Yo no sé, no. El otro día pasamos por donde cuando éramos chicos había una canchita que era para 5 o 7 jugadores, y Pedro se acordaba que ahí empezamos a jugar más o menos en serio. Y ahí terminamos también –o terminaron, bah– muchos de nosotros jugando un torneo de veteranos. En aquel tiempo hacían falta un par de veteranos en la defensa y en el mediocampo de los equipos. En la delantera no tanto, porque el hambre de gol de los pibes y la fortaleza suplantaba la falta de experiencia. También se acuerda Pedro que cuando íbamos a la secundaria, sobre todo de noche, cómo se los respetaba a los más veteranos. Capaz que tenían 30 y algo, pero para nosotros ya eran grandes, porque mientras nosotros estábamos en la JP, los máximos dirigentes de la tendencia no tenían 30 y ya eran jefes. O el mismo General, al que le decíamos “el Viejo” pero con cariño. Nos subordinábamos al más veterano, por lo menos al principio. Y volviendo al barrio, y a la canchita, un día apareció un torneo para veteranos. Pero veteranos veteranos, pisando los 50. Y daba gusto ir a verlos jugar, con sus tiempos, obvio. Las jugadas eran un poco más lentas, pero la sapiencia y la calidad en cada pelota seguían intactas.
Pedro me dice ahora que todo eso está en peligro, que estos cosos vinieron por todo y que en estos minutos de descuento, en los que en el congreso puede pasar cualquier cosa, no sólo van por los más veteranos, recortándoles la jubilación sino también por los más pibes. Está en peligro hasta la canchita en la que empezamos a jugar cuando arrancamos, me dice Pedro, cuando nos parecía que estábamos jugando en serio, con dos arquitos como la gente, y en la misma canchita en la que terminamos ya de veteranos.
Pedro piensa que ahora, a las familias no les va alcanzar si les planchan la AUH, y que a los más grandes se les va a ser muy difícil la vida. Que está en peligro el arranque y el final, como en la canchita, que para Pedro es un pedazo de patria misma en el barrio, ahí donde siempre respetamos a los veteranos, a los que nos guiaban.
Ojala que en estos minutos de descuento, dice Pedro, los que nos quedan, o los que están en la calle, le demos vuelta el brazo y el día de mañana podamos ver las canchitas con los pibes y con los veteranos jugando como si fuera el primer partido.