“Alca, al carajo”, gritó por entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Y su grito, como muchas de sus palabras, permanecerán por siempre resonando en la memoria de todos los pueblos, de América latina y del mundo, que luchan por la dignidad, la soberanía, la inclusión y la independencia.

No importan los avances y retrocesos, no importan las derrotas. Son meras circunstancias de la lucha política. Lo que ocurrió aquel 4 de noviembre de 2005 en el marco de la IV Cumbre de las Américas que tuvo lugar en Mar del Plata (Argentina) permanecerá por siempre en la memoria de la lucha colectiva, porque fue la demostración de que se puede. Contra los más poderosos imperios, contra el miedo, las amenazas, contra los ejércitos y las armas más sofisticadas, contra las campañas de los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos. Se puede. Se pudo.

Por eso, la IV Cumbre de las Américas pasó a la historia como la Cumbre del No al Alca. Porque un grupo de países de América latina, la zona de influencia de EE.UU., la región que alguna vez fue el patio trasero del imperio, dijo “no”. Y la historia cambió para siempre.

Allí estaban Néstor Kirchner, Lula Da Silva y Hugo Chávez, junto a decenas de miles de militantes en las tribunas. Las calles de la Argentina estaban empapeladas con afiches de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) que decían “Si viene, yo paro. Banderazo, paro y movilización nacional” y mostraban el rostro de Bush.

El rechazo al tratado del libre comercio por el que venía presionando EEUU marcó la profundización de un proceso de integración regional y recuperación de soberanía. El entonces presidente norteamericano, George Bush, se volvió con el rabo entre las piernas.

Sí, Bush. el mismo capaz de arrasar países enteros mintiéndole al mundo. El mismo con el poder de decidir por la vida o la muerte de millones de personas.
El gesto soberano significó el inicio de un proceso que todavía llena de esperanzas a millones de latinoamericanos, y de odio a un puñado de cipayos que no saben cómo hacer para la lograr la restauración conservadora.

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EEUU y las grandes corporaciones que el Imperio representa nunca olvidaron semejante humillación y juraron venganza.

En el marco de esa venganza del imperio y los poderes fácticos se pueden pensar los golpes de Estado perpetrados (en Paraguay y en Honduras) y los permanentes intentos de desestabilización en la región.
También en ese contexto se explican la demonización de los gobiernos posneoliberales y el odio cerril de los representantes del establishment, expresado por los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos.

“Creo que, a la luz de los importantes debates que estamos viviendo sobre el modelo que elegiremos para los próximos años, resulta más que oportuno recordar aquel hito transcendente para nuestro país, la región y el proceso de integración que se puso en marcha”, escribió el ex canciller y parlamentario electo del Mercosur, Jorge Taiana en la edición del 4 de noviembre de 2015 del diario Página 12.

“La Cumbre de Mar del Plata marcó un punto de inflexión importantísimo porque el No al Alca trascendió el ‘no’ a un acuerdo de apertura indiscriminada de las economías latinoamericanas y caribeñas. En esa Cumbre se rechazó un acuerdo cuyo objetivo era liberalizar los flujos de comercio entre los países del hemisferio sin contemplar ni el grado de desarrollo ni las asimetrías existentes entre los 34 países. El No al Alca fue el ‘no’ a un proyecto de inserción internacional que implicaba la subordinación a la gran potencia hegemónica en materia económica y militar de la región”, agregó Taiana en la nota titulada “Los debates siguen vigentes”.

EEUU siguió pugnando por conseguir tratados de libre comercio con países de la región. Colombia, por ejemplo, firmó un tratado con esas características en 2011. Y desde entonces sufre las consecuencias: economías regionales arrasadas, desindustrialización, desocupación y aumento exponencial de los niveles de pobreza.

Lo que Mauricio Macri quiere pero nunca lo va a decir

En octubre de 2015, el Imperio se dio un gustazo: México, Perú y Chile firmaron el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (o TPP por sus siglas en inglés), un pacto de “integración económica” con EEUU Japón y países de la Cuenca del Pacífico.

El acuerdo todavía tiene que ser ratificado por los parlamentos de los respectivos países. Pero está claro que es un producto del neoliberalismo en estado puro.
Sienta las bases de un bloque económico que reducirá las barreras comerciales en las 12 naciones que participan en él, y permite que los peces gordos se devoren a los más pequeños sin siquiera tener la deferencia de masticarlos.

El compromiso se alcanzó luego de cinco días de negociaciones en la ciudad estadounidense de Atlanta. Pero las discusiones llevaron más de cinco años.
Los otros países integrantes del TPP son Australia, Brunei Darussalam, Canadá, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam. El nuevo bloque comercial abarca 800 millones de personas. China dijo no, gracias.
La Plataforma Ciudadana Chile Mejor Sin TPP manifestó su más profundo rechazo por la actuación “irresponsable” del gobierno de Michelle Bachelet, “por actuar a espaldas de la ciudadanía y ceder ante laspresiones de las principales potencias”, sin tener en consideración el impacto que tendrá en la economía de Chile.

La plataforma denunció, asimismo que durante más de cinco años este acuerdo se vino negociando “con un secretismo absoluto” y sin participación efectiva de la ciudadanía, así como tampoco del Parlamento, donde se rechazó una moción que pedía conocer su contenido. La Plataforma Ciudadana Chile Mejor Sin TPP anunció que se movilizará para insistir en que el Congreso no apruebe este mega acuerdo comercial, y que se garantice una participación efectiva de la ciudadanía durante el proceso legislativo, incluida la consulta previa a pueblos indígenas, como establece el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ratificado por el Estado chileno y vigente en ese país.

En EEUU también se oponen

En una clara demostración de que la gran cuestión, la división, la grieta (como suele decirse en la Argentina) no es sólo entre países, sino fundamentalmente entre una pequeña elite corporativa transnacional, sin patria ni bandera, y la inmensa masa de trabajadoras y trabajadores, hasta en EEUU se levantaron voces contra el acuerdo.

Varios sindicatos estadounidenses argumentaron que el acuerdo ayudará a que más empleos industriales bien remunerados sean relocalizados a países de menor costo de mano de obra en el sureste de Asia, como por ejemplo Vietnam.

El proceso de deslocalización y desindustrialización que sufre la clase obrera de EEUU ya lleva varias décadas. Decenas de miles de fábricas cerraron, en el marco de la financiarización del capitalismo. Un ejemplo monumental a este proceso es la ciudad de Detroit, otrora la cuna de las grandes fábricas de automóviles, y hoy tierra arrasada. La Municipalidad de esa ciudad llegó a quebrar incluso, empujada al abismo por los mismos fondos buitre que intentan comer carroña argentina.

Fuente: El Eslabón

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