Parecen varios frentes, pero es uno solo. La topadora macrista quiere aplastar en un solo embate las conquistas laborales, lo que queda en pie del Poder Judicial y el sistema jubilatorio. Cree que el populismo puede reemplazarse con marketing, pero la osadía a menudo se paga con fracaso.

La grieta en Stalingrado era el río Volga, y el VI Ejército alemán, al mando de Friedrich Von Paulus nunca lo pudo cruzar y tomar del todo aquella ciudad industrial de la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial. Ese caudaloso río, esa ciudad que fabricaba las armas del Ejército Rojo, eran el último bastión que debía sortear Adolf Hitler antes de apoderarse de los pozos petrolíferos del Cáucaso.

Llegaron a morir 4 mil soldados rusos por día. Los alemanes se apoderaron del 80 por ciento de la ciudad, tomaron la fábrica de cañones Barricady y la de tractores Octubre Rojo. Todo parecía perdido para la Santa Madre Rusia, todo parecía teñirse de victoria para el Tercer Reich, pero nada de eso ocurrió o, mejor dicho, aconteció exactamente al revés.

Salvando las trágicas distancias que separan a la guerra de la política, la batalla más monstruosa que haya librado la Humanidad en toda su historia siempre puede ofrecerse a sí misma como metáfora de lo cerca que se puede estar de un triunfo o de una derrota estratégica.

La coyuntura política argentina exhibe rastros que podrían tentar a más de un mariscal de campo a dar por victoriosa su posición en el teatro de operaciones, y que a la larga suceda todo lo contrario.

Como el alto mando alemán, el gobierno de Mauricio Macri ha decidido ir por el petróleo del Cáucaso. Ha tomado la decisión estratégica de desatar una ofensiva fenomenal sobre el último gran escollo que lo separa de la restauración completa del modelo de coloniaje oligárquico: el movimiento obrero organizado, sus derechos y sus conquistas, esto es, la columna vertebral del peronismo.

De su lado están la más moderna maquinaria tecnológica del terror informativo, un ejército de jóvenes trolls, el poder real aglutinado como pocas veces en torno de un objetivo estratégico, y un conglomerado heterogéneo de ejércitos aliados, que manifiestan lealtad y acompañamiento en éste, su momento de apogeo victorioso.

Enfrente, en los márgenes orientales del Volga argentino, el disciplinado y entrenado movimiento obrero se las ve en figurillas para ofrecer resistencia al endemoniado aparato bélico invasor. Una jerarquía –la de la CGT– en el mejor de los casos dubitativa, en el peor claudicante, comanda el grueso del ejército de trabajadores, aquellos que portan uniformes y armamento regular, cuyos pertrechos y víveres están al día y con la necesaria logística para resistir y rechazar un sitio prolongado. Los flancos –las CTA y el Movimiento Federal Sindical– tienen comandancias más conscientes de lo que está en juego y, sin ser aventureros irresponsables, conocen cuáles son sus mejores tácticas para frenar al enemigo y no le temen a presentar batalla, aún reconociendo los límites que impone una relación de fuerzas que, de todas formas, es oscilante, para nada estática. La retaguardia la integra una soldadesca recién arribada en términos organizativos al campo de batalla. Son los trabajadores no sindicalizados, informales, englobados en la Central de Trabajadores de la Economía Popular (Ctep), aunque en realidad los enrolados oficialmente en esa tropa son una ínfima minoría de toda esa masa informe de obreros precarizados y cuentapropistas.

El tiempo, en este caso, no está a favor de los pequeños. A mayor incursión de las fuerzas del terror, menos chances de coordinar la defensa de esos derechos largamente hostigados por los poderosos predadores que antecedieron al macrismo. Como nunca antes, el movimiento obrero organizado necesita a la política de su lado, y viceversa, pero el enemigo es astuto a la hora de dividir el campo nacional y popular.

Lo que está en juego y lo que ya cayó

Foto: Andrés Macera

En la semana que termina, se produjo una de las bajas más significativas en el campo institucional. La renuncia a plazo fijo de la Procuradora General de la Nación, Alejandra Gils Carbó, deja en absoluto desamparo una  de las áreas que aún oponían resistencia al criminal régimen macrista al interior del Poder Judicial.

Acosada y violentada por el accionar del Poder Ejecutivo Nacional que encabeza Macri, la jefa de todos los fiscales debió dar un paso al costado, y se especula que cualquiera sea su sucesor o sucesora, formará parte de lo que se denomina el Partido Judicial, una suerte de abominación en términos de Justicia, puesto que consolida las formas más pútridas del poder establecido, dándole andamiaje legal, torciendo y retorciendo la jurisprudencia, apelando a las más tortuosas interpretaciones de la ley, y achicando o estirando los límites que fijan el Estado de Derecho y la propia Constitución.

Ejemplo de todo esto son los procesos iniciados contra un ponderable número de funcionarios de la anterior administración, fiscales y jueces díscolos con esa corporación judicial, gremialistas, e incluso ciudadanos comunes que simplemente se expresan en las redes sociales.

