Federico Ferroggiaro (Rosario, 1976) acaba de publicar Par de Seis, que pertenece a lo nuevo de la colección narrativa del sello Baltasara Editora. Se trata del tercer libro de cuentos del autor, después de publicar su primera novela,Tetris (UNR Editora), en 2016.

Aunque sea un compendio de cuentos heterogéneo, y el autor los haya agrupado en dos partes –lo sólido desvanecido y fragmentos del discurso amoroso–, todos los relatos conforman una obra orgánica y armoniosa que tranquilamente podría prescindir de ese ordenamiento o clasificación a modo de homenaje (a Bauman y a Barthes) que justifica el título que los contiene: Par de seis. El elemento común a las historias es el clímax, la tensión y los desenlaces, donde todo se resuelve de manera dramática, desmesurada. Siempre de modo inesperado.

Lo fantástico borgeano, los límites del fantaseo morboerótico, la distopía cruel, infancias desangeladas, monstruosas, los peligros de la transmutación espiritual, el sarcasmo y la autoparodia (del artista de ciudad de provincia, acaso para no tomarse tan en serio) y un escenario urbano más que conocido, propio, son algunos de los rasgos más definidos de los 12 cuentos del libro.

Sobre esto último, hay que decir que las historias de Ferroggiaro están llenas de marcas de la ciudad, y no por afán localista (pareciera que por complejos heredados debemos hacer siempre la misma aclaración), sino porque toda historia toma la forma del lugar donde se narra, así como el escritor o el electricista lleva a todas partes la esquina, una plaza, o la gran avenida donde descubre y comprende que el mundo es mundo, y que también es un poco suyo. Y si la historia está bien contada, cada lector podrá transportarla a su pequeño y modesto rincón, y se sabe, funciona.

Por ejemplo, la excitante y por momentos aterradora persecución que se desarrolla en Un tipo en moto, podría echarse a andar en el centro de Córdoba o en algún partido del conurbano bonaerense. Sin embargo el relato se abre camino por la zona sur, hacia la autopista, dejando atrás las luces del casino. ¿Hasta dónde puede llevar la fantasía persecutoria de una mujer al volante con sus dos hijos en el asiento trasero? A cualquier parte, porque en Par de seis, nunca se sabe.

También sobrevuela la crítica paródica al ambiente artístico subsidiado de ciudad de provincia, que en muchos casos se organiza alrededor de lugares de poder rudimentarios y circunstanciales, a veces mezquinos y un poco tiranos. Es el caso de Atardecer en el campo, que además es un relato místico, delirante.

El tema sigue en Bebelplatz, que narra la tormentosa relación entre escritores y críticos, sobre todo cuando hay pocos de éstos últimos. “Él era el guardián del canon”, dice el narrador/escritor sobre el valor que confiere la crítica o el crítico, a una obra o a su autor (“si no me nombra, yo no existo”). De algún modo, de eso se trata el juego o la puja por la legitimidad, mediante un extraño y caprichoso sistema de premios y castigos según los humores, los amores, los odios, las traiciones y los secretos que se tejen entre la ficción y la espesura de lo real.

 

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