La película El Peso de la Ley, que co-guionó y dirigió el reconocido actor, pone en foco el complejo entramado del poder judicial. Está basada en una historia real en la que una abogada enfrenta desidia, prejuicios y las desigualdades del sistema.
Fernán Mirás pasó por Rosario para presentar El Peso de la Ley, su primera experiencia como director y guionista de cine, en la que también actuó. La película se exhibe en la sala de los Cines del Centro.
Mirás escribió junto al guionista y abogado Roberto Gispert una historia en donde la actriz Paola Barrientos personifica a Gloria Soriano, una abogada decepcionada que toma la defensa de un supuesto violador de un pequeño pueblo, mientras transita una crisis ética. Debe lidiar con sus contradicciones y con una ex profesora suya de la facultad, la fiscal Rivas –interpretada por María Onetto–, la misma que presionará por el caso al personaje de Darío Grandinetti, un juez ascendido por su padre, parte del clan de la familia judicial.
El relato es el pasaje de la inocencia vocacional inicial de una estudiante de derecho a la oscuridad de un expediente judicial que pondrá en relieve los intereses más espurios del sistema. Cualquier similitud con la realidad no es pura coincidencia.
—¿De qué manera se transformó un expediente judicial en El Peso de la Ley?
—El proceso lo hicimos con Roberto Gispert, que es un amigo. Me insistió a que dirigiera durante diez años. La culpa es de él. Yo le decía que quería incursionar en los géneros sin la necesidad de ser liviano. La película puede ser entretenida y profunda a la vez. Un día me cuenta que tiene un expediente, la tesis con la que se recibió de abogado, un expediente que era un cúmulo de defectos del sistema judicial. Ahí me pareció que podía estar la columna vertebral. Me gustó que sean dos mujeres en un mundo tan de traje y corbata. Yo contaba con la ingenuidad de alguien que no conoce el sistema judicial. Y entonces durante dos años me fui a Mar del Plata (donde reside Gispert) y pude hablar con toda gente que él conocía, desde jueces a secretarios. En ese proceso empezó a aparecer otra película que podía mostrar la maquinaria judicial. Quedaba en claro cómo sufrían en los procedimientos tanto la víctima como el victimario, aparecían un montón de temas que revelaban conflictos que atravesaban todo el engranaje y uno sentía que era un profesión conflictiva, que era muy difícil mantener la vocación. Encontramos dos cosas: o te distanciabas de las personas o te volvías cínico. Es un película de género, le gusta mucho a la gente del sistema judicial porque están retratados ellos y las situaciones que se generan en ese ámbito, cosas como que no les anda el baño o que están sobrepasados de expedientes. Entonces, es como que de alguna manera todos sienten el peso de la ley.
—¿Cómo se fue escribiendo el guión?
—Intercambiamos miradas entre lo que yo podía percibir del sistema judicial y todo lo que sabía Roberto. En un momento yo me sentía el espectador de la película que me contaba él desde adentro. Me concentré en los personajes, en sus preocupaciones, sus intereses. Como actor siempre traté de entender el móvil, que es lo que mueve al personaje. Lo que me pasó escribiendo es que me tuve que meter en la motivación de cada uno de ellos.
—La temática de la película está sumamente vigente.
—En Buenos Aires la película superó la octava semana en muchas de las salas en las que se estrenó. El tema tiene mucha actualidad por los cuestionamientos que hay hacia el sistema judicial, pero tienen que ver con cuestiones que también ocurren en otros países. Por ejemplo, la diferencia que hay entre la defensa que tiene un rico y un pobre. El caso que inspira nuestra película es del año 80 y pico y lo primero que notamos cuando empezamos a trabajar era la plena vigencia que tenía.
—¿Cómo trabajaron el tema narrativo?
—Un poco el sueño inicial era estudiar las reglas de un género y después correrse de lo convencional. En ese sentido, estoy contento. Es una película que tiene un tono de humor muy particular que te va involucrando. Sentí que intuitivamente teníamos que confiar en la forma que iba tomando. De alguna manera toda la investigación se tiñó de eso ya que el sistema judicial se torna irónico y ciertamente cínico. Un día, estaba hablando con una camarista que me señalaba ciertas deficiencias del sistema, y entró un juez. Ella le dijo: “¡Qué elegante!”, y el juez le respondió: “La gente quiere tener una imagen decorosa de la Justicia”.
Esa frase quedó en la película y la dice en un momento el personaje de Darío (Grandinetti)”.
—¿Cómo fue laburar de actor en tu primer película como director?