De todas esas causas, siempre alguna tiene un carácter ejemplificador: sujetos indefendibles como José López, Ricardo Jaime, Juan Pablo «el Pata» Medina, son usados como paraguas que justifican las infames estocadas contra otros sindicalistas cuyo único pecado es mostrarle los dientes al Gobierno macrista, ex funcionarios encarcelados por causas en las que no se configura delito alguno, desfile por Comodoro Py de ex ministros, militantes, dirigentes y legisladores no disciplinados a carpetazos, obligados y sometidos a eternas indagatorias que no persiguen llevarlos a juicio oral sino que tienen por fin único el sostenimiento de una puesta en escena en la que prevalecen los siguientes conceptos: el anterior fue un gobierno de ladrones, los sindicalistas son todos corruptos y matones, y hay diputados que sólo se merecen ir presos, aunque la propia Carta Magna los preserve de ese tipo de persecución política.

Volviendo a Gils Carbó, la Procuradora señaló, en una carta dirigida a Macri, su principal perseguidor y responsable de la más desfachatada operación anticonstitucional: “A esta altura de los acontecimientos estoy persuadida de que mi permanencia en el cargo redunda en decisiones que afectarán de manera sustancial la autonomía del Ministerio Público Fiscal”. Lo lamentable es que su retiro no atenuará en absoluto el latrocinio que el mandamás presidencial se propone instaurar en ese sector de la Justicia.

Gils Carbó sabe bien de qué habla cuando argumenta su dimisión en la esperanza de “disuadir reformas que, amén del debilitamiento señalado, rompa el equilibrio que debe regir el sistema de administración de Justicia”.

Germán Garavano, un personaje que denigra en forma desorejada a la Justicia, nada menos que el ministro que debería hacer honor al nombre de su cartera, dijo apenas unas horas antes de que se conozca la renuncia de la Procuradora, algo que en cualquier democracia moderna hace poner colorado al más crápula de los funcionarios: “El juicio político es un mecanismo desequilibrado porque le da demasiada preponderancia al Congreso”.

El hombre de la máscara que ríe, antes de conocer la decisión de Gils Carbó, siguió mostrando lo flexibles que son para él las leyes y las normas constitucionales: “La idea es reformar los mecanismos de remoción”, y reducir “algunas mayorías” que hoy son necesarias y obligatorias.

Garavano justificó de ese modo la reforma que pretende introducirse en la Ley de Ministerio Público, eliminando el actual requisito de dos tercios de ambas cámaras del Congreso para poder echar a quien ocupa la Procuración General. Esas modificaciones son las que la renunciante funcionaria intenta detener.

La valiente Procuradora debió afrontar que un delincuente periodístico del Grupo Clarín publicara el número de teléfono móvil de su propia hija, en el marco de la brutal ofensiva de Macri para que presente su renuncia, y en una de las muestras de poder más abominables que haya exhibido el conglomerado mediático que conduce Héctor Magnetto.

Poniendo de manifiesto el índice de descomposición que afecta al Poder Judicial desde su vértice superior, ni la Corte Suprema de Justicia, ni las instancias inferiores vinculadas al Ministerio Público Fiscal se pronunciaron contra el despiadado método de hostigamiento que se desplegó sobre Gils Carbó, que resistió hasta que los patanes se le metieron a su casa por la claraboya y pusieron en riesgo a su propia hija, que comenzó a recibir amenazas e insultos de todo tipo en su celular y en las redes sociales. Algunas víctimas de la Shoá o familiares de las mismas se enojan cuando se comparan ciertas metodologías de la derecha ebria y empoderada con los que hacía sus fechorías el nazismo. El problema está dado en que no se comparan las acciones que sugiere Jaime Durán Barba con las cámaras de gas, sino con la propaganda de Joseph Goebbels.

Lo que está en juego es a qué tiene derecho un ciudadano en la Argentina de Macri. Lo que se pone a consideración es si el Pueblo argentino puede seguir defendiendo sus derechos en la Justicia. Individuo y sociedad están en peligro. Su trabajo, las condiciones en que se trabaja, el derecho a un retiro digno, las garantías de que el Estado privilegia al más vulnerable en un litigio. Todo eso está en riesgo. Y las estructuras que ofician de dique de contención ante la apretada del poder están siendo dinamitadas por éste, con la complicidad de buena parte de las futuras víctimas.

