Foto: Télam.
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La llegada de la derecha a la Casa Rosada, por primera vez en forma legal desde que existe el sufragio universal y secreto, trajo como consecuencia diversas anomalías, que se vienen constatando durante el primer mes de gobierno real antes de la asunción formal de Mauricio Macri.

Si algo sabe la derecha es el narcótico efecto que las grandes mentiras neoliberales provocan en “los mercados”. Efectos especiales muy utilizados en la ciencia ficción económica neoliberal, como “la confianza”, “las expectativas”, “el clima de negocios”, “señales positivas o negativas”, “seguridad jurídica”, son expresiones que dicen la nada misma, pero según los economistas conservadores son “leídas” o “interpretadas” en forma muy clara por “la mano invisible del mercado”.

Esa mano, desde principios de noviembre, se parece cada vez más a la de un punga en colectivo lleno, entrando y saliendo con inescrupulosa habilidad de los bolsillos de los pasajeros con menos recursos.

Los anuncios de devaluación, de liberación del tipo de cambio, de la demolición de la estructura de subsidios y otras perlas del ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, y del titular del Banco de la Nación, Carlos Melconian, no fueron errores; más bien se trató de una prolija táctica de desgaste de la base monetaria, de sacudón brutal del sistema de precios relativos de la canasta familiar, y de disciplinamiento de la clase política más timorata para que se prepare para lo que se venía con Macri ya sentado en la Casa Rosada.

O sea, lo que el ataque que perpetraron las corporaciones financieras en maniobra de pinzas con los oligopolios mediáticos para que el final de mandato de Cristina Fernández de Kirchner se diera en medio de un caos económico y financiero, lo llevó adelante el grupo de tareas que el líder del PRO eligió para acompañarlo en su “Revolución del amor” por los instrumentos financieros y las recetas neoliberales.

Luego, las marchas y contramarchas, que si levantan el cepo o lo dejan para una mejor ocasión, si exceptúan o no al aguinaldo del pago de ganancias y desde qué monto salarial, si habrá paritarias irrestrictas o por productividad, si se mantendrán los programas “Ahora 12” y “Precios Cuidados”, dieron la impresión de un mandatario y gabinete dubitativos, inseguros o presas de pánico escénico.

Nada de eso se vislumbra, y sí parece un dato a tener en cuenta la larga estancia en Wall Street del negociador ante los fondos buitre y la banca norteamericana enviado por Macri para “arreglar” el financiamiento externo, eufemismo que esconde el regreso al endeudamiento improductivo pero que deja en el camino suculentas comisiones.

Luis Caputo, secretario de Finanzas, ex jugador titular de JP Morgan y luego CEO del Deutsche Bank en el país, mientras los comentaristas políticos de la Argentina se desorejaban entre sí para mostrarse más cerca de Macri, armaba reunión tras reunión en Nueva York, con el objetivo de reunir una masa crítica que algunos estiman entre 15 y 20 mil millones de dólares, que serían el factor previo necesario para “levantar el cepo”.

O sea, el país se endeudaría para que se pueda comprar dólares en forma irrestricta, pero ninguna de las mentes brillantes del equipo económico actual dice para qué y para quiénes sería bueno poder comprar dólares que no generarán absolutamente nada en términos productivos. Dos modelos de país en ciernes, lo que se negó en campaña y se intenta mantener en sordina en las primeras horas de mandato amarillo.

Morfología de una democracia amarilla

Fuera del presunto esfuerzo del macrismo por cumplir con las formas protocolares del traspaso de mando, que ocupó primeras planas de diarios, zócalos de canales de cable y ramilletes de voces radiofónicas de carácter hegemónico, hubo datos de la asunción de Macri que dan motivo a preocupaciones de fondo, y no tan sólo de forma.

Ese sospechoso interés por cumplir los mandatos constitucionales, que siempre se traduce en una reinterpretación de los textos de la Carta Magna y fuerza un contrapunto con quienes interpelan, atónitos, tamaña degeneración hermenéutica, tiene su clímax en la proverbial judicialización de esas “polémicas”, con los resultados conocidos.

Pero una cosa es que un presidente electo quiera que le entreguen el bastón y la banda en un lugar determinado, que pida un convertible para pasearse por calles protocolares, que emule a Guns & Roses pidiendo agua mineral Evian en el despacho de la Casa de Gobierno o se decida recrear la milenaria ceremonia del asentamiento sobre el estilete, y otra muy diferente reemplazar la fórmula de juramento para eludir que todo mandatario debe hacer, entre otras cosas, por la Patria, y que debe llevar a cabo su gestión con patriotismo.

Según dicen sus asesores, Macri consideró conveniente tomar distancia de términos tan enchastrados de kirchnerismo, y decidió dejar de lado la Constitución y echar mano de la prosaica narrativa PRO. Macri juró por “por Dios, nuestro Señor, y estos Santos Evangelios”. No se olvidó de incluir el término “Patria”, directamente lo eliminó. Si no cumpliera ese juramento, no será la Patria quien se lo demande. ¿Será Durán Barba?

Lo cierto es que Macri no juró desempeñarse con “lealtad y patriotismo”, sino con “lealtad y honestidad”, dejando en el arcón de los recuerdos K lo que marca el artículo 93 de la Constitución Nacional en torno de la jura presidencial que tantos “analistas políticos” defendieron junto al flamante jefe de Estado frente a los embates del kirchnerismo.

Walking deads

El retorno al desierto que los argentinos conocieron y debieron transitar a lo largo de la historia que comenzó con el golpe que derrocó a Juan Perón en 1955 operó como señal de que, junto al plan económico de las elites dominantes, se abrían perspectivas para restañar parte de la epidermis del abominable monstruo genocida, herida por la voluntad del kirchnerismo de bancar a rajatabla el proceso de Memoria, Verdad y Justicia, propiciando los juicios a los acusados de cometer delitos de lesa humanidad.

La nota editorial de La Nación defendiendo el accionar del aparato del terrorismo de Estado, repudiada hasta por los más estrechos colaboradores de Macri –quienes ven esas reacciones como piantapoyos– fue sin embargo una especie de luz verde para que los crápulas más desembozados de esa tribu filonazi se embarcaran en una ofensiva que intentara detener lo que la sociedad argentina no quiere que se detenga.

Así, el vespertino santafesino El Litoral, mostró que puede aportar algo al sellado de la “grieta” abierta, según el autoexiliado showman Jorge Lanata, por el kirchnerismo: “Algunos datos y ciertas consideraciones merecen tenerse en cuenta. Desde 2005 a la fecha ha habido 2.200 imputados por crímenes de lesa de humanidad; se han dictado unas setecientas sentencias, de las cuales más del noventa por ciento han sido condenatorias. Con respecto a los detenidos, corresponde saber que más de trescientos murieron en las cárceles, incluyendo al ex dictador Jorge Rafael Videla, cuyo deceso podría haberse evitado con un mínimo de asistencia”.

El libelo fue rechazado por un amplio abanico de sectores, entre los cuales se destacaron el Sindicato de Prensa de Rosario y su par capitalino. Pero no sería muy audaz suponer que en el escenario político actual se repita ese regurgitar de walking deads vernáculos, en un delictual intento por envolver en gasas perfumadas el corazón negro y podrido de la última dictadura cívico militar, que es ni más ni nada menos el apoyo civil y la responsabilidad penal de los empresarios en aquella ordalía de sangre.

¿Y Cristina?

Una multitud despidió a Cristina Fernández de Kirchner en la Plaza de Mayo en la víspera del cese de su mandato. Más allá de los cálculos, siempre divergentes, no parece osado ponderar que hubo más de medio millón de personas que ovacionaron, acompañaron y mimaron a la ex Presidenta.

Lejos de alejarse del poder formal en soledad, agrupaciones, organizaciones sociales, organismos de derechos humanos, familias y personas de todas las edades que llegaron de forma individual convergieron en Plaza de Mayo, en una movilización que se convirtió en un hecho histórico.

«Ohhh/ Yo soy argentino/ Soy soldado, del pingüino», fue el coro que recibió a la jefa de Estado, quien antes, desde el Salón de los Bustos, recordó que “Néstor fue uno de los presidentes que menos votos había recibido y sin embargo construyó una Argentina desde la ruinas que había recibido”.

Ya desde el palco, al dirigirse a la multitud, y en medio de los abucheos al “partido judicial” y a la presentación de medidas cautelares que reiteradamente se presentaron contra su administración, Cristina rememoró: “Miren que me presentaron cautelares en estos años, pero una que pone un presidente por 12 horas era algo que nunca me hubiera podido imaginar”.

Lo deberían reflexionar los que piensan que las corporaciones nunca se caen. Los jueces y fiscales delivery un día puede que queden en la mira de las grandes mayorías y deban abandonar sus catedrales de poder.

“Ohhhh/ Vamos a volver/ A volver, a volver/ Vamos a volver/”, se escuchaba en la Plaza de Mayo. Sería bueno que algunos dirigentes del peronismo que piensan reeditar la experiencia de la Renovación de los años 80 tomen nota de cómo y en medio de quiénes se fue Cristina, no vaya a ser cosa que se vuelvan a equivocar, como en 2009, cuando algunos eludieron la convocatoria de la Presidenta en aquel entonces, pensando que estaba derrotada.

Como escribió la periodista Sandra Russo en Página 12 el día de la asunción de Macri, cuando la Presidenta ya estaba retirada, no por el dictamen de un gris y cautelar fiscal sino por su propia decisión, “Cristina deja estampada en nuestra historia la marca de los ovarios como símbolo de aquello que hay que tener, en el ejercicio del poder, para bancarse todas las peleas que hay que dar en nombre de las convicciones, cuando esas convicciones no se inclinan por la carnalidad con los poderosos y echan raíz junto a los débiles”.

Fuente: El Eslabón.

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