Yo no sé, no. A lo mejor –dice Pedro– que los primeros carnavales que él se acuerda, las primeras fiestas, fueron en la casa de su abuela, en barrio Echesortu, en Rioja y un par de cuadras antes de Paraná, en un pasaje que creo se llamaba Moss.Ahí se conocían todos y ya para la previa del carnaval empezaba la Turca, que bailaba como una diosa, la hija del Gallego, la mujer de don Antonio el carrero, y un par más que se preparaban y se preguntaban: ¿Vamos a preparar la murga?
Y era una murga con mucha alegría, digamos que baratita, con los trapos que se podía. Los tipos se disfrazaban de minas, y las minas de tipos. Los rubios de negros y los negros de rubio, y con una simple música que arrancaba con “esta murga se formó…”
El alto corso pasaba por la calle Santa Fe o Córdoba, o sino había que irse hasta Oroño, que era organizado por la Municipalidad de entonces, y se armaba lindo.
En el barrio, mientras tanto, los primeros equipos de fútbol que se armaban improvisados, y antes de verlos jugar se decía “estos son una murga”. Pero al tiempo ese equipo que estaba medio desparejo, le agarraba la sintonía y se metían esos comentarios sabes adónde, dice Pedro.
Y a nivel de Primera División, también en aquellos años, aparecieron equipos que antes de verlos jugar parecían una murga. Sin embargo, surgieron equipos con la inspiración de don Ángel, del Flaco Menotti, del Gitano Juárez en Newell’s, equipos que rompían el molde. Jugadores como Houseman, el Chango Gramajo, el Aldo, Becerra y Zanabria. Y a nivel político, los tipos de la JP armaban murgas contestatarias, como tienen ahora los uruguayos, bajando línea, pero a otro nivel.
Pedro me dice, capaz que en parte el peronismo sea eso, una especie de murga que viene a romper el molde pero que avanza en el tiempo y supera hasta el mismo Miércoles de Ceniza, y mucho más la Cuaresma posterior.
Y más esta comparsa, que es una comparsa de CEOs que nos gobierna, una comparsa bien vestida, de mucha plata, que parece decirnos “somos los que nos divertimos y ustedes si quieren ver la diversión paguen, desde la tribuna”. Proponen más que unos 40 días de abstinencia, 40 años de sacrificio y de no participar de la fiesta.
Por eso, dice Pedro, si volvemos a juntarnos en pequeñas murgas, la del barrio, la del campito o las que surgen del colectivo peronista, quizás generemos un efecto contagio y no habrá Miércoles de Ceniza que nos pare.
adhemarprincipiano
02/03/2017 en 23:44
Tene cuidado al armar las nuevas murgas, que no se dejen filtrar aquellos pequeños aspirantes a integrar los CEOs burgueses que luego CAMBIO de murga. Cuidemos el efecto contagioso.