensa bajada abundaba sobre ese contrapunto: «Luego de que Ernesto Sanz confirmara el lanzamiento del Frente Amplio Unen, el ex gobernador (por Hermes Binner) reiteró sus intenciones de suceder a Cristina Kirchner. El santafecino (sic) también ratificó sus aspiraciones en el Congreso Socialista».

Además de alimentar la sospecha de que el texto anterior olía a La Nación, que se empeña en usar la «c» al citar a los habitantes de la bota santafeSina, cabe reflexionar sobre la exigua vida útil que resultaron tener la posición y los deseos del Binner presidenciable.

La cronología que da inicio al cuerpo central del artículo es del todo ilustrativa de las disonancias internas del flamante Faunen: «El sábado por la mañana Ernesto Sanz confirmó que el próximo 22 de abril se lanzará el Frente Amplio Unen, la alianza compuesto (sic) por el FAP, la UCR y el espacio liderado por Elisa Carrió y Alfonso Prat Gay. Sanz también dijo que tiene «muchas ganas» de ser candidato a presidente, pero no es el único. El ex gobernador de Mendoza, Julio Cobos, reiteró que está dispuesto a pelear por la presidencia en 2015, y descartó compartir fórmula con Hermes Binner».

O sea, tres vocaciones presidencialista enarboladas con un énfasis mediático que empalidecía ya en su origen la potencia de esa fuerza política, explícitamente diseñada para disputarle el poder al kirchnerismo.
Ninguno será candidato a presidente en las elecciones del domingo próximo. Ni siquiera integrarán una fórmula como acompañantes.

Cobos fue claro: «Mi deseo y aspiración es ser Presidente. A las elecciones primarias hay que ir con fórmulas armadas y en mi caso (quiero) encabezar una fórmula».

Y agregó, contemporizador: «Independientemente de los candidatos (del Faunen) que lleguen, son todos hombres que entienden de la democracia, que entienden qué es el estado de derecho, que no van a interceder en la Justicia, que no van a apañar la corrupción y que van a proponer grandes acuerdos para resolver los temas estructurales».

La conclusión es que cualquiera que posee tamaño dechado de virtudes se termina quedando en el camino.

La nota sigue así: «…Binner también se manifestó en la misma línea que Cobos, ya que luego de encabezar el quinto Congreso Socialista, fue ratificado por su partido como candidato a presidente en 2015». Si Tu Sam hubiese sido congresal socialista, hubiese exclamado «Puede fallar». Pero el ilusionista ya se había retirado del mundo del espectáculo, y de todos los mundos conocidos.

Sobre el Congreso socialista se puede leer, un párrafo más abajo: «El ex gobernador de Santa Fe encabezó el acto ante más de 1.500 personas en el Centro de Eventos y Convenciones Metropolitano. Binner aseguró que la alianza progresista es «una opción nacional de gobierno que puede ser parte activa en la construcción de una nueva democracia en Argentina»». Seguro. Pero sólo en cines.

Un Binner entusiasta siguió bajando consignas esperanzadoras, que no amenazaban mutar en angustiantes convocatorias a usar tijeras o trinchetas como progresistas armas electorales.

«La realidad indica que un partido solo ya no puede gobernar. Dada la complejidad de los problemas, y la diversidad del país, es imprescindible que el progresismo reúna las fuerzas necesarias para iniciar la transformación argentina. Tenemos un modelo de gestión que mostrar, y una fuerza que va creciendo en cada distrito «, afirmó Hermes, arrancando alaridos de euforia proselitista.

La Capital recordó que el titular del Partido Socialista «compartió la jornada con los diputados nacionales Alicia Ciciliani y Juan Carlos Zabalza», y que «…el encuentro contó con la presencia del gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, la intendenta de Rosario, Mónica Fein, y otros legisladores nacionales y provinciales. Además, participaron los referentes del movimiento Libres del Sur, parte del Frente Amplio Progresista (FAP), incluyendo a su secretario general, Humberto Tumini». Pavada de elenco, hoy con el pase libre en el bolsillo, devanándose la sesera a la hora de decidir a quién votar, a quien tijeretear, o a quien encomendarse en busca de un futuro posible.

Un párrafo aparte merece el aval del Partido Socialista a la postulación de Binner en aquella épica jornada teñida de color rosa, a través de una resolución que contenía escasos tres puntos:
1) «Promover la construcción de un frente nacional de centroizquierda, conformado por partidos y organizaciones políticas afines ideológicamente».
2) «El PS junto al FAP se constituirá en la fuerza de la izquierda democrática en el seno de esta coalición de partidos políticos».
3) «Promover la candidatura del compañero Hermes Binner a la Presidencia de la Nación en las próximas elecciones».

Hoy, el principal elemento de campaña de Binner es la tijerita con que ruega que corten boleta a su favor y remontar desde el cuarto oscuro puesto que obtuvo en las Paso el barrilete que lo deposite en una banca senatorial.

¿Qué pasó?

No es éste el espacio en el que se encontrarán todas las complejas razones de la declinación de Binner, pero vale la pena ensayar alguna idea en derredor de esa pronunciada pendiente. Tal vez el médico anestesista esté pagando a elevado costo haberse dejado llevar por la inercia de la antipolítica, pensando que de otro modo es imposible llegar a la cima del poder político.

Eso, que parece un contrasentido que hasta un adolescente puede percibir, es un mal del que adolece casi toda la dirigencia opositora. Abroquelada en contra del proyecto kirchnerista, la mueve el obsesivo deseo de enterrarlo. Y está convencida de que eso es posible pese a renunciar al diseño de políticas que generen un proyecto superador del kirchnerista, o lo suficientemente serio como para concitar el apoyo de las mayorías.

«Una Argentina en celeste y blanco». «Es posible un país normal». Frases sin alma, palabras de espaldas al discurso político, a la dialéctica, incluso a la idea de progreso en clave socialdemócrata, que al fin y al cabo fue lo que abrazó a lo largo de casi toda su carrera política.

Apoyos a figuras reaccionarias, como Henrique Capriles, el candidato golpista que enfrentó a Nicolás Maduro en Venezuela, hablan de un foco puesto en las encuestas, en la línea editorial de los medios hegemónicos, con quienes se asoció, en cualquier lado menos en la política.

Llenarse la boca con palabras como «progresismo» e «igualdad» y aplaudir en persona a François Hollande cuando asumió como presidente de Francia y no decir ni mu cuando el socialista galo ordenó bombardear Siria o frente a la posición que París adoptó ante la oleada migratoria producida por esa misma incursión militar, habla de un hombre que desertó de la coherencia.

Reclamarle mayor igualdad e inclusión al kirchnerismo, acusarlo de fomentar el clientelismo, ¿le habrá hecho ganar apoyos? Los números de las Paso, más allá de la esgrima verbal con que algunos fieles quieren explicar su cuarto puesto parecen indicar lo contrario.

Su lectura de hacia dónde quería y quiere ir la sociedad argentina después de Néstor y Cristina Kirchner lo llevó a pensar que debía correrse a la derecha, comprar el sentido común generado en las usinas del poder mediático-empresarial. Se equivocó. Vio otro país. La Argentina real vive otros tiempos, en los que la no política ya no garpa como en otras épocas, aquellas en las que ganaba todas las elecciones en las que se postulaba.

Fuente: El Eslabón.

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