—La historia real es que fui obligado. Porque me resistí bastante a hacerlo. Si bien el personaje tiene peso en la historia (es el acusado), es un personaje de pocos días. Creo que con el personaje filmé seis o siete días. En un momento me negué rotundamente ante el productor. Él me dijo: “Mirá, tengo un nombre, un actor, te tengo en el set, sino te aprovecho estoy loco”. Terminó siendo una condición para producir la película. Yo dije: “Bueno, voy a dirigir mi primer película, este es el costo. Y finalmente eran los días que más descansaba porque la exigencia, la adrenalina que vivís como director es otra cosa. Me pasaba que cuando me ponía actuar, descansaba porque era un terreno que conocía.
—¿Qué pensas que tiene que tener un director de cine para llevar adelante una producción audiovisual de este tenor?
—Tiene que estar un poco loco, demente. Tenes que tener una pasión por el cine muy grande, indudablemente para meterte en ese baile, soñar una película, llevarla a cabo, terminarla, porque es muy cuesta arriba. Por otro lado, la recompensa es muy grande. Unos amigos me mandaron un whatsapp dos días antes de que comenzaramos a filmar en Mar del Plata, y me decían: “Con lo que cuesta filmar una película, si no la disfrutas ¡vamos y te cagamos a trompadas!”. Y la verdad lo tuve muy presente.
—¿En el rodaje, el director de cine no es como un DT de fútbol?
—Sí, es una buena metáfora. Vos podés planear la estrategia y en este caso además hay una realidad, la materia del cine, la arcilla, es la plata, los recursos con lo que contás, el presupuesto. Las cuestiones técnicas, el clima, es como que el otro equipo también juega. Y entonces descubrís la capacidad de todo un equipo de rodaje. Eso es muy conmovedor. Siempre entendí las gracias de un director a un equipo, pero cuando lo vivís vos como director, llorás. Cuando ves que alguien está corriendo abajo de la lluvia para buscar algo que no es de su área, no te dice: “No mirá, yo soy el eléctrico”, sino que va, es conmovedor. La imagen más común en el cine es ver un equipo empujando un auto, lo he visto toda la vida. Cuando es tu película, te emocionas, sobre todo porque en principio, la materia de un guión está en el aire y empieza a tomar forma y de golpe tres meses después la vestuarista te habla de la ropa de la abogada y te cuenta qué ideas tiene, y no se puede creer que está construyendo sobre algo que no existía. Es muy mágico el proceso.
Preocupación por el cine argentino
Con respecto a la industria en general y las últimas movidas del gobierno nacional que puso en alerta a todo el conjunto de trabajadores audiovisuales vernáculo. Mirás lo definió como “un estado de preocupación de toda la gente del cine”. “Fue muy extraño el movimiento que hubo con el Incaa (Instituto Nacional de Artes Audiovisuales). Ya había rumores de desfinanciamiento previos a la renuncia de (Alejandro) Cacetta. Fue rara esta acusación mediática que luego desapareció y quedó en la nada”, expresó Mirás.
“Yo he viajado mucho a festivales, conozco la cinematografía de otros países, indudablemente todas las cinematografías propias de los países deben defenderse. Digamos, mientras más cine se hace en un país, más posibilidades hay de generar un buen cine propio. Cinematografías como la francesa y española también protegen su cine, sino la industria norteamericana te pasa por arriba. Además de ser un entretenimiento es un arte. Tarkovski, el mismo Bergman, o Fellini, han filmado películas que no fueron taquilleras pero que están en la historia del cine”, sintetizó.
La ficha de la película
El Peso de la Ley fue producida por Arco Libre en asociación con Aleph Cine y Mirás/Gispert. Actúan Paola Barrientos, Maria Onetto, Darío Grandinetti, Fernán Mirás, Jorgelina Aruzzi, Darío Barassi, Daniel Lambertini, Daniel La Rosa, Sebastián Rosso, Julio Feld. Dirigió Fernán Mirás. Guión en conjunto por Roberto Gispert y Fernán Mirás. Producción General por Fernando Sokolowicz. Producción Ejecutiva por Victoria Aizenstat. Director de Producción por Roberto Gispert. La Asistente de Dirección por Juan Iribas. La jefatura de Producción por Celeste González Castro. Dirección de Fotografía por Mariana Russo. Vestuario por Elda Estela Ledesma. Dirección de Sonido por Javier Stavropulos (ASA). Sonido Directo por Ignacio Goyen. Dirección musical por Cecilia Pugliese. Y la montajista Anabela Lattanzio (EDA). La película se exhibe en la sala de los Cines del Centro, a las 15:15, 17:15, 19:15, y 22:15.
Fuente: El Eslabón.