EEUU es el imperio de las balas. En películas, en series, y en la realidad, dentro y fuera de sus fronteras: tiros para todas y todos. Stephen Paddock, jubilado millonario de 64 años, jugador de póker y ex empleado de una fábrica de armas, abrió fuego sobre 22 mil personas que asistían a un recital.
Durante diez días, Stephen Paddock hizo un trabajo de hormiga. Fue llevando, en diez valijas, 23 armas. Las fue dejando en la habitación 32135, en el piso 32 del hotel-casino Mandalay Bay, uno de los tantos que se acumulan en la parte de Las Vegas denominada “The Strip” (“La tira”), una gran avenida rodeada de todo lo que esa ciudad ofrece: juego, consumo, espectáculos y grandes carteles luminosos que se acoplan y configuran una suerte de templo, de lugar de culto a las formas más violentas del fetichismo de la mercancía y la exhibición de la riqueza, ya sea real o deseada.
La versión oficial, al igual que los medios hegemónicos de todo el mundo, machacan hasta el cansancio con la idea del “lobo solitario”. A lo sumo insinúan cuestiones psiquiátricas, pero siempre individuales, nunca sociales.
El sheriff de Las Vegas, Joe Lombardo, definió al atacante como un “lobo solitario” y lo calificó de “psicópata”. Pero la policía carece de pistas sobre las causas del ataque. “Son motivaciones individuales y tal vez nunca se aclaren”, dicen los investigadores al tiempo que repiten rasgos del perfil de Paddock que no conducen a ninguna parte: no tenía antecedentes policiales por actos de violencia, tenía dos avionetas, una licencia de piloto y otra de caza mayor en Alaska.
De esta manera, intentan desvincular lo ocurrido del contexto socio-cultural, económico y político del país que lo produce, que además lo produce de manera casi exclusiva en el mundo. Pero la verdad es que este tipo de masacres ya forman parte de una cultura, de una idiosincrasia típicamente estadounidense. Son parte de la violencia que define al Imperio. De la violencia que el Imperio siembra por todo el planeta.
El sentido común dominante intenta convencernos de que estas masacres nada tienen que ver con los valores en los que se sustenta todo un andamiaje social y un sistema económico y político de EEUU.
Con el flaco arbolito de lo individual, se trata de tapar un enorme bosque: las masacres ocurren en el mismo país que, fuera de sus fronteras, balea a mansalva a poblaciones civiles en varios continentes. EEUU, con sus francotiradores, desata lluvia de balas sobre gente inocente en los más recónditos rincones del planeta. EEUU es el imperio de las balas, de los tiros. En las películas, en las series, y en la realidad, dentro y fuera de sus fronteras: balas para todas y todos.
Cuando llegó el día y la hora señalados, como en las películas, porque todo en Las Vegas sucede como en las películas, porque Las Vegas imita a las películas y las películas a Las Vegas en un juego especular enloquecedor, el millonario jugador rompió las ventanas de la habitación con un martillo, y colocó dos rifles de alta potencia con miras telescópicas sobre trípodes con vistas al festival de música country “Route 91 Harvest”, donde había 22 mil espectadores.
Y comenzó a disparar. Una vez más, la escena fue igual que la de las películas y las series. Las muchas que se filman allí en Las Vegas. O en el resto de EEUU. El mismo sonido de los disparos. Los gritos. El horror de las víctimas huyendo, cayendo, sangrando. Los cuerpos sin vida, desparramados entre desperdicios que alguna vez, apenas minutos antes, formaron parte de una fiesta de música y consumo.
El tirador asesinó a 59 personas e hirió a 527. Y luego se suicidó, cuando la policía estaba a punto de irrumpir en su habitación.
Paddock no tenía antecedentes penales y pudo comprar su arsenal de forma legal. En el estado de Nevada, es muy fácil adquirir armas. Hay que cumplir con unos mínimos requisitos (ser mayor de 18 años para comprar rifles, y de 21 para armas cortas, no tener antecedentes penales ni bajas deshonrosas en el ejército, y no tener probados problemas con drogas ni alcohol). Se completa un formulario y la autorización es automática.
Se calcula que cada año mueren en Estados Unidos 33.880 personas por disparos de armas de fuego, lo que equivale a un promedio de 93 fallecidos al día, según datos de la Campaña Brady. Cada día, otras 222 personas sobreviven tras recibir disparos. En lo que va de 2017, se produjeron 46.595 incidentes armados, en los que murieron 11.652 personas, según datos de la organización Archive Gun Violence.
