Cuando todo parece haber sido dicho y se piensa que alrededor del terrorismo de Estado no quedan casi historias por contar, siempre surge un nuevo elemento que agrega información desconocida, datos nunca revelados, fragmentos que encajan en ese gigante rompecabezas sin fin al que le faltan nada menos que treinta mil piezas. Así se ha ido reconstruyendo la trama del plan sistemático de exterminio urdido por los poderes económicos de nuestro país y ejecutado por las fuerzas armadas y de seguridad. Con las denuncias de los sobrevivientes, con las pruebas encontradas a pesar de la burocracia represiva –que las hizo desaparecer–, y con los relatos de testigos inesperados, como el de Néstor Jesús Moyano, bombero de la policía provincial entre 1975 y 1984 y compañero de promoción de connotados represores del Servicio de Informaciones (SI), el mayor centro clandestino de detención que funcionó durante la dictadura en la provincia. El inédito testimonio fue brindado en sede judicial el pasado 15 de diciembre y se publica a dos semanas de fallecido su protagonista.
“Scortechini (José Carlos), Marcote (Alfredo) y Peralta (César) eran compañeros míos de promoción, pero no tengo afinidad estrecha con ellos”, inició su declaración Moyano, hace diez meses atrás, en los Tribunales Federales de Rosario. Para sorpresa de quienes lo escuchaban con atención, el testigo contó que ingresó en marzo de 1974 como cadete de la Escuela de Policía y que un año después fue destinado al cuerpo de bomberos de la fuerza, desde donde escuchó hablar y vio actuar de cerca a la patota del SI, los oficiales de la policía al mando del Comandante de Gendarmería Agustín Feced, quien fuera el jefe de la fuerza de seguridad en la ciudad en aquellos años.
Tras esa breve introducción, el hombre que llevó consigo por cuarenta años el peso de su testimonio, hasta que lo vomitó sobre el despacho del juzgado Federal N° 4 de Rosario, comenzó a relatar diferentes episodios, revelar apodos y detallar operativos sobre los que tuvo que realizar “tareas de limpieza” ordenadas por Feced. “Hasta marzo del 75 no había problemas más allá de la Triple A. En una oportunidad fuimos a retirar cadáveres en Avellaneda y Uriburu, en el predio de los españoles, donde está el monte de eucaliptos. Habrá sido a fines del 75”, recordó Moyano.
Luego, el testigo empezó a relatar cómo iniciada la dictadura se fueron sucediendo los operativos a los que los convocaban, como el de Fisherton, de calle Morrison y Colombres, donde retiraron dos cuerpos, una mujer y un hombre. “El del varón estaba desfigurado”. “Llamaban para retirar cuerpos de enfrentamientos, como les decían ellos”, declaró Moyano.
“Recuerdo que habré ido a retirar cadáveres en cuatro oportunidades” refirió el testigo, y comentó otro episodio: “Llegamos a calle Córdoba al 5600, donde la fallecida era la Flaca, eso lo supe con posterioridad, me enteré ahora, hace poco”, indicó Moyano, para luego añadir que en esa oportunidad, en un auto Peugeot 504 también había otros dos muertos “de los que nunca se escuchó hablar a nadie de la policía ni del Servicio de Informaciones”.
El testigo explicó en su declaración que la modalidad de las convocatorias “podían ser a través de la radio o vía telefónica” y que “las radiales eran en forma personal por parte de Feced, que llamaba diciendo que era Bote 1”.
“Cuando llegábamos a los lugares por lo general estaban al cuidado de una patota del servicio”, precisó el ex bombero, y abundó: “Lo que llamaba la atención era que ellos, las víctimas, no tenían cintos, los pantalones estaban atados con hilos, los hombres no tenían calzoncillos, estaban descalzos, las mujeres ni bombacha ni corpiño y vestidas con camisas de hombres”. “En muchos casos vi que las personas estaban quemadas con cigarrillos o morados en algunas partes del cuerpo como que hubieran sido golpeados”, agregó Moyano.
El testigo repasó varios hechos que deberán ser cotejados con otros testimonios y expedientes que cursan en la Justicia Federal y que pueden echar luz sobre distintas investigaciones en curso. También aportó información de las formas de comportamiento de la patota de Feced.
“Ellos por lo general se jactaban de cuando cometían un hecho”, comentó Moyano, quien recordó que en una oportunidad en que vio a varios de la patota peleados entre sí, preguntó qué pasaba y le contaron que “uno se había encontrado con la Pirincha (César Peralta, represor del SI actualmente prófugo) que le dice: «este boludo de Cardozo le dio 100 mil dólares al Comandante». Por eso estaban todos loco ellos, porque la plata no se repartió”. “Cardozo era del Servicio de Informaciones, lo conozco porque trabajé con su hermano”, remarcó el testigo.
“Me acuerdo de comentarios que hacían cuando participaban de las torturas”, declaró el bombero. Moyano contó que de José Rubén “el Ciego” Lofiego (condenado a prisión perpetua por su actuación en el SI) decían que “estudiaba a las víctimas para saber dónde picanear”. “Después estaba el Japonés Fermín Monje, de quien decían que su especialidad era introducir en los órganos un clavo y por ahí pasarle la corriente eléctrica”.
El ex bombero, que después de 1984 pasó a revistar en la policía y ya estaba jubilado al momento de su declaración en diciembre pasado, recordó otro episodio en medio de un operativo en calle Pellegrini y Presidente Roca, “donde fallece una peruana”, en el que uno de sus compañeros se persigna antes de levantar el cadáver, “razón por la cual se lo llevaron detenido”.
Entre los nombres de integrantes de la patota de Feced que pudo conocer desde ese lugar, Moyano señaló, además de los ya mencionados, a “Caramelo” (Carlos Ulpiano) Altamirano, al “Ronco” (Lucio César) Nast, a “Kunfú” (Carlos Martín) Ramos, “dos de apellido Ibarra”, “Kuriaki”, el “Rulo” o “Pedro” Travagliante, “Ojo de Vidrio” Siaglio, “Cai” Rubén Oscar Martínez, el “Vasco” Olazagoitía, el “Correntino Emilio Aucar”, el “Mono” Ferraro, Julio Fermoselle “a quien decían Julio o Darío” y el “Conejo” Sifredi, entre muchos más que listó.
El «Cura» violador
Del “Cura” Marcote, quien está condenado a la pena de 25 años de prisión por los delitos cometidos en el SI, Moyano aportó datos que confirman su comportamiento denunciado por sobrevivientes del CCD que funcionó en la ochava de San Lorenzo y Dorrego, en la ex Jefatura de Policía. “Marcote era un violador –afirmó el ex bombero–, de su primer destino que fue la comisaría 9na lo sacan por eso, porque va una mujer a denunciar un hecho de violación y él se viste de médico para examinarla y después la viola”.