Una semana de aprietes

Los episodios protagonizados por el macrismo en sedes judiciales mostraron que el resultado de las elecciones del 22 de octubre envalentonaron a Macri y su elenco. En las últimas horas, se conocieron varios de esos ataques sistemáticos:

  • La fiscal Silvina Ávila, a cargo de la causa por la desaparición forzada de Santiago Maldonado, apartó de la investigación a la Procuración contra la Violencia Institucional (Procuvin), que en la práctica era el único cuerpo del Ministerio Público que estaba investigando las irregularidades del accionar de la Gendarmería en torno de la represión a la comunidad mapuche Pu Lof en Resistencia, donde Santiago fue visto por última vez con vida.
  • El juez en lo Contencioso y Administrativo de la provincia de Buenos Aires Luis Arias fue suspendido con el voto unánime del Jury de Enjuiciamiento, acusado de «prevaricato, abuso de autoridad e incumplimiento de las funciones como funcionario público». En realidad, Arias fue denunciado porque había informado sobre una mayor cantidad de víctimas en la inundación de La Plata en 2013, y también por un diputado de Cambiemos que lo tildó de kirchnerista.
  • La Cámara Federal ratificó el procesamiento de Cristina Fernández de Kirchner en la causa en la que se investigan presuntas irregularidades en la adjudicación de obras viales al Grupo Austral en la provincia de Santa Cruz. Como bien informó el diario Página 12, los procesamientos apuntan en forma casi exclusiva a decisiones políticas que el juez Julián Ercolini, en primera instancia, convirtió en delitos, equiparando un gobierno votado en elecciones a una asociación ilícita.
  • Milagro Sala, tras realizarse estudios sus problemas de salud, fue trasladada de nuevo a la cárcel de Alto Comedero, contrariando la cautelar de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh). El gobierno de Gerardo Morales sostuvo que la líder de la Tupac Amaru no volverá a la vivienda donde cumplía prisión domiciliaria.
  • El profesor universitario Aníbal Prina, quien arrojó huevos en La Pampa a la caravana presidencial, fue procesado por delitos que podrían costarle penas de dos a seis años de prisión. Cabe recordar que la ministra de Seguridad Patricia Bullrich había hecho alarde del operativo que conllevó a la detención del docente.
  • La Policía Federal detuvo a un pibe de 20 años por un twitter que el Ministerio de Seguridad consideró que representaba un peligro para la seguridad presidencial. El joven es Nicolás Lucero, vive en José León Suárez, es hincha de Chacarita, y hace más de un año escribió en su cuenta una frase de una canción de cancha que Bullrich entendió como una amenaza de muerte: “Macri te vamos a matar, no te va a salvar ni la federal”. El chico, que ahora enfrenta una causa penal, sólo atinó a decir: “Yo no quiero matar a nadie, menos al Presidente”.

La lista es más larga, incluye otro proceso contra el  ex ministro de Planificación Federal Julio De Vido; una investigación de una cuenta del fallecido ex presidente Néstor Kirchner para saber si compró un hotel, y una velada profecía del crápula que divulgó el celular de la hija de Gils Carbó: “De Vido preso suma furias y las descarga en tinta. En días que se pueden medir en horas Cristina pasó de culpar de todo al motorman por la tragedia de Once a proclamar en plena campaña que no ponía las manos en el fuego por el ministro que desde 1991 sirvió fielmente al clan K… Hasta que aparezca esa historia, ¿contará la verdadera historia?”. El Grupo que le paga por diseminar sus excrecencias espera que el ex ministro se quiebre y acuse a CFK de todos los delitos, corrupciones y maleficios.

La técnica no es novedosa, ya especularon con los “quiebres” de José López, de Lázaro Báez, del Caballo Suárez, del Pata Medina. Ninguno sufrió siquiera un esguince, y lo que supura cada vez que se indaga en las guaridas financieras y se hurga en los lupanares de la marginalidad económica es la emblemática sigla Socma, el proverbial apellido Macri, y los paquetes accionarios cuyas titularidades se sintetizan en los apellidos Calcaterra y Caputo. Pero esa corrupción parece estar fuera del alcance del radar de la “Justicia”.

La batalla que no empezó

Como en Stalingrado, tal vez Macri se meta en un embudo, como lo hizo aquel VI Ejército al mando de Von Paulus. Cocorito, con el mapa pintado de engañoso amarillo, quiere derribar los portones de la calle Azopardo y engullirse de un solo mordiscón a la CGT, contrariando a su ministro de Trabajo Jorge Triaca Jr, quien recomienda hacerlo de a bocados.

Los bloques de la oposición real en el Congreso, sumados a la dirigencia y las bases del movimiento obrero organizado, pueden ser las pinzas a las que debió enfrentarse aquella poderosa máquina de guerra germana que daba la impresión de ser imparable pero que demostró que cualquier fuerza armada, además de tecnología y espíritu bélico, debe saber que los flancos no deben quedar desguarnecidos.

Las tropas alemanas, en sus flancos, eran “cuidadas” por regimientos y batallones rumanos, croatas e italianos, tan entrenados para la retirada como pueden serlos los escuadrones radicales que dicen acompañar con lealtad la blitzkrieg que despliega Cambiemos contra el campo nacional y popular.

Aunque parezca un lugar común, Napoleón no pudo hacer pie en Rusia. Fernando de la Rúa tampoco pudo vencer a los trabajadores. Macri no es Hitler, pero su soberbia y su capricho de nene bien pueden llevarlo a tener su propio Stalingrado. Como siempre, dependerá del coraje de los defensores, de su conducción estratégica, y del amor a la Patria que tengan sus soldados.

Fuente: El Eslabón.

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