No hay una cifra exacta sobre la cantidad de armas de fuego en manos de civiles en EE UU, pero se estima que son unas nueve por cada diez ciudadanos. El Servicio de Investigación del Congreso calculó en 2012 que había unas 310 millones de armas. La población estadounidense es de 321 millones de habitantes.
Según informó el medio estadounidense Democracia Ahora, los expertos en armas consideran que es posible que el asesino de Las Vegas haya utilizado un dispositivo de disparo –que se puede comprar en Internet por la módica suma de 40 dólares–, con el que se puede convertir un rifle de asalto semiautomático en una ametralladora automática. De esta manera el millonario convirtió en armas automáticas (que sí están controladas), las armas semiautomáticas que poseía en cantidad (que son de venta libre).
En la habitación se encontraron fusiles AR-15, la versión civil y semiautomática del famoso M-16, un AK-47, tres FN-15, cuatro rifles Daniel Defense DDM4. Dos de las armas estaban equipadas con mira telescópica y un bípode de sustentación para disparar con mayor precisión. Según los especialistas, Paddock descargó la lluvia de balas alternando entre los diferentes fusiles. Las armas que utilizó no están preparadas para disparar a repetición tantas municiones y los caños se recalientan.
Paddock vivía en una comunidad de jubilados en Mesquite, Nevada, a 130 kilómetros de Las Vegas. Había trabajado como contador y administrador de propiedades, y durante tres años se desempeñó en una empresa de venta de armas que posteriormente fue adquirida por Lockheed Martin, una de las corporaciones más importantes de la industria bélica mundial.
Los vecinos lo describieron como una persona que se retraía, que pasaba largas horas jugando en las máquinas de póquer. El padre de Stephen Paddock, Benjamin Hoskins Paddock, estuvo una vez en la lista de las personas más buscadas del FBI, tras haber escapado de una prisión federal en la década de 1960, después de una sentencia por cargos vinculados con el robo de bancos en serie, informó el sitio Democracia Ahora.
Una masacre más que se suma a una larga lista
Se considera que la cacería de Paddock es la peor masacre de las muchas de este estilo perpetradas en la muy baleada historia de EEUU. Pero la lista es larga.
El 12 de junio de 2016 el ciudadano estadounidense de origen afgano Omar Mateen mató a 49 personas en un club gay de Orlando, estado de Florida.
El 2 de diciembre de 2015, 14 personas fueron asesinadas durante un tiroteo en un centro de ayuda para discapacitados en San Bernardino, California, protagonizado por el matrimonio formado por Syed Farook y Tashfeen Malik.
El 1º de octubre de ese mismo año, diez personas, incluido el agresor, murieron en un tiroteo en un centro universitario de Oregon.
El 16 de septiembre de 2013, Aaron Alexis masacró a 13 personas antes de acabar con su vida en el Mando de Operaciones de la Armada en Washington DC.
El 14 de diciembre de 2012, Adam Lanza mató a 26 personas, entre ellas 20 niños, en una escuela primaria de Newtown, Connecticut, antes de suicidarse. El día anterior había matado a su madre en su casa.
El 5 de noviembre de 2009, el psiquiatra militar Nidal Hasa mató a tiros a 13 personas en el Centro de Procesamiento de Preparación de Soldados en Fort Hood, Texas.
El 16 de abril de 2007, Seung-Hui Cho, de 23 años, asesinó a 32 personas y luego se suicidó en el campus universitario en Blacksburg, Virginia.
El 20 abril de 1999, dos estudiantes mataron a 13 personas e hirieron a 23 en la escuela de Columbine, en Littleton, Colorado, antes de suicidarse.
El 16 octubre de 1991, el camionero George Hennard mató a 22 personas en una cafetería de Killeen, Texas, antes de suicidarse.
El 29 diciembre de 1987, Gene Simmons, sargento retirado, enloquecido por sus problemas económicos, mató a 16 personas, entre ellos 5 miembros de su familia, en Russellville, Arkansas.
El 20 agosto de 1986, Patrick Henry Sherrill, un cartero amenazado por el despido, mató a 14 personas en una oficina postal de Edmond, Oklahoma.
El 18 julio de 1984, Oliver Humberty, veterano de Vietnam, asesinó a tiros a 22 personas en un restaurante en San Diego, California, antes de ser abatido por la policía.
El 1º de agosto de 1966, Charles Whitman, tirador de élite, mató a 16 personas desde la azotea de la Universidad de Austin, Texas. El día anterior había matado a su mujer y a su madre.