Nacido en Rosario el 19 de noviembre de 1971, fue presidente del centro de estudiantes del Superior de Comercio, de la Federación Universitaria de Rosario (FUR) y de la FUA. Concejal, diputado provincial y nacional, la vida de Pablo Javkin, actual secretario general de la Municipalidad de Rosario, está signada por la política. De cuna radical, aunque con fuerte influencia de su abuelo comunista, acaba de lanzar su pre candidatura como cabeza de la lista oficial que el Frente Progresista Cívico y Social promueve para el Palacio Vasallo. “Nunca hubo cuestiones personales con Mónica (Fein), pero a nosotros nos parecía que el Frente estaba en una situación de algún estancamiento, como que hay desafíos muy nuevos que la fuerza no supo leer”, planteó en un extenso diálogo con Biopolítica, el segmento audiovisual que se renueva cada sábado en Redacción Rosario.

―¿Cuál es el primer registro que tenés de la aparición de la política en tu vida?
―Tengo el recuerdo de muy chico de mi abuelo Marcos, que era militante político del Partido Comunista y recibía clandestinamente, en la dictadura, el diario del partido. Y nos compraba una especie de Billiken que estaba traducido al español pero era de la Unión Soviética. Por él también veraneábamos en las residencias cooperativas de turismo de Chapadmalal, que eran del Instituto Movilizador. Me acuerdo de esas vacaciones, de canciones en el fogón como “Para el pueblo lo que es del pueblo”. También recuerdo ir a actos con mi viejo. Me acuerdo de un acto muy chico en Plaza Montenegro, donde estaba (Raúl) Alfonsín, que había venido por la campaña de la interna radical del 83.

―¿Dónde hiciste tu primera experiencia de militancia?
―En el secundario. Ya la primer semana, cuando se eligieron delegados de curso. Creo que tanto el Politécnico como el Superior de Comercio, al ser escuelas de la Universidad, tienen y tenían un alto grado de politización. Además de una historia también anterior. Es un colegio que fue muy marcado por la acción de la dictadura, con muchos desaparecidos y también con algunos funcionarios del colegio que luego fueron imputados en causas de lesa humanidad.
En el 85 se constituyó la Federación de Estudiantes Secundarios. Además funcionaba un movimiento de Juventudes Políticas que yo también integraba. Era muy pibito, tenía 13, pero como estaba en la comisión directiva de un centro importante empecé a actuar.
Después me marcó mucho la impronta de Alfonsín en mi familia y empecé a militar en el radicalismo, en la Franja Secundaria, que era bastante diferente a la universitaria, tenía otro origen y otra posición.

―¿Cuánto marcó en tu formación política, el paso por la universidad?
―A nosotros nos tocó una etapa particularmente linda de la militancia universitaria, en el sentido de que tenías muy claro contra qué luchábamos. Además de muchos planteos de lucha unificada del movimiento estudiantil. Y sobre todo de interacción con otros sectores.
Me tocó la etapa de más lucha gremial, estudiantil, y de lo que pueden ser reivindicaciones más propias del debate universitario.
Cuando fui presidente de la Federación Universitaria de Rosario (FUR), me acuerdo que mi primer acto fue recibir la columna de la Marcha Federal cuando pasó por Rosario. Un acto acá en Plaza 25 de Mayo, donde estuvieron entre otros, Hebe, el Perro Santillán, Carlos Del Frade.
Todos los 90 se dieron en ese marco. También con todo el tema de derechos humanos, por esos años fue el debate sobre los juicios, las causas en España, para nosotros fue todo un aprendizaje de tomar luchas anteriores, de gente como Victorio Paulón, (Héctor) Quagliaro, (Alberto) Piccinini, Mariano Echaive, de los cuales aprendimos mucho. Hoy la realidad es muy diferente a eso.

―¿Qué referentes y qué lecturas te signaron políticamente?
―Como referente inevitable, Alfonsín. Y en términos de lectura, en esa época la militancia estaba muy enmarcada en las lógicas de formación de lo que eran las fuerzas de izquierda, los documentos militantes eran los que habían generado ciertos sectores del radicalismo como la Coordinadora en los 70. El gran documento era La Contradicción Fundamental, que era una relectura de Mao aplicada a la Argentina. Un gran componente era la formación marxista por un lado, y por el otro algunos textos que venían más de la tradición radical de Irigoyen y algunas más institucionalistas o republicanas como (Karl) Krause. El costado kantiano, que en el radicalismo, filosóficamente, siempre tuvo mucho peso. Después, de historia argentina leí mucho a José María Rosa, que no era tan consonante con la bibliografía más liberal del radicalismo, pero también leía a (José Luis) Romero. Siempre hubo un punto de tensión en la diversidad. Además, sumale la tradición de mis abuelos y mis viejos que también me marcó. Neruda, por ejemplo, en mi casa era una lectura habitual.

―¿Cómo fue ese paso de la militancia estudiantil a la partidaria?
―Siempre es difícil. Nosotros, sobre todo durante la militancia secundaria, teníamos un vínculo con sectores barriales del partido. Entonces el tema era los fines de semana participar de locales barriales. Difícil trasladar a hoy lo que fue el ochenta y pico, las compras comunitarias, el plan de alfabetización de los inicios del gobierno de Alfonsín que implicaba una tarea social barrial asociada a la cuestión más política. Después se fue como encerrando, obviamente por la situación política del radicalismo. Ya en los 90, para mí fueron años de prácticamente poco contacto partidario pero de contacto full time con la construcción de espacios multisectoriales que te cambiaban la perspectiva, porque te abría a muchas demandas y desafíos con tipos que no venían del radicalismo en general. Nosotros éramos el único sector del radicalismo que tenía contacto con esa construcción. El radicalismo no era un partido con tanta presencia en relación a los movimientos sociales.
Cuando terminé la presidencia de la Federación Universitaria Argentina (FUA), fui presidente del Comité Nacional de la Juventud Radical, en un momento terrible porque fue 2000/2002, con toda la crisis del gobierno de De la Rúa. Y fue una experiencia bastante dura en términos de identidad partidaria en donde yo, y tantos otros, nos terminamos yendo del partido. Uno estaba felizmente condicionado por la experiencia vivida en los 90 y por las relaciones personales, que también influyen mucho en la política.
La vida partidaria no fue tan intensa, lo que sí valoro mucho es que tanto por la FUA como por Juventudes, conocí mucho el país. En partidos tradicionales como el radicalismo y el peronismo, no hay lugar en la Argentina donde no te vayas a encontrar con alguien a quién visitar o ir.

—¿Cómo continúa tu camino tras la crisis de 2001 y la salida del radicalismo?
—En realidad nosotros no queríamos irnos del radicalismo, supongo que eso le pasó a muchos con el peronismo en los 90. Es difícil irse de casa.
En la elección de 2003 el radicalismo se dividió: estaban quienes apoyaban a (Ricardo) López Murphy, otros estaban con (Leopoldo) Moreau, que era la candidatura oficial, y después un grupo importante trabajamos para la candidatura de (Elisa) Carrió. En ese momento, además, influyó mucho que en el ARI participaron muchos de los actores que mencioné antes con los cuales habíamos compartido las luchas de los 90 como Pichi, Paulón, Aldo Strada, Alberto Muñoz, Graciela Ocaña, sectores del socialismo, Eduardo Macalusse, una gran confluencia.
Nos íbamos del radicalismo, pero nos fuimos al lugar más cercano a lo que habíamos vivido en esos años de militancia. Luego nace la Coalición Cívica, en 2007.

—Por esos años comenzó tu experiencia como candidato y legislador
—A mí me tocó en 2001, en plena crisis, que me convocara mi espacio a ser candidato a concejal. Hice la experiencia de la concejalía hasta 2005 y después estuve dos años fuera de la función pública. Ya en 2007, con la candidatura de (Hermes) Binner, ingresamos en la lista de diputados provinciales cuatro representantes del ARI: Aldo Strada, Alicia Gutiérrez, José Tessa y yo, que integramos la lista oficial del Frente Progresista. Ahí ya con algún conflicto con la cosa nacional. Estaba tensa la relación entre el socialismo y Carrió, pero bueno… nosotros participamos acá.
En 2011 fui candidato a diputado nacional por la Coalición Cívica, y fue una elección bastante mala de la Coalición. Jugaban Cristina (Fernández de Kirchner) y Binner, dos candidatos que traccionaron enormemente.

—¿Qué pasó entre aquel ARI original y esta Coalición Cívica (CC)?
—El kirchnerismo generó debates en muchos sectores que habíamos participado del ARI en los procesos 2003 y 2007, aún compartiendo mucho del reclamo de la Coalición al kirchnerismo, sobre todo en relación a algunos hechos de corrupción y a cierta visión de la institucionalidad. A medida que se fue agudizando ese enfrentamiento, terminó dividiéndose ese espacio y muchos, los que venían más del peronismo, terminaron adhiriendo más al kirchnerismo; y los que veníamos de otro proceso, terminamos quedándonos en la Coalición.
Ese proceso en Santa Fe fue muy amortiguado, porque compartimos el espacio en el mismo Frente y de hecho, al día de hoy, muchos seguimos haciéndolo. A nivel nacional fue mucho más marcado.
Y en 2013 fui candidato en el marco del Frente Progresista, como cuarto candidato a diputado en la lista de Binner.
En 2015 yo peleo la interna del Frente Progresista (como pre candidato a intendente) con una interna relativamente pareja, de la que luego surge la posibilidad de incorporarme al gabinete de Mónica Fein. Renuncio a la banca de diputado para incorporarme a la gestión, aunque hoy tampoco podría estar en la Cámara en el mismo bloque que está mi partido a nivel nacional. Hay, si querés, una situación marcada donde nosotros en Santa Fe pertenecemos a un Frente y a nivel nacional el partido optó por Cambiemos. ¿Cómo se resuelve eso, o cómo se resolverá en términos formales? Hay que ver. Nosotros tenemos una visión diferente del proceso nacional que el partido (la Coalición Cívica) acompañó.

—¿En qué se manifiesta tu “visión diferente” con la apuesta de la CC por la alianza Cambiemos?
—Para sintetizarlo: la lógica de hasta donde la necesidad de generar una alternancia al kirchnerismo justifica un tipo de acumulación política. Cuando se conforma en 2013 UNEN, a nivel nacional, era una propuesta con (Fernando) Pino Solanas, el Socialismo, el Radicalismo; una construcción complejísima pero dentro de la tradición de lo que fue siempre el Frente Progresista en Santa Fe; sin un componente del peronismo, a diferencia de otras etapas, pero de algún modo fuerzas populares, de origen popular, con una visión nacional históricamente bastante sostenida. Cuando eso se transforma en Cambiemos, implica un acuerdo con otro sector político, que existía y tiene existencia real, que por suerte ha entrado en la lógica democrática, porque es un sector político que muchas veces en la historia de la Argentina accedió al poder interrumpiendo procesos democráticos, y que está alejado de lo que nosotros pensamos y hemos sostenido toda la vida. Ese nuevo marco era como un límite y decidimos no participar.

—¿Con qué diagnóstico de la ciudad encaran estas elecciones y cómo se hace campaña siendo oficialista?
— Reivindico mucho el proceso que hicimos en la elección anterior, donde dimos una disputa de contenido. Nunca hubo cuestiones personales con Mónica (Fein), pero a nosotros nos parecía que el Frente estaba en una situación de algún estancamiento, como que hay desafíos muy nuevos que la fuerza no supo leer. Para mí, el gran desafío es el impacto de la desigualdad combinada con la violencia, que es un fenómeno en los núcleos urbanos muy fuerte y muy agudo, y que en Rosario tuvo un pico realmente muy grande. Creo que frente a eso hubo dificultades en encontrar respuestas, de cómo encararlo más allá de que también hubo respuestas muy positivas.
Me atrevo a decir que, en general, el mapa del debate político en Rosario todavía no registra tanto ese tema. El impacto de la violencia en los pibes y el desafío que eso le marca a todo el sistema político de la ciudad y de la provincia, y ahora de la nación, porque tampoco es un tema estrictamente rosarino.
Y eso, a mi entender, necesitaba pensar la gestión desde otros lugares. Algunas cosas se fueron generando positivamente, como el plan Abre, pero hay que replantear todas las políticas sociales. Si no revisas las formas de encarar territorialmente tus políticas sociales, es imposible dar alguna pelea con cierta posibilidad de ganar cada territorio de la ciudad donde el fenómeno se expresa de forma más aguda. Desde el alumbrado hasta el transporte, la lógica de obras o de planificación de obras de la ciudad, las tenes que hacer leyendo ese fenómeno, porque no hay otro de esas dimensiones.
Esto no es excluyente de nuestro espacio, creo que todos los espacios empezaron a ver eso. Hay que trabajar sobre eso, o las reacciones de la ciudadanía van a ir hacia lugares muy negativos, como rebrote autoritario, planteos mágicos que intentan solucionar esto aumentando penas en el código penal, el efectismo ante un reclamo de la gente que es salir de casa tranquilo.
Por otra parte debemos sostener una propuesta que sepa que si no se renueva se desgasta. El gran llamado de atención fue la elección pasada. Una elección donde independientemente de nuestra competencia interna, fue ir a pelear con una figura del PRO que tampoco era una figura tradicional como Anita (Ana Martínez), que tiene un recorrido con poco contenido político, casi de puro carisma, por llamarla de algún modo. Yo creo que habría que tomar nota de eso
Es un momento donde el Frente necesita dar una pelea fuerte en su relegitimación electoral y en parte para el Socialismo fue aceptar que eso implicaba que por primera vez el protagonismo principal iba a ser el de que la campaña pase por una figura que no venga del propio socialismo, que plantee otra mirada, de hecho así convivimos en la gestión. Por eso lo que hicimos fue conformar una lista con la mayor pluralidad posible y también tratando de abarcar una agenda plural.

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