Mientras escribo esta nota, el viento entra a una de las aulas de la Escuela Itinerante y calma la pesada humedad de viernes. Paulo Juncos –integrante de Amsafé y CTA Rosario– está abriendo el debate sobre la salud de los docentes en tiempo de ajuste y recuerda que la lucha del gremio de los y las maestros, sus históricas carpas, los paros y movilizaciones masivas, no son sólo por una mejora salarial sino por algo más: la educación pública de un pueblo. El concepto se repite infinitamente desde ayer, jueves, cuando quedó inaugurada la Escuela Itinerante en la plaza Montenegro de Rosario. “La Escuela Itinerante empezó a ser parte del activo de las luchas de la historia de nuestro pueblo en defensa de la educación pública y en defensa del derecho de nuestros pibes y pibas a una educación de calidad”, planteó, en el acto de apertura, Sonia Alesso, secretaria general de Amsafé y Ctera.
Mientras escribo esta nota, los conceptos se repiten: educación pública, docentes, lucha, calidad, dignidad, trabajo, trabajadores y trabajadoras. Mientras escribo esta nota, los conceptos no sólo se repiten, sino que un griterío de pibes y pibas tapa, o mejor dicho, da vida y contexto, a cualquiera de estas ideas que salen de los micrófonos. La palabra “Seño” gana por goleada, tiene el tono de voz de los adolescentes y los más chicos. “Seño, vení”. “Seño, mirá”. “Seño, pasó esto o aquello”. Cada tanto, algún alumno se cuelga de la campana de la Escuela Itinerante y sale corriendo. Cada tanto, surge otra cosa: ayer, por ejemplo, surgió el rap desde un grupo de chicos que, dijeron, venían del oeste de Rosario. Cada tanto, una Seño irrumpe con un grito, pone un poco de orden, se transforma de golpe y de manera efímera, en una bruja. Después, la jornada en la Escuela Itinerante sigue su curso: los gritos, las charlas, los mates, el viento que calma la humedad.
Mientras escribo esta nota, el ruido de los colectivos también irrumpe, bien a lo lejos pese a la cercanía. La rutina del pleno centro rosarino intenta seguir su curso normal. Los colectivos, la gente que está de compras por calle San Luís, los que van y vienen de la casa al trabajo, o al revés. Por cinco días, sin embargo, la rutina hará todo lo posible por seguir su curso normal, pero una Escuela Itinerante se le plantó en el medio. Y es imposible que pase desapercibida. Primero, por la cantidad de gente que pasa las vallas que dividen: de acá para allá es plaza, de acá para allá es Escuela. Segundo, por las dos carpas y el gran escenario que hacen a la Institución nómade. Tercero, por todo lo demás. En la Escuela Itinerante hay talleres de dibujo y ajedrez, una radio en vivo, un recorrido por la historia de la educación argentina. Mientras escribo esta nota, apareció una Biblioteca Itinerante. Ayer no estaba. No me sorprende. Cada hora, cada día, la Escuela se transforma: por el clima, por las demandas, por las ganas de que cada hora, cada día, la Escuela sea mejor, más exitosa, que hace un rato.
Mientras escribo esta nota, la Escuela Itinerante transmite una sensación: mantiene con vida, y está para seguir haciéndolo, el grito que la inauguró acá y en todo el país: “¡Viva la patria! ¡Viva la escuela pública!”.
El acto de apertura del jueves por la mañana no sólo cerró con esas palabras, sino que los chicos y chicas que ocupaban el escenario –miembros de la Orquesta Sinfónica Infanto Juvenil de Granadero Baigorria– las gritaron a viva voz con sus instrumentos en alto.
Como si fueran sus armas, sus herramientas de lucha en plena batalla. Los niños y adolescentes inauguraron tocando “La Partida”, de Víctor Jara, y el Himno Nacional. Las docentes leyeron poemas y narraron las historias que recuerdan a sus compañeros detenidos-desaparecidos.
Las adhesiones se sumaron y tenían sentido, porque se vivían a pleno abajo del escenario: concejales y concejalas, referentes políticos y sindicales de toda la provincia, amigos, amigas, lazos que se gestaron en el recorrido de la Escuela, mates que van y vienen.
“Esta no es solo una lucha sectorial, es fundamentalmente por la educación y por la defensa de nuestro pueblo, porque quieren hacernos retroceder en nuestros derechos y no a los 90, sino al 55. Pero no lo vamos a permitir”, remarcó Sonia Alesso con el micrófono en mano, dándole las palabras a un evento que rebalsa de contenido político. La carpa principal mantiene las consignas principales en alto: Paritaria Nacional Docente y Ley de Financiamiento Educativo. También advierte: la escuela pública argentina enseña, resiste y sueña.
Mientras escribo esta nota, la charla que abrió Paulo Juncos está terminando. No hace mucho, un compañero ecuatoriano tomó el micrófono y remarcó la solidaridad latinoamericana con la lucha de los docentes argentinos. El hombre se fue citando a Daniel Viglietti: “Una gota más otra gota hace aguacero”. El hombre se fue aplaudido. Sobran los aplausos en la Escuela Itinerante.
La jornada del jueves pasó igual: llena de gente, que no se preocupaba por la humedad ni la lluvia, que sólo querían escuchar, y aplaudir, sacarse fotos con los referentes que dieron charlas de temáticas que no sólo afectan a los docentes, sino a todos y todas, porque se trata de eso: la educación pública del pueblo.
Mientras escribo, un bombo empezó a sonar a lo lejos, también unos redoblantes. El griterío sigue, los maestros itinerantes que colaboran no paran de ir y venir, acomodar, barrer, guiar. “La Escuela Itinerante es el mejor acto de salud para poder continuar la lucha”, cierra Jorge Kohen, referente del área de Salud y Trabajo de Amsafe. Ya hace varios minutos que el viento no entra calmando la humedad y desde la carpa se vislumbran algunos rayos de sol.
Fuente: El Eslabón