Yo no sé, no. En algún momento se hizo uso y costumbre usar mochila para ir a la escuela. Y esas mochilas fueron cargadas de un pasado, el pasado de la patria. Porque eso significa la patria: hacerse cargo del pasado. Y fuimos incorporando la calle para las peleas, para defender los derechos, para los festejos. En algún momento nos enteramos que los asesinos del Chacho seguían siendo asesinos y hasta tenían calles con su nombre. Y que si lo pudieran asesinar de nuevo lo harían sin ningún temor. Nosotros aprendimos, entonces, a llevar en la mochila –junto con el repuesto de las Bernardino–, los lápices cargados de sus sueños. Y un día hicieron desaparecer a ciertos lápices que soñaban con un mundo mejor. Pero quedaron los sueños. Y eso también iba en nuestras mochilas.
Y también se hizo uso y costumbre –en estos últimos años– que en lo económico, en lo social y en lo político, tendríamos otras costumbres: en lo económico, ir subiendo peldaño a peldaño; en lo social, que se amplíen nuestros derechos; y en lo político, que estuviera cada vez más presente la patria. Y bueno, por ahí –dice Pedro– es necesario que cada uno se haga cargo de la mochila y de sus usos y costumbres. Ahora, que algunos dicen que es necesario que el bastón de mando se traspase en la Casa de Gobierno, que cada uno tengamos en cuenta la mochila que tenemos que cargar ahora. Llena de recuerdos, de lo ganado y también de las cosas pendientes. Y si el desconcierto se hace medio generalizado, tener en la mochila el bastón de mariscal que cada militante tiene que tener a mano para agrupar a los compañeros, defender lo que hay que defender. Y hay que ir por lo que hay que ir. Es simple la cosa: lo que viene parece medio fulero, pero –como dijo Cristina–, si cada uno se empodera de lo que se tiene que empoderar, el bastón va estar en cada uno de nosotros. Y de eso no hay que volver, de la conciencia colectiva no se vuelve.
Fuente: El Eslabón.