Foto: Maximiliano Conforti.
Foto: Maximiliano Conforti.

Vuelta a la manzana es, según su propio autor, “un proyecto transmediático” basado en entrevistas e imágenes de músicos en algún sitio de la ciudad.

Hace muchos años que Federico Fritschi trabaja en radios rosarinas pero presentarlo como locutor y productor radial es como podar un eucaliptus para que entre en un ropero. Fede es más bien un curioso compulsivo; y con el fruto de esas búsquedas despĺiega una tarea culturalmente valiosa. Si todavía fuera útil el concepto de escena para dar cuenta de fenómenos culturales que, durante un tiempo, se cristalizan en una especie de atmósfera vital y existencial transitada por muchos, podríamos decir que Fede es un escenógrafo, un tipo que escribe la escena, o mejor dicho, dada su inclinación a la oralidad de la radio, un escenófono.

En medio de esas búsquedas, se encontró con Maximiliano Conforti, un fotógrafo cuyo tratamiento delicado de las relaciones entre lugares, objetos y personas lo acerca al simbolismo, quien le propuso poner en imágenes la experiencia radial. A Fede la idea no lo convenció pero sí lo sedujo trabajar con Maxi. De ese encuentro nació Vuelta a la manzana.

—¿En qué consiste Vuelta a la manzana?

—Es un proyecto transmediático que busca contar la escena de la música de Rosario. Cuando Maxi me dijo de sacar fotos en las entrevistas en la radio me pareció un poco aburrido. Pensamos y se nos ocurrió invitar a un músico a dar una vuelta a una manzana de la ciudad elegida por él mismo. Empezamos recortando en el rock. El proyecto en sí es bastante sencillo pero se va complejizando en tanto busca nuevos horizontes de difusión y trata contar otra ciudad. Propone otra forma de encontrarnos con Rosario. Para eso incluye distintas aristas: fotográficas (Maxi va registrando con una mirada exquisita), podcasts (que produce Federico Aicardi) con entrevistas en las que los artistas cuentan su obra y su vida y cuáles son las marcas de esa manzana en su obra, biografías (escritas por Paula Imhoff) y los textos (editados por Ivana Alonso). Todo eso se sube a una web (vueltaalamanzana.net) y a partir de ahí surgen otras ramificaciones, desde redes sociales a eventos para visibilizar el proyecto.

—¿Por qué una manzana?

—Una vez Paula, mi mujer, me dijo que Martín Caparrós habla de lo difícil que es contar, relatar, la propia manzana, la manzana en la que uno vive. Es un desafío a la manera de escribir una crónica porque creemos tener todo visto. Pienso que en cada manzana hay algo particular, y el proyecto invita a levantar la cabeza y agudizar la escucha. Cuando lo hacemos pasa algo muy fuerte; es muy divertido y gratificante.

—Siendo que el proyecto está, al menos por ahora, centrado en músicos, ¿hay algo del sonido de la manzana? ¿Hay motivos sonoros por los que el músico elige esa manzana y no cualquier otra?

—Sí, recuerdo a Pablo Pino, cantante de Cielo Razzo, que identificó al churrero. Ellos lo invitaron a grabar en uno de los discos. Y haciendo la vuelta a la manzana (Carriego-San Luis-Gutemberg-San Juan) pasó el churrero en cuestión. Esas son algunas marcas que terminan tanto en la obra de los músicos como en este mapeo sonoro. Otras marcas están en las letras: los músicos meten a la ciudad en las letras. Es interesante ver qué los motiva a componer. Lo que estamos descubriendo es que de manera más poética en algunos y frontal en otros, la ciudad aparece mucho en la música de Rosario.

—Mi sensación es que a Rosario le faltan historias. Respecto de las letras, no distingo tanto que esté presente la ciudad. Sus nombres, sus lugares, no los veo tanto como en otras músicas, los uruguayos, por ejemplo, o el rock neoyorquino.

—Haciendo este proyecto, escuchando minuciosamente las entrevistas, salen charlas que te indican que la ciudad está en las letras. Descubrimos que Avarovia, un disco de Scraps, es un lugar de fantasía, un kiosco de un viejo que era bastante avaro y no les anotaba los porrones. Desde lo más simpático a lo más poético. Caímos en la cuenta que la ciudad está muy presente. En las charlas con los músicos aparecen temas que por ahí no son los más escuchados pero que están hablando de la ciudad.

—¿Cómo pensás este proyecto en relación a la historia de una práctica cultural tan significativa para Rosario como es la música?

—Nosotros no elegimos la manzana. El música apela a su memoria, a su porción. Eso nos llevó a pensar si el rock era un movimiento céntrico. Y nos dimos cuenta que no, que el proyecto nos fue llevando a zona sur, a la escuelita donde jugaba Messi con Mavi Leone, o a zona norte con Popono. En esas caminatas va apareciendo la historia del país y la de cada uno. Carlo Seminara nos llevó a dar una vuelta por una manzana céntrica en la que pasamos por [el centro de detención clandestino] El Pozo (San Lorenzo-Italia-Santa Fe-Dorrego) y lo que significó ese lugar y recordaba jugar ahí. Se va armando, de manera coral, una historia de la ciudad. Ahí es donde aparecen esos huecos. Popono mostrándonos dónde vivía y unas baldosas que ponía en el momento en que decidía si sería albañil o cantante de una banda. Eso es un hueco interesante que te lleva a preguntarte qué se puede contar. Coki nos contó que vino a estudiar Bellas Artes, cómo era la noche en los ochentas cuando venía Soda Stereo o Sumo. Toda esa gran cantidad de bares que hoy son edificios. A través de Vuelta a la manzana rescatamos esos huecos y mojones, en pos de rememorar aquello que estaba y ya no está. Y no lo hacemos desde la nostalgia.

—Vuelta a la manzana no se sitúa en los lugares habituales de la música (escenario, ensayos, conciertos, estudios) sino que es un músico haciendo otras cosas. Creo que salirse de la biografía de banda en el sentido clásico le hace muy bien a la historia de la música rosarina. Acá hay una tradición de biografía de bandas pero mucho menos esta dimensión más densa, compleja.

—Nosotros decimos que es llevar y traer, proponer nuevos lugares, otros contextos para contar esas partes. Yo suelo hablar en la radio con una banda de su nuevo disco: sé que me dirán que es el mejor y me invitarán al concierto. Es lo natural. Pero pasa otra cosa cuando el músico está transitando un lugar distinto, que lo lleva a elaborar otro discurso. Hay muchos músicos que prefiero entrevistarlos en esos lugares que en un estudio. Es esa multiplicidad de capas lo que nos interesa.

—Decías que por ahora el proyecto está centrado en el rock, ¿piensan salir?

—Nos encantaría. Nos preguntan por qué no lo hacemos con otros artistas. Es un proyecto que tiene larga vida. Va andando. Por ahora tenemos más bien acotado al rock pero tal vez se expanda a otros géneros.

—Es como un dispositivo, una máquina que se puede hacer funcionar en otros encuentros.

—Sí, estamos pensando un libro de fotografías, un documental, pastillas viralizables en Internet. Lo vamos haciendo a medida que pudiendo.

—¿Cuáles son los próximos invitados?

—Se van dando, a veces de manera casual, a veces acordada. Ahora estamos más concentrados en armar movidas para visibilizar el proyecto y generar el encuentro en un lugar físico. Por eso, el 26 de noviembre, hacemos “Segunda Vuelta // Intervención musical de Vuelta a la Manzana”, en el bar McNamara, con la participación de músicos, dibujantes y proyecciones audiovisuales.

Fuente: El Eslabón